
La gestión de las horas extra puede generar mucha controversia en el entorno empresarial. En muchas compañías, la costumbre de permanecer en el puesto de trabajo más allá de la jornada establecida se ha convertido en una norma tácita, a menudo asumida más por presión social que por verdadera necesidad operativa. La idea de que el compromiso profesional requiere extender el horario laboral sin compensación puede perjudicar tanto a la productividad como al bienestar personal de los trabajadores, quienes con frecuencia desconocen cuáles son sus derechos ante esta situación.
Algo parecido es lo que le pasó a Gabriela, una trabajadora que ha compartido su experiencia a través de TikTok, desde donde expone una realidad habitual: “En cuanto termina mi horario laboral, yo salgo por la puerta y es que no lo entiendo, porque debería de ser lo normal”, explica, criticando la cultura empresarial y subrayando que el principal motivo para acudir a trabajar es el salario, no la gratitud intangible que en ocasiones ni siquiera reciben.
“Igual trabajamos todos por dinero, no para que nos den las gracias que a veces ni os las dan. Por lo tanto, en el momento que nos dejen de pagar estamos libres de salir por la puerta o al menos yo me considero libre de salir por la puerta en cuanto haya cumplido el horario que yo tengo estipulado en el contrato”, señala Gabriela, añadiendo que cumplir con el horario pactado no debería ser visto como una falta de compañerismo o de educación.
“Estoy contratado ocho horas, me pagan por ocho horas, pues me quedo ocho horas”
Ante este alegato, el abogado laborista Juanma Lorente ha respaldado desde un vídeo de la red social la postura de Gabriela, y ha denunciado la normalización de estas prácticas. “No entiendo cómo en muchas empresas existe esa cultura de que está mal visto, incluso no por el jefe, que también, sino por los demás compañeros, que te vayas a tu hora”, recalca Lorente. La presión para quedarse más tiempo en el trabajo no solo proviene de los superiores, sino también del entorno entre compañeros, lo que convierte a la salida puntual en motivo de críticas infundadas.
Lorente subraya la legitimidad de cumplir estrictamente el horario laboral acordado: “Yo estoy contratado aquí ocho horas, me pagan por ocho horas, pues me quedo ocho horas”. A su juicio, en el improbable caso de que un empleado acepte voluntariamente hacer horas extra, estas “no son gratis”. “Se hace una hora extra al cabo del mes, pues esa hora extra se tendrá que pagar. Y si no se paga, pues oye, pues no la voy a hacer. Es totalmente lógico”, matiza el letrado.
En algunos entornos, el abogado observa irregularidades graves en la gestión del registro horario: “Incluso hay empresas que, aunque te quedes media hora o una hora más, no firmas como que realmente te estás quedando media hora o una hora más. No, perdona. Si aquí existe la cultura de quedarse más tiempo, pues yo firmaré en mi registro de jornada que he hecho más tiempo”, expone Lorente. Esta falta de transparencia no solo vulnera los derechos de los empleados, sino que contribuye a perpetuar malas prácticas y añade un riesgo legal para las empresas.
“La educación de una persona no consta en su capacidad de calentar una silla”
Gabriela, en su testimonio, insiste en que cada profesional es responsable de sus tareas y que extender la jornada por solidaridad con compañeros no necesariamente soluciona los problemas estructurales de la organización. “Yo no puedo ayudar a mis compañeros. Aunque yo me quedara, no puedo ayudarlos, que cada uno de nosotros tiene sus obligaciones y sus conocimientos. Me puedo quedar si quiero a calentar la silla para que salgamos todos como una chupipandi feliz y que no me llaméis maleducada”, explica Gabriela. La trabajadora cuestiona la asociación entre educación y permanencia injustificada en el puesto: “Hasta el punto que yo sé, la educación de una persona no consta en su capacidad de calentar una silla”.
Su análisis se amplía al considerar las consecuencias familiares y personales de las horas extra no reconocidas. Relata cómo su propia tía y madre, siendo ambas trabajadoras, tenían que asumir las tareas pendientes una vez cerrado el negocio para evitar cargar a los trabajadores con un tiempo extra que no podían remunerar: “Mi tía y mi madre que no se podían permitir pagar horas extras. Es a la hora del cierre y encargarse de todo aquello que a los trabajadores no le ha dado tiempo a hacer en su horario. Es lo que nos decían a nosotros, que a esos trabajadores también los esperaban niños en casa. En este caso yo no tengo niños, pero tengo vida.”
Lorente es tajante al afirmar que “las horas extras no son ni obligatorias ni gratis. Si te deben horas extras, reclámalas. Y si te tienes que ir a tu hora, por supuesto, vete.” Además, insiste en que la necesidad de prolongar la llegada de personal fuera del horario pactado suele implicar una insuficiencia de recursos o de plantilla, más que una falta de compromiso profesional individual. El abogado recuerda la importancia del registro horario y de la claridad contractual como herramientas para combatir los abusos laborales.
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