
La “tragedia educativa” diagnosticada hace casi 30 años en Argentina no ha hecho más que profundizarse y afecta directamente el desarrollo social, económico y productivo del país, según el diagnóstico compartido por los especialistas que participaron este jueves 18 del XVIII Foro de Calidad y Equidad Educativa organizado por Educar 2050.
El evento reunió a referentes del sistema educativo, del sector empresarial y del ámbito académico para discutir las “urgencias” de la educación argentina con dos focos principales: la profesión docente y la articulación con el sistema productivo.
Tras la apertura a cargo de Florencia Ruiz Morosini, directora ejecutiva de Educar 2050, hubo una breve intervención del secretario de Educación de la Nación, Carlos Torrendell, quien planteó la necesidad de repensar el modelo escolar frente a los cambios culturales y tecnológicos.
“Una clave del cambio de paradigma pasa por dejar de pensar el aula como mundo y empezar a pensar el mundo como aula”, sostuvo. En esa línea, señaló que históricamente el docente fue el “embajador del mundo” dentro del aula, pero que hoy el desafío es reconvertir la escuela en un espacio conectado con el entorno, lo que redefine tanto el rol docente como la relación del sistema educativo con el mundo del trabajo.
El primer panel del foro estuvo dedicado al rol docente y contó con la participación de Anabella González, directora de nivel inicial y primario del Colegio Madre Teresa, y de Cecilia Veleda, investigadora principal de CIPPEC y exdirectora del Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD), con la moderación del periodista especializado Ricardo Braginski.
El Colegio Madre Teresa, una escuela privada de “cuota cero” ubicada en Virreyes, en el conurbano bonaerense, quedó este año entre los 10 finalistas del premio a las mejores escuelas del mundo (el World’s Best School Prize) organizado por T4 Education. La nominación fue en la categoría “superación de la adversidad”, dado que la escuela está inmersa en un contexto de pobreza estructural y exclusión social.
“Atendemos a una población en situación de vulnerabilidad. Siempre decimos que matriculamos no solo a los estudiantes, sino también a sus familias”, explicó Anabella González. La institución, que tiene 23 años de trayectoria, desarrolla talleres de crianza y alfabetización para adultos, con el objetivo de que puedan acompañar el aprendizaje de los chicos, que en muchos casos son los primeros egresados de su familia. “Trabajar en estos contextos excede ampliamente lo pedagógico”, subrayó.
Veleda, por su parte, advirtió sobre la sobrecarga que enfrenta hoy la docencia. “A las escuelas se les pide de todo: atender situaciones sociales complejas, identificar derechos vulnerados, ocuparse de los comedores. Son la representación del Estado en todo el territorio nacional, pero en la mayoría de los casos no reciben las herramientas necesarias”, señaló. Según la especialista, esa sobrecarga termina corriendo el foco del aprendizaje y se ve agravada por la falta de articulación entre las políticas educativas y otras políticas sociales y de salud.

La formación, el gran pendiente
La formación docente fue uno de los ejes centrales de las intervenciones a lo largo del Foro. Varios especialistas resaltaron que el diagnóstico sobre la baja calidad del sistema de formación lleva décadas, pero que ningún gobierno logró abordarlo. Veleda remarcó que no existe una “bala de plata” capaz de resolver los problemas del sistema educativo, pero sostuvo que la formación inicial de los docentes es uno de los puntos clave para comenzar a revertir el deterioro actual, pese a las dificultades que ella misma reconoció en su paso por el INFoD.
“Hay alrededor de 1.300 institutos de formación docente y la mitad tiene menos de 250 estudiantes. No hay evaluación de ingreso ni de egreso”, señaló. Recordó que la evaluación Enseñar de 2017 –que no volvió a implementarse desde entonces– mostró que el 40% de los estudiantes que estaban terminando la formación docente tenía dificultades de comprensión lectora, y advirtió que los déficits de la formación inicial no logran compensarse luego con la formación continua, que es donde suelen concentrarse los esfuerzos de los gobiernos.
