
Cada vez más jóvenes terminan la escuela en Argentina. Hace diez años, en 2014, el 67,6% de las personas de 25 a 30 años habían alcanzado el título secundario. Para 2024, esa cifra ascendió a 74,2%: 3 de cada 4 jóvenes argentinos tienen secundaria completa. La tendencia coincide con un deterioro en los aprendizajes básicos.
El último informe de Argentinos por la Educación presenta un dato que puede resultar paradójico: en la última década mejoró la terminalidad de la escuela secundaria, pero empeoraron los niveles de aprendizaje. El documento –elaborado por Viviana Postay, especialista en gestión educativa, junto con María Sol Alzú y Martín Nistal, investigadores de Argentinos por la Educación– pone el foco en los indicadores de terminalidad educativa a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC.
El aumento de la cantidad de egresados contrasta con los resultados de Matemática de la prueba Aprender del último año de secundaria. En 2016, el 29,8% de los estudiantes alcanzaba el nivel esperado (satisfactorio y avanzado) en esta materia, mientras que en 2024 la cifra se redujo a menos de la mitad: 14,2%. Dentro de ese porcentaje, los datos mostraban un 5,2% de alumnos en el nivel avanzado en 2016; en 2024 ya no había estudiantes en ese nivel (el más alto de la prueba).
En Lengua, en tanto, se observa una leve mejora: el 53,7% alcanzaba el nivel satisfactorio en 2016, y la cifra ascendió al 58% en 2024 (pero también se redujo de 9,4% a 6,3% el porcentaje de estudiantes de nivel avanzado).

A casi 20 años de la sanción de la obligatoriedad de la secundaria, los datos muestran que 1 de cada 4 jóvenes sigue sin terminar la escuela. Esta deuda es mucho más grande en los sectores vulnerables: en el quintil más bajo de nivel socioeconómico, solo 6 de cada 10 jóvenes finalizan la secundaria, mientras que en el quintil más rico la cifra asciende a 9 de cada 10.
Un informe previo de Argentinos por la Educación mostró hace unas semanas que apenas el 10% de los estudiantes llegan al final de la secundaria “en tiempo y forma”. Ese indicador –al que denominan “Índice de Resultados Escolares”– se refiere a cuántos estudiantes cursan la secundaria sin repetir ni abandonar, y logran los niveles esperados de aprendizaje en Lengua y Matemática. Este nuevo informe, en cambio, pone el foco en cuántos jóvenes de 25 a 30 años tienen título secundario, aunque no lo hayan obtenido “en tiempo y forma”.
“No debemos olvidar que la escuela secundaria responde a un contrato fundacional elitista y expulsivo, tampoco que su obligatoriedad registra menos de dos décadas. Por lo tanto, el crecimiento de la terminalidad en este nivel es un logro democrático importantísimo que no debe minimizarse, en particular por el aumento registrado de estudiantes de sectores sociales empobrecidos e históricamente excluidos de este espacio de formación que están logrando completarlo. El desafío continúa siendo compatibilizar esta positiva expansión del nivel con aprendizajes reales”, afirma Viviana Postay, coautora del informe.
En estos 10 años hubo avances en la reducción en la desigualdad. El informe destaca que el crecimiento de la terminalidad fue más pronunciado en los sectores de menores ingresos: en la última década, la tasa en el quintil más bajo aumentó de 41,5% a 60,0%, es decir, 18,5 puntos porcentuales, frente a un incremento de 5,1 puntos en el quintil más alto.

A la vez, persisten diferencias importantes por género. Entre las mujeres de 25 a 30 años, el 77,4% terminó la secundaria, mientras que entre los varones del mismo grupo etario la cifra es 70,9%: casi 7 puntos menos.
Si la escuela certifica aprendizajes, ¿cómo se explica que crezcan los niveles de titulación mientras las evaluaciones nacionales señalan que los aprendizajes empeoraron?
Romina de Luca, investigadora del Conicet y coordinadora del área de educación del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS), menciona dos factores centrales. El primero es la modificación de los regímenes académicos y la flexibilización de las condiciones de promoción en la mayoría de las jurisdicciones: “Previo a la pandemia, algunas provincias iniciaron procesos de modificación de sus regímenes académicos que tendieron a flexibilizar los contenidos. Durante la pandemia esto se generalizó en todo el país: empezaron los proyectos donde se aprueban materias por proyectos (grupos de materias) o por equivalencias”.
“Por otra parte, también se observa cierta expansión de la educación destinada a jóvenes y adultos que mejora la tasa de egreso de la escuela secundaria (el informe no pregunta en qué modalidad terminaron los jóvenes). Hay formatos como el Fines 2 (o “secundaria trayectos”) que crecieron mucho en matrícula con contenidos flexibilizados o reducidos”, explica De Luca a Infobae. Y menciona que en 2022, 1 de cada 5 estudiantes terminó la escuela secundaria en estos programas.
“La obligatoriedad implica que todos los estudiantes deben egresar habiendo aprendido. No se trata solo de estar en la escuela, sino de garantizar los aprendizajes necesarios”, analiza Postay.
“Logramos ampliar la escolaridad: los dispositivos para sostener la asistencia y la terminalidad han funcionado bastante bien. Cada vez más jóvenes acceden y terminan la secundaria. Pero los aprendizajes siguen siendo el punto débil. Somos eficaces para aumentar la matrícula y la permanencia, pero no lo suficiente para asegurar saberes básicos”, continúa Postay.
Para la especialista, la meta debería ser aumentar la terminalidad junto con la calidad de los aprendizajes: “En la práctica eso no está ocurriendo. Tenemos estudiantes en la secundaria que todavía no están alfabetizados, o sea que incluso los saberes más básicos están costando cada vez más”.
Felicitas Acosta, investigadora de la Universidad Nacional de General Sarmiento, concluye: “Los progresos en la mejora de la finalización de la educación secundaria evidencian un doble desafío para las políticas de obligatoriedad: por un lado, sus límites para garantizar el egreso de toda la población en tiempo y forma; y por otro, la necesidad de impulsar políticas que aseguren condiciones efectivas de escolarización, en un escenario donde persiste una amplia brecha entre los sectores más acomodados y los de menores recursos”.
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