“No me sentía merecedor de la atención. Si alguien se interesaba en mí, pensaba que era por el personaje que interpretaba, no por quién soy realmente”, confesó Alexander Skarsgård. El actor sueco –protagonista de éxitos como True Blood, Big Little Lies y Succession– se mostró directo y honesto en una entrevista para el podcast Armchair Expert, donde compartió episodios inéditos sobre su vida, su familia artística y su forma de enfrentar la fama sin perder originalidad.
De un entorno bohemio al reconocimiento global
La historia personal del artista se remonta a un entorno marcado por el arte: su padre, Stellan Skarsgård, es uno de los intérpretes más destacados de Suecia, y varios de sus hermanos también están ligados a la industria audiovisual.
Sin embargo, Alexander no soñó de niño con actuar. Su primer papel llegó casi por azar cuando tenía 7 años. “Fue un caso de nepotismo”, bromeó en la charla con su colega Dax Shepard, al recordar cómo un amigo de la familia lo eligió para una película.

Posteriormente, la fama le tocó la puerta. A los 13 años, se hizo conocido en su país gracias a una participación en un filme para televisión, pero la atención pública no le resultó cómoda. A propósito de ello, reveló: “No me gustaba ser reconocido, no sentía que me lo hubiera ganado”.
Durante su adolescencia, huyó de los focos y buscó independencia enrolándose en una unidad especial de la marina sueca. Para él, ese paso fue una manera de rebelarse contra el ambiente artístico y bohemio de su familia: “Quizás fue una forma de hacer algo completamente diferente”.
Hollywood: entre desafíos y logros artísticos
Terminada su etapa en el ejército, Skarsgård viajó a Inglaterra y después a Nueva York, donde estudió actuación en Marymount Manhattan College. Su llegada a Hollywood no fue inmediata ni sencilla. Debutó en Estados Unidos con “Zoolander”, pero después de esa experiencia afrontó años de incertidumbre profesional. “Pensé ingenuamente que Hollywood funcionaba así: entras a una audición y te dan el papel. Pero luego pasé años sin conseguir trabajo”, recordó.
El salto definitivo vino con la serie True Blood, donde se convirtió en el carismático vampiro Eric Northman. A partir de ahí, su carrera creció con producciones como “Melancholia”, “Battleship”, “Tarzan” y, sobre todo, la aclamada “Big Little Lies”, donde su personaje oscuro junto a Nicole Kidman le valió un Emmy.
En otras experiencias, también participó en “Succession”, mostrando una veta más lúdica en el drama empresarial, y en “The Northman”, película que consolidó su estatus como actor versátil.

Identidad sueca y adaptación cultural
Con una vida repartida entre Suecia y Estados Unidos durante casi 20 años, el intérprete regresó hace poco a Estocolmo. El retorno significó, según sus palabras, un “choque cultural”. “En mi corazón, siempre sentí que Suecia era mi hogar, pero volver después de tantos años fue extraño. Todo funciona, es pacífico, pero también hay una sensación de conformidad”, compartió.
En el intercambio, definió la cultura sueca como igualitaria, aunque marcada por el llamado “síndrome del tall poppy”, una tendencia a evitar destacar. Spbre esto, explicó: “En Suecia, la ley de Jante dice que no debes creerte especial ni soñar en grande. Es una sociedad muy de consenso, donde lo importante es encajar”. A su vez, valoró el ambiente igualitario pero puede limitar los sueños individuales.
Su experiencia militar fue clave para encontrar estructura y distancia respecto al entorno de su infancia. También recordó el aprendizaje de “subir o bajar el tono” según el país, adaptándose tanto a la cultura estadounidense, centrada en el éxito personal, como a la sueca, que prioriza el grupo.
Familia y la búsqueda de sentido
La entrevista estuvo marcada por anécdotas, entre ellas la expedición de Skarsgård al Polo Sur, en la que participó por tres semanas con una organización benéfica para soldados heridos. “Pasábamos horas caminando sin ningún punto de referencia. Era como estar en otro planeta”, relató. La monotonía y el aislamiento lo marcaron profundamente, pero también fortalecieron su capacidad de introspección.
Por otra parte, la familia sigue siendo un pilar vital. Con respecto a ello, señaló: “Mi padre era bohemio, siempre había artistas, poetas y músicos en casa. Yo a veces solo quería que mi familia fuera ‘normal’, que mi padre condujera un Saab y trabajara de nueve a cinco”. Entre risas y cierta nostalgia, apreció la libertad y creatividad que le brindó ese círculo.
Sobre la fama, el actor fue especialmente transparente: “La fama no define quién soy. Es solo una consecuencia de mi trabajo, no mi identidad”. Esta perspectiva, asegura que fue fundamental para no perder el equilibrio ante la presión del éxito y la exposición mediática.

Nuevos retos y apertura a otros registros
Actualmente, Skarsgård promociona la serie animada Murderbot, basada en las novelas de Martha Wells. El proyecto le permitió encarnar a un androide socialmente torpe, lejos de los personajes intensos por los que suele destacarse.
Al hablar sobre su próxima apuesta, comparó: “Después de proyectos tan oscuros como ‘The Northman’ o ‘Infinity Pool’, buscaba algo diferente. Murderbot es un personaje que solo quiere que lo dejen en paz, es muy divertido y cero testosterona”.
El proceso de grabación exigió tiempo para encontrar el tono exacto del personaje, contrastando la parsimonia robótica con una voz interna desenfadada y vibrante. Además, mencionó su participación en una película presentada en el Festival de Cannes sobre un club de motociclistas gay en Londres, demostrando así su interés por explorar registros nuevos y diversas miradas.

El reciente episodio para Armchair Expert concluyó con una reflexión sobre el regreso a Suecia y el valor de reencontrarse con su círculo más íntimo. “Me siento afortunado de poder elegir dónde vivir y de tener la oportunidad de descubrir quién soy más allá del trabajo”, confesó. De esta manera, destacó al arraigo, la genuinidad y la búsqueda de balance que hoy definen su camino.
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