Varias de las intervenciones abordaron el proyecto de ley de “libertad educativa” con una mirada crítica. González expresó su preocupación por el impacto que podría tener en contextos vulnerables. “A las familias les falta información y capital cultural para poder elegir en los términos que plantea el proyecto. Tenemos que contemplar qué familias tenemos. Me preocupa el corrimiento del Estado y que la propuesta termine siendo un catalizador de desigualdades”, afirmó.
A modo de ejemplo, habló sobre el creciente problema del ausentismo y la “asistencia intermitente”, y describió las dificultades que tienen para lograr algo tan básico como que las familias manden a sus hijos a la escuela, tanto en secundaria como en primaria: “Hacemos visitas domiciliarias y encontramos a las familias durmiendo cerca del mediodía. Tenemos que convencer a muchos padres de que no da lo mismo ir o no ir a la escuela, de que es importante que sus hijos aprendan Lengua y Matemática”.
Veleda coincidió en que el debate no pasa por otorgar más atribuciones a las familias sin garantizar condiciones previas. “La pregunta es autonomía bajo qué condiciones”, planteó, y recordó una idea de Cecilia Braslavsky: “Hoy el mayor problema es la anomia, no la falta de autonomía. No hay un ‘ahogo’ de las escuelas, sino un abandono del Estado”.
En ese marco, defendió la evaluación docente, pero con foco en la formación inicial, dado que la evaluación de docentes en ejercicio implica “una gran complejidad técnica”. Para Veleda, el problema no es tanto de falta de información, sino de utilizar mejor la información disponible: “Hay que empezar a usar mucho más los resultados de las pruebas Aprender por escuela, que están disponibles desde hace décadas”.

Un techo al desarrollo productivo
El segundo bloque del foro estuvo dedicado a analizar el impacto de las urgencias educativas en el desarrollo económico y empresarial. Participaron Javier Curcio (economista del IIEP de UBA y Conicet), Ricardo Ferreiro (Tecpetrol) y Erika Bienek (Grupo Techint), con la coordinación de Manuel Álvarez Trongé, presidente de Educar 2050.
“No es una exageración hablar de tragedia educativa”, definió Curcio, y señaló que los bajos resultados “afectan al sistema escolar, pero también a la cohesión social y al sistema productivo”. El economista citó el Índice de Resultados Escolares que elabora Argentinos por la Educación, según el cual solo 10 de cada 100 estudiantes llegan al final de la secundaria en tiempo y forma, con enormes desigualdades por nivel socioeconómico y por jurisdicción: son 23 de cada 100 en la Ciudad de Buenos Aires, frente a apenas 3 de cada 100 en Chaco.
Según explicó, estos déficits impactan directamente en la productividad porque aumentan los errores, los costos de supervisión y los tiempos de capacitación de los trabajadores, además de limitar la innovación y perpetuar la reproducción de las desigualdades sociales.
Desde la experiencia empresarial, Ferreiro describió la brecha entre las habilidades que requiere la industria y las competencias de los egresados. En el caso de Vaca Muerta, señaló, falta mano de obra calificada en todos los niveles, desde ingenieros hasta operadores de campo. Incluso mencionó que en los exámenes de ingreso a Tecpetrol, los aspirantes universitarios obtienen hoy un 35% menos de puntaje que hace 10 o 15 años.
“Hay un sistema que te da un papelito, un certificado, pero después la persona se presenta en el mundo laboral y ve que lo aprendido no le alcanza”, señaló Ferreiro, y subrayó que “en la industria hay una preocupación muy grande por la situación educativa: antes escuchábamos en otros países de la región que los argentinos se distinguían por su nivel educativo, pero hoy eso se escucha cada vez menos”.
