
Ana Casiva es una profesora y licenciada en Letras que ha dedicado su carrera a temáticas en torno a la alfabetización. Actualmente integra el equipo pedagógico de la Fundación Varkey, asesora a Misiones Rurales Argentinas y coordina la capacitación de docentes en esta área.
Vive en Mendoza, donde se ha destacado por haber acompañado la implementación del programa “Queremos aprender”, dirigido por Ana Borzone. Casiva comenzó a colaborar con este programa en 2016, cuando formaba parte del equipo técnico pedagógico de la Dirección de Educación Inicial de Mendoza. Más tarde asumió la coordinación del proyecto en la provincia durante las gestiones de los ministros de Educación Jaime Correa y José Thomas.
En esta entrevista, Casiva explica cómo la metodología aplicada ha influido en una mejora de las habilidades de lectocomprensión de los estudiantes, resaltando la importancia de un enfoque sistemático y continuo en la enseñanza desde los primeros años.
—El año pasado, Argentinos por la Educación mostraba una estadística preocupante, cuando decía que uno de cada dos chicos de tercer grado no había desarrollado habilidades de lectocomprensión. Pero en Mendoza, los estudiantes que mantenían la presencialidad en el aula habían crecido muy por encima de la media. ¿A qué se debió eso?
—Acá se trabajó específicamente sobre la presencialidad. Cuando el tiempo de la escuela es bien aprovechado, hay impacto en el aprendizaje. Claramente hacen falta metodologías específicas y una sistematicidad, porque no es lo mismo hacer este tipo de tareas de forma aislada que con frecuencia. La frecuencia de la tarea es clave. La frecuencia, la sistematicidad, la intensidad, la progresión. Todo esto da resultados.
—¿Cuáles fueron las claves del programa “Queremos aprender” para que fuera exitoso?
—El programa de la doctora Borzone es verdaderamente integral. Aborda todos los componentes de la alfabetización. Leer y escribir involucra muchísimos recursos de las personas. El programa está pensado para comenzar en el nivel inicial, que es cuando se organizan las dimensiones personales y todo lo que implica la alfabetización: la dimensión lingüística, cognitiva, socioemocional, las funciones ejecutivas, el conocimiento del mundo, todo lo que uno pone en juego cuando lee y escribe. El programa pone en juego las funciones ejecutivas, que son clave para el aprendizaje en general, pero particularmente para la alfabetización inicial, que tiene que lograr que se automaticen los procesos de nivel inferior. Y, además, el docente que atraviesa la formación se capacita en estos aspectos; lo fortalece muchísimo en cuanto a sus recursos para enseñar y esto ha sido una de las claves muy importantes.

—¿Por qué comienza en el nivel inicial?
—Empezar en nivel inicial fue todo un cambio de paradigma, porque se entendía a la alfabetización como algo que empezaba en primer grado, cuando, en realidad, la tremenda brecha está en los primeros años. Los chicos necesitan propuestas de enseñanza que se sostengan en el tiempo y que acompañen una articulación verdadera entre los niveles y entre los distintos grados.
—Cuando se habla del modelo de “Queremos aprender” siempre se hace foco en el desarrollo de la conciencia fonológica. Pero ¿qué más implica?
—”Queremos aprender” toma múltiples aspectos y componentes de la alfabetización. La conciencia fonológica es solo uno. El programa, como decía, pone el acento en funciones ejecutivas, en el desarrollo del discurso oral y las habilidades lingüísticas, en el vocabulario, que es un componente esencial de la alfabetización. Además, trabaja específicamente en cómo se convierte un texto oral organizado y cómo el docente colabora con el niño para que organice el texto, de tal manera que vaya descubriendo que la escritura tiene un estilo discursivo diferente al de la lengua oral. Se trabaja en la planificación y la composición del texto escrito y en lo que sería la puesta en texto propiamente dicha. Hay mucha metodología en “Queremos aprender” enfocada en los distintos componentes de la alfabetización. Es mucho más que solo conciencia fonológica.
