Grelina, la hormona del hambre: qué hace, diferencia con la leptina y por qué puede estar alta

Se produce en el estómago y está relacionada con el apetito y el equilibrio energético

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El hambre es, básicamente, un mecanismo supervivencia del ser humano que requiere unos sistemas de regulación y gestión del apetito. Según la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), los sistemas neuroendocrinos se estructuran de manera que el cerebro, mediante información sensorial, nutricional, hormonal y metabólica, funciona “como un ordenador” para modular la ingesta de alimentos, el gasto energético y la actividad física con el objetivo de alcanzar un “balance energético neutro”.

Entonces, el hambre se define como la sensación que traduce el cerebro ante un estado energético del cuerpo en el que se detecta un nivel bajo de nutrientes en el trabajo de estos sistemas neuroendocrinos: “Cuando el estómago no tiene alimentos en su interior, se pone en marcha una especie de llamada de atención para que volvamos a comer. Es lo que percibimos como sensación de hambre”, explica la Academia Española de Nutrición y Dietética.

Qué papel juega la grelina en el proceso

La grelina, también conocida como la hormona del hambre, es una hormona compuesta por 28 aminoácidos, cuya función principal es sintetizar las células gástricas del estómago dentro de este proceso de neurotransmisión al cerebro. Según la Clínica Universidad de Navarra, la grelina envía “señales” al cerebro, promoviendo la ingesta de alimentos. Por todo ello, los niveles circulantes de esta hormona no son estables, sino que varían en función de la cantidad de alimento ingerida: “Los niveles de grelina se elevan cuando estamos en ayunas y caen después de comer. Además, fluctúan a lo largo del día según los patrones de alimentación de cada persona”, aclara Inmaculada Aguilera, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética.

Dado que la grelina es la hormona responsable de la regulación del apetito, resulta inevitable su relación con el peso corporal a largo plazo y, por tanto, con afecciones como la obesidad, la diabetes tipo 2 y los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Además de las funciones relacionadas con el apetito, la grelina actúa en la glándula pituitaria para ayudar en la segregación de la hormona del crecimiento. También participa en la regulación metabólica e influye en el sistema cardiovascular, la presión arterial y la función cardíaca.

Los niveles altos de la hormona del hambre se deben, principalmente, a factores como una dieta restrictiva o un ayuno prolongado, que aumentan nuestro apetito y, por tanto, la presencia de la grelina. Además, trastornos del metabolismo, alteraciones hormonales o a conductas alimentarias irregulares pueden influir en los niveles de grelina. Según la Clínica Universidad de Navarra, “estos niveles altos pueden conducir a un aumento del apetito, mayor consumo de alimentos y, en algunos casos, obesidad”.

Grelina y liptina, trabajo en equipo

La liptina, al igual que la grelina, es otra hormona que actúa en el proceso de regulación del apetito y del hambre. Ambas son responsables del control del equilibrio de la energía pero, sin embargo, realizan las funciones biológicas contrarias: “La leptina, producida principalmente por el tejido adiposo, inhibe las ganas de comer, mientras que la grelina despierta la sensación de apetito”, apunta Inmaculada Aguilera.

Por tanto, el equilibrio entre el hambre y la saciedad, de cara a un control efectivo del gasto energético y del metabolismo, es responsabilidad de estas dos hormonas. Precisamente por ello, explica la experta de la Academia Española de Nutrición y Dietética, algunas personas con obesidad tienen “resistencia” a la liptina: “es decir, está en cantidades altas, pero no actúa”.