
Mantener frescos los alimentos no siempre es una tarea fácil. Algunas frutas y verduras necesitan cuidados diferentes al del resto de productos para conservarse por más tiempo y en mejores condiciones.
El calabacín es uno de esos alimentos que, aunque normalmente se tiende a guardarlo en la nevera, puede conservarse mejor con otro método mucho más efectivo. Para ello, esto es lo que debes hacer.
La nevera acorta la vida del calabacín
El calabacín es una hortalizas que suele guardarse en frío, pero esto puede ser contraproducente. Según indican diferentes especialistas y estudios, la humedad y las bajas temperaturas aceleran su deterioro.
En la nevera, el calabacín rara vez supera la semana en buen estado. Las bajas temperaturas afectan provocan que la pulpa se vuelva más blanda y se estropea la piel.
Este ambiente favorece la condensación y expone al calabacín a una degradación más rápida. En contrapartida, un entorno con aire seco mantiene durante más tiempo su sabor y su textura.
El método ideal para conservar tu calabacín
La clave está en que se encuentre fuera del frío excesivo. Para ello, busca un espacio seco y sin humedad. Lo recomendable es usar una caja de madera que no esté cubierta totalmente o una cesta con pequeños agujeros. Esto evitará la condensación.
Cuando se guarden varios, lo ideal es no amontonarlos unos encima de otros, dejando así espacio. Los especialistas recomiendan revisarlos cada semana y retirar cualquier ejemplar dañado, para evitar que afecte a los demás.
¿Qué verduras toleran el frío?
El frío no resulta igual de perjudicial para todos los alimentos. Productos como el brócoli, la coliflor, los espárragos, los champiñones, los puerros, la espinaca, la zanahoria y la lechuga sí toleran bien el frío.
En el caso de los tomates, patatas, ajos, o cebollas, es preferible que se guarden como los calabacines. Es importante que estén lejos de la luz solar directa y en una bolsa de malla.
Beneficios del calabacín
El calabacín destaca por su bajo aporte calórico y por su alto contenido en agua, lo que lo convierte en un alimento muy bueno para perder peso y para la hidratación del cuerpo.
Su composición incluye fibra, que contribuye a regular la digestión y favorecer el tránsito intestinal, mientras que su contenido de potasio ayuda en el equilibrio de líquidos y el buen funcionamiento muscular.
Contiene antioxidantes como la vitamina C y los carotenoides, que apoyan la protección celular frente al daño oxidativo. El consumo de calabacín aporta pequeñas cantidades de folatos, vitamina B6 y magnesio, necesarios para el sistema nervioso y la síntesis de nuevas células.
La piel del calabacín concentra compuestos bioactivos y fibra adicional, por lo que conviene aprovecharla. Incluirlo en la dieta diaria facilita la variedad del menú, ya que puede emplearse en platos fríos o calientes, rallado, salteado, en cremas, ensaladas o rellenos.
Su sabor neutro y su textura suave hacen del calabacín un ingrediente versátil, ideal tanto para recetas dulces como saladas. Además, es apto para personas con necesidades alimentarias especiales, como dietas bajas en calorías o sin gluten.
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