
Sylvester Stallone es un ícono del cine de acción, pero su físico impresionante en películas como Rocky y Rambo no se logró sin un precio alto. Su dedicación extrema al entrenamiento y la dieta alcanzó un punto límite durante Rocky III, cuando llevó su cuerpo a un estado casi antinatural para verse como un boxeador de élite. Durante décadas, se especuló sobre los sacrificios que hizo para alcanzar esa condición física, pero no fue hasta en una entrevista con The Wall Street Journal, que el actor reveló los detalles más crudos de su régimen extremo.
Para Rocky III, Stallone quería que su cuerpo reflejara la imagen de un atleta en su mejor momento. Quería eliminar cualquier rastro de grasa y marcar cada músculo de su cuerpo. “Mi desayuno entero solía ser tal vez dos pequeñas galletas de avena hechas con arroz integral y diez tazas de café porque quería mantener mi grasa corporal en 2,8%”, confesó en la entrevista.
Su alimentación diaria era mínima y estaba diseñada únicamente para mantenerlo funcional sin aumentar su porcentaje de grasa. “Estaba comiendo solo atún”, reveló. No había margen para indulgencias, ni siquiera en los días de descanso. Cada comida estaba medida con precisión para garantizar que su cuerpo siguiera en estado de extrema definición muscular.

Para compensar la falta de calorías y energía, Stallone recurrió a la cafeína en cantidades exorbitantes. “Solía beber unas 25 tazas de café al día cuando estaba haciendo Rocky III”, reveló, dejando en claro que su dependencia del café era absoluta. La cafeína le suprimía el hambre, permitiéndole mantenerse dentro de su estricto régimen calórico.
Pero el abuso del café tuvo consecuencias severas. La falta de una alimentación balanceada, combinada con el exceso de estimulantes, afectó gravemente su capacidad cognitiva. “Estaba olvidando hasta mi número de teléfono”, admitió. La desnutrición y el agotamiento mental lo llevaron a un estado en el que su memoria comenzó a fallar.

“Mi memoria estaba completamente destruida. Estaba teniendo todo tipo de efectos físicos debilitantes”, reconoció. La combinación de baja ingesta calórica, deshidratación y sobreentrenamiento llevó su cuerpo a un estado de deterioro silencioso, aunque en pantalla se viera en su mejor forma.
Aunque en Rocky III Stallone logró la transformación física que buscaba, su cuerpo pagó un precio muy alto. Con el tiempo, las secuelas de su entrenamiento extremo comenzaron a manifestarse en forma de lesiones y problemas de salud que lo llevaron a someterse a numerosas cirugías. “He tenido cinco operaciones de espalda, dos de hombro, tres fusiones de cuello, ambas rodillas... Soy biónico”, confesó, haciendo referencia a la cantidad de procedimientos quirúrgicos que ha tenido que atravesar debido a las exigencias de su carrera.

Los años lo obligaron a cambiar su enfoque del entrenamiento. Si bien en su juventud levantaba pesas y realizaba entrenamientos de alto impacto, hoy ha optado por métodos más suaves que le permitan mantenerse activo sin comprometer sus articulaciones. “He pasado de levantar pesas normales a usar principalmente bandas y cables. Es como terapia física. Usas la barra, haces diferentes movimientos y mantienes las articulaciones en movimiento todo el tiempo”, explicó.
Además de su disciplina física, Stallone también llevó su entrenamiento mental al extremo. Durante la preparación para sus papeles, estudiaba técnicas de combate y analizaba la psicología de los personajes para hacerlos más creíbles. En Rocky III, entrenó con campeones reales de boxeo, adaptando su estilo para mejorar la autenticidad de las escenas de pelea. A lo largo de su carrera, sufrió fracturas, desgarros musculares y conmociones debido a la intensidad de las filmaciones. En Rambo III, una escena de acción le provocó una lesión grave en el torso que requirió hospitalización. Su dedicación extrema dejó una marca imborrable en su cuerpo.
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