Guillermo del Toro reflexionó durante más de 50 años sobre Frankenstein, la célebre novela de Mary Shelley. En una entrevista con el podcast CBS Sunday Morning, el director explicó que esta adaptación cinematográfica representa un proyecto largamente anhelado, y una exploración íntima, marcada por su fascinación por el horror mítico y la mitología.
El realizador se distancia de la figura clásica del monstruo y del puro terror, para profundizar en la dimensión humana y existencial del relato, abordando cuestiones fundamentales que, afirma, permanecen vigentes desde el siglo XIX hasta el presente.
Del Toro relató que su impulso para reinventar Frankenstein nació de una identificación personal con la novela y con Shelley. La autora desarrolló la obra durante su adolescencia, en un momento colmado de preguntas, rabia y rebeldía, formulando interrogantes sobre la existencia y la naturaleza humana.

El director subrayó que la novela, publicada en 1818, es parte del romanticismo gótico, abordando el capitalismo, la angustia existencial y la génesis de la mitología moderna.
“Frankenstein, Pinocho, Tarzán, Sherlock Holmes, Jekyll y Hyde son los bloques fundacionales de la mitología humana contemporánea”, afirmó Del Toro, quien definió a Shelley como su “primer amor literario”.
Proceso creativo y vínculo personal
El proceso de adaptación, de acuerdo con Del Toro, fue una transformación profunda en lugar de una simple traducción. “No se trata de traducir, sino de transmutar”, explicó, equiparando la tarea con la evolución de un pez que desarrolla patas y pulmones para sobrevivir en tierra firme.

Su versión se aleja de las adaptaciones previas, en especial la dirigida por James Whale, y parte tanto de la novela original como de la biografía de Shelley. Según Del Toro, la historia de “Frankenstein” es, primordialmente, una reflexión sobre la paternidad: “Es una forma de hablar de mí y de mi padre, y luego de mí y mis hijos”.
El cineasta describió la influencia del padre en la vida del hijo, y cómo la reconciliación y el perdón sanan ese vínculo. “Hacer las paces con esa identidad, dejar el dolor a través del perdón y la aceptación, lo vuelve profundo y personal”, expresó.
Esta perspectiva impregnó toda la filmografía de Del Toro, desde Cronos hasta La forma del agua.

Durante la entrevista, reconoció que sus películas contienen elementos de Frankenstein: “Pinocho es otro padre pródigo en busca del perdón de su hijo. Cronos habla de la vida eterna y termina con una imagen similar a Frankenstein. Blade II presenta la historia de un hijo monstruoso que pregunta a su padre por qué lo creó así. Está en todas partes”.
Incluso en La forma del agua, la protagonista encuentra su reflejo en la criatura, una idea que Del Toro vincula con el monstruo de Shelley.
Influencia del horror mítico y la diferencia
El horror mítico y la mitología fueron fuentes de consuelo y autoaceptación desde la infancia para Del Toro. “Los monstruos me enseñaron que está bien ser diferente, que es posible perdonar y abrazar la imperfección”, relató.

De niño, se percibía como un ser extraño, pálido e hipocondríaco, apartado de la normalidad imperante. La literatura y la ficción se transformaron en su refugio, y la creatividad en una manera de construir su propio universo. “Cuando no te gusta el mundo, te esfuerzas por crear el tuyo”, recordó Del Toro, quien destacó el papel de la lectura y el arte en su desarrollo.
El director también reflexionó sobre la identidad y la aceptación de lo diferente. “Todos somos criaturas. El mundo dice que no deberíamos serlo, pero en realidad todos somos raros de alguna forma. No es malo ser raro; lo pernicioso es afirmar que la rareza es mala”, sostuvo.
El éxito, explicó, no depende de la riqueza o la belleza, sino de la capacidad de fracasar según las propias reglas y aprender de ello.

“Un hombre rico es el que tiene suficiente, no el que necesita más”, afirmó, rechazando los valores convencionales. Definió su oficio con una imagen singular: “Un director es un espía de otro planeta que trata de entender la humanidad”.
Producción, estética y referencias religiosas
Sobre la producción de su Frankenstein, Del Toro reveló que eligió a los actores Oscar Isaac y Jacob por la expresividad de sus miradas. “El 50% del cine es mirar y el otro 50% es ser mirado. Oscar tenía brillo, locura, seducción y dolor. Jacob mostraba una inocencia y pureza desarmantes”, argumentó.
El diseño del monstruo buscaba transmitir la imagen de un ser recién creado, como un “Adán”, evitando el aspecto de reparación clínica. Apostó por una estética gótica y artesanal, con grandes decorados, miniaturas y vestuarios elaborados, para conseguir una escala operística y tangible, lejos de los efectos digitales.
La película incorpora iconografía católica y referencias religiosas, desde la crucifixión hasta la resurrección. Del Toro, marcado por su educación religiosa, reconoció la influencia de la estética de lo imperfecto y decadente, inspirada en los grabados de Piranesi y la poesía de cementerio del romanticismo.
Respecto a las diferencias con otras versiones, el director insistió en que su adaptación no busca reproducir el tono del filme de Whale ni la interpretación de Boris Karloff.
“La obra de Whale se apoyó en una pieza teatral de 1927, no en el libro. Yo intento adaptar la novela a través de mi prisma. La biografía de Shelley está en esa obra y la mía en esta película”, afirmó. Remarcó que la mayoría de las personas desconoce que gran parte de la historia corresponde a la criatura, un aspecto apenas tratado en el cine.

Para Del Toro, Frankenstein es un mito multivalente, capaz de renovarse en cada generación y expresar nuevas emociones. “Si puedes insuflar emoción a un relato de 200 años, eso es un gran truco alquímico”, concluyó ante CBS Sunday Morning.
Después de cinco décadas de búsqueda, el director considera que encontró su voz definitiva en esta adaptación y su obra más representativa.
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