Bienek presentó la experiencia de la Escuela Técnica Roberto Rocca de Campana, también reconocida a nivel internacional. Allí la mayoría de los estudiantes provienen de sectores vulnerables y, sin embargo, alcanzan altos niveles educativos. “La experiencia muestra que se puede”, afirmó, y resaltó la importancia de la articulación entre el Estado, las escuelas, las familias y el sector industrial. Subrayó la necesidad de poner el foco en la formación docente, de escuchar a los profesores y de diseñar junto a ellos políticas de largo plazo, así como la necesidad de medir resultados: “Si no medimos, no sabemos dónde estamos”.
Curcio insistió en que no hay capital humano sin inversión suficiente. Recordó las investigaciones de James Heckman sobre los “altos retornos” económicos y sociales de la inversión en educación temprana, y advirtió que el salario docente se encuentra hoy en niveles similares a los de 2004, tras un proceso de recuperación que se revirtió a partir de 2018. Además, señaló que el presupuesto nacional en educación cayó un 50% en los últimos dos años. “Se requiere una inversión adecuada, inteligente y sostenida”, concluyó.

Críticas a la “libertad educativa”
Las conclusiones estuvieron a cargo de Guillermina Tiramonti, investigadora de Flacso, y de Susana Decibe, exministra de Educación de la Nación entre 1996 y 1999, durante el segundo gobierno de Carlos Menem.
Tiramonti destacó que el foro de Educar 2050 dio espacio al aparato productivo, algo poco frecuente en el debate educativo, y advirtió que existe una conciencia creciente de que la educación actual no está aportando los recursos que el país necesita para salir adelante.
“La cuestión docente es central: tanto la formación como la carrera”, afirmó, y señaló que la escuela secundaria está produciendo egresados que no están en condiciones de incorporarse al mundo del trabajo ni a la universidad.
Decibe, por su parte, cuestionó el proyecto de “libertad educativa” y el rol subsidiario que plantea para el Estado. “Más que autonomía, es abandono”, sostuvo, y señaló que los problemas educativos no se resuelven cambiando la ley, sino aplicando las leyes vigentes.
“Es innecesaria una ley nueva. Si a la situación actual le sumamos la ausencia del Estado y la transferencia de la responsabilidad a las familias, estaremos enterrando la posibilidad de construir una educación de calidad”, dijo Decibe. Y lamentó: “La propuesta del Gobierno es totalmente ideológica: supone que el mercado puede resolverlo todo. Es tan absurda que no creo que se animen a presentarla en el Congreso. Es una lástima que el país pierda otra oportunidad”.
La exministra destacó los diseños curriculares vigentes en las provincias y puso el foco en el “puente” entre esos documentos oficiales y las aulas. “El docente que hoy está en el aula está abandonado. Los diseños curriculares, que en general están bien hechos, no se conocen en las escuelas. La ‘traducción’ del diseño al aula es un desafío clave: cómo transformar esos contenidos en guiones de clase. Si pusiéramos el foco ahí, concentrando la enseñanza en los contenidos fundamentales de cada disciplina, podríamos dar un salto importantísimo en apenas cinco años”, propuso Decibe, y resaltó que la tecnología puede ser una aliada clave en ese proceso.
En el cierre, Tiramonti sintetizó una de las ideas que atravesaron todo el encuentro: “La educación no es solo un conjunto de saberes individuales, es un proyecto de país y, por lo tanto, una cuestión de Estado. Ningún proyecto de desarrollo es posible sin un proyecto educativo”.
La especialista, que la semana pasada fue distinguida como “académica emérita” de Flacso Argentina por su extensa trayectoria en el campo de la educación, advirtió sobre la pretensión “refundacional” de la ley de libertad educativa: “Este proyecto no va resolver ninguno de los problemas de la educación, y pone en discusión cuestiones que ya se debatieron a fines del siglo XIX. Pretende algo que solemos hacer los argentinos: refundar”, cuestionó Tiramonti. Y concluyó: “En vez de volver a empezar, necesitamos pensar en qué mundo vivimos y qué educación necesita ese mundo”.
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