“Cuando nos prohibimos comer ciertos alimentos, los estamos poniendo en un pedestal”, según una nutricionista

La culpa detrás de los alimentos prohibidos podría estar afectando la relación con la comida

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Prohibirse alimentos puede tener factores
Prohibirse alimentos puede tener factores psicológicos. (Freepik)

La práctica de prohibir ciertos alimentos por considerarlos “malos” o “que engordan” podría tener efectos contrarios a los buscados. Así lo ha alertado Julia, una nutricionista, en un vídeo que se ha viralizado en sus redes sociales y que acumula miles de visualizaciones. La especialista ha analizado cómo la moralización de la comida y la restricción estricta pueden generar ansiedad, atracones y una relación poco saludable con la alimentación.

Según Julia, el problema no está en consumir productos dulces o “menos saludables” en momentos de estrés o tristeza, sino en la carga moral que muchas personas asocian a estos alimentos. En su vídeo, la nutricionista ha invitado a reflexionar sobre situaciones cotidianas: “¿Tú el antojo de calabacín lo pospones al fin de semana? ¿O te esperas a estar con personas para comer calabacín? ¿O incluso si comes demasiado calabacín te sientes culpable? No, ¿verdad?”, se preguntaba la especialista.

Julia sostiene que los alimentos considerados prohibidos se vuelven más atractivos cuando se los idealiza. “Al final no estás acostumbrada a estos alimentos y los estás poniendo tú solita en un pedestal ahí arriba”, ha explicado, advirtiendo que esta percepción aumenta la ansiedad y el deseo de consumirlos.

Restricción y consumo impulsivo

En este sentido, Julia ha advertido que la prohibición no resuelve el problema, sino que lo intensifica: “Cuando tenemos alimentos prohibidos, sin darnos cuenta, verdaderamente lo estamos haciendo más grande. Porque cuando tú sientes que no puedes tenerlos en casa, que no los puedes comprar porque pierdes el control, y pierdes el control justo por esto”.

Además, el patrón de restricción seguido de consumo impulsivo se acentúa en momentos de vulnerabilidad emocional, como la tristeza, el estrés o el cansancio. La nutricionista ha explicado que en estas situaciones “vas a acabar comprando esas galletas o lo que sea, y vas a comer mucha cantidad, porque ese es el momento en el que tienes que aprovechar para comértelo. No tienes más tiempo”.

Según Julia, estas situaciones reflejan cómo la ansiedad y la urgencia pueden dominar el comportamiento alimentario cuando se percibe que el acceso a ciertos alimentos es limitado.

El Quijote, el restaurante de comida española más antiguo de Nueva York.

Hacia una relación equilibrada con la comida

La propuesta de Julia es abandonar las etiquetas morales sobre la comida y permitir la presencia habitual de alimentos “tentadores” en casa, lo que contribuye a normalizar su consumo y a reducir la probabilidad de atracones.

La especialista ha enfatizado que escuchar las señales del cuerpo, gestionar las emociones de manera saludable y eliminar la culpa asociada a ciertos productos son pasos esenciales para desarrollar una relación más consciente y equilibrada con la alimentación.

Este enfoque coincide con estudios recientes en nutrición y psicología de la alimentación, que sugieren que la restricción extrema puede aumentar la ansiedad en torno a la comida, elevar el riesgo de episodios de consumo descontrolado y afectar la autoestima.

Educación alimentaria sin culpas

Su llamado busca fomentar un enfoque más flexible, libre de culpas y basado en la conciencia alimentaria, promoviendo hábitos que integren tanto la nutrición como el bienestar emocional.