—¿Por qué, entonces, queda tan atado a eso?
—La conciencia fonológica es el camino más certero y eficaz para conocer el sistema de escritura. Pero se suele confundir conciencia fonológica con método fónico. El método fónico era el método tradicional, por eso muchos piensan que “Queremos aprender” es conductista. El método fónico es anterior a la psicogénesis y comenzaba por la enseñanza de las letras y por los elementos no significativos del sistema de escritura. Y la conciencia fonológica no es eso. Conciencia fonológica es darse cuenta de los sonidos que componen la lengua oral. Es una habilidad auditiva. Está vinculada con la lengua que hablamos, no con la lengua que escribimos. La propuesta de “Queremos aprender” trata de sensibilizar los sonidos del lenguaje y, desde allí, descubrir el sistema de escritura. No sería un camino desde la letra a los sonidos, sino desde los sonidos a las letras. Implica una tarea de mucho involucramiento de parte del niño, porque se trata de que él oriente su atención. Es una perspectiva distinta a la del conductismo, donde el protagonista era el que enseñaba.
—¿Cómo se evalúa la comprensión lectora?
—Hay diferentes pruebas específicas que evalúan los distintos aspectos. La fluidez se evalúa en tres aspectos: cantidad de palabras por minuto, la precisión de la lectura y la prosodia. Entonces, por ejemplo, si un chiquito lee “azana” en lugar de “manzana”, el acceso al léxico está dificultado. Y la medición de fluidez es un indicador de comprensión. Si no hay fluidez, no hay comprensión. Si la lectura es muy lenta, si está entrecortada o hay errores en lo que lee, voy a pensar que no hay comprensión en su lectura autónoma.

—¿En qué momento está completamente alfabetizado?
—La alfabetización es un proceso que no se acaba, porque todo depende de la complejidad de los textos que quieras leer y escribir. Cuando nosotros decimos que se alfabetiza en primer grado, lo que se pone es una meta: que puedan escribir de manera autónoma palabras o textos sencillos. Es importante poner metas porque marcan hacia dónde caminamos. Pero no es alfabetización que sepan escribir letras o que sepan copiar.
—¿Cómo impacta copiar textos?
—Hay chicos que copian cuadernos enteros y no escriben por sí mismos. La copia no es alfabetización; es más, está estudiado lo contraproducente que es. Muchas veces automatizan gestos gráficos que no ayudan para escribir con fluidez. Además, la copia es muy demandante atencionalmente y muchos chicos se terminan frustrando. Es una actividad poco eficaz, pero está sumamente instalada en las escuelas. ¿Cuándo decimos que se alfabetiza? Cuando puede escribir una frase de manera autónoma.
—¿Cuáles son las acciones remediales con los chicos del secundario que todavía tienen dificultades en la lectura?
—Esos chicos necesitan una atención muy personalizada en sesiones muy focalizadas para leer y escribir. Al margen de que todos los docentes deberían entender que la lectura y la escritura son transversales a todas las disciplinas, a todas las áreas, a todas las materias. No es sólo un tema del área de lengua. Está institucionalizado que leer y escribir le corresponde a Lengua cuando, en realidad, la lectura y la escritura las usamos para acceder al conocimiento y para participar en la sociedad. Entonces, al margen de esto, cuando un chiquito está desfasado necesita una atención específica y en tiempos específicos para eso. En muchas escuelas de Mendoza hay un “Docente MATE”, que es el Maestro de Apoyo a las Trayectorias Educativas. Son docentes que trabajan como pareja pedagógica en el aula, pero también sacan a los chicos de las aulas. Lo hacen, por ejemplo, una hora, tres veces por semana, para trabajar focalmente en lo que el niño necesita. Un programa remedial tiene que tener frecuencia, sistematicidad e intensidad. Como cuando uno practica un deporte.
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