
Europa podría sumar hasta 42 días adicionales de verano para el año 2100 si las emisiones de gases de efecto invernadero persisten en niveles elevados, según un estudio internacional liderado por Royal Holloway y la University of Southampton, publicado en la revista Nature Communications.
El análisis, que abarca registros climáticos de los últimos 10.000 años, señala que el debilitamiento del gradiente de temperatura entre el ecuador y el Ártico es el principal motor de este fenómeno, con efectos significativos sobre el clima, los ecosistemas y la sociedad europea, detalló la University of Southampton.
El equipo dirigido por Celia Martin-Puertas (Royal Holloway), junto a Laura Boyall y Ash Abrook (University of Southampton), concluyó que bajo un escenario de emisiones elevadas identificado como SSP5-8.5, el verano en Europa podría extenderse hasta ocho meses para finales de siglo.
El estudio estima que por cada grado de disminución en la diferencia de temperatura entre el ecuador y el Polo Norte, el continente ganaría seis días más de verano adicionales. Si continúa el ritmo actual de calentamiento ártico, esto supondría hasta 42 días extra en 2100.

La University of Southampton destaca que la prolongación de la estación cálida no es exclusiva del presente. Boyall explicó: “Nuestros hallazgos muestran que no se trata solo de un fenómeno actual; es una característica recurrente del sistema climático terrestre. Pero lo que diferencia al presente es la velocidad, la causa y la intensidad del cambio”.
En el pasado, durante el Holoceno medio, los veranos europeos alcanzaron casi 200 días al año, cifra comparable a las previsiones más extremas para el futuro.
El papel del gradiente de temperatura en los veranos europeos
El gradiente de temperatura latitudinal —la diferencia térmica entre el Ártico y el ecuador— es el mecanismo central señalado por la investigación. Este gradiente impulsa los vientos atlánticos que regulan el clima europeo.
Actualmente, el Ártico experimenta un calentamiento hasta cuatro veces superior al promedio global, lo que debilita el gradiente y ralentiza las corrientes de aire. Así, los patrones veraniegos se vuelven más persistentes, las olas de calor se extienden y la estación cálida se alarga.

Boyall enfatizó: “Cuando el contraste de temperatura entre el Ártico y las latitudes medias disminuye, el verano europeo se expande de forma efectiva”. Este proceso, conocido como amplificación ártica, ya se observó en las últimas décadas, con veranos cada vez más largos y extremos en el continente.
Para dimensionar estos cambios, los científicos analizaron registros de sedimentos lacustres de lagos en Finlandia (Nautajärvi) y Reino Unido (Diss Mere). Estas capas anuales permiten reconstruir la duración de los veranos e inviernos durante milenios. El estudio reveló que, en el Holoceno medio, el verano duraba en promedio 195 días, con variaciones entre 164 y 202 días en otros periodos.
La correlación entre la duración de los veranos y el gradiente de temperatura latitudinal fue significativa a lo largo de milenios, según la University of Southampton. Abrook afirmó: “Las capas estacionales en estos archivos lacustres han sido cruciales para desentrañar la dinámica de los veranos pasados. Comprender estos sistemas en el pasado proporciona una visión clara de lo que puede esperarse a medida que nos acercamos —o incluso superamos— los escenarios de calentamiento futuro”.

Modelos climáticos y escenarios: ¿qué significan SSP5-8.5, SSP1-2.6 y CMIP6?
El estudio utilizó modelos climáticos y simulaciones del proyecto CMIP6 (Coupled Model Intercomparison Project Phase 6) para proyectar la evolución del gradiente de temperatura y la duración de los veranos bajo distintos escenarios.
Los escenarios SSP5-8.5 y SSP1-2.6 corresponden a proyecciones empleadas por el IPCC que cruzan trayectorias socioeconómicas con posibles aumentos de gases de efecto invernadero para 2100. SSP5-8.5 representa un escenario de altas emisiones y fuerte impacto climático; SSP1-2.6, uno de bajas emisiones y calentamiento limitado.
Según las simulaciones, si el mundo sigue el camino más optimista (SSP1-2.6), Europa sumaría unos 13 días de verano para 2100; en el escenario intermedio (SSP2-4.5), el aumento sería mayor, y, si persisten las emisiones altas (SSP5-8.5), podrían alcanzarse 42 días adicionales. Estas proyecciones superan incluso las estimaciones previas, lo que indica que los modelos podrían estar subestimando la magnitud de los cambios dinámicos asociados al calentamiento.
Martin-Puertas subrayó: “Nuestra investigación demostró que las estaciones europeas han dependido del gradiente de temperatura durante miles de años, lo que permite predecir con mayor precisión las transformaciones futuras”.

Un verano más largo tendría impactos profundos
La University of Southampton advierte sobre alteraciones en los ciclos biológicos y migratorios de los ecosistemas, necesidad de adaptación agrícola a nuevas condiciones y periodos de sequía, así como mayor presión sobre los recursos hídricos.
Además, la salud pública se vería afectada por la mayor frecuencia e intensidad de olas de calor y la proliferación de enfermedades asociadas al clima cálido.
El estudio indica que factores como la reducción de aerosoles industriales y los bucles de retroalimentación internos del sistema climático podrían modificar aún más el calendario estacional europeo.
Los autores insisten en que comprender la relación entre el gradiente de temperatura y la duración de las estaciones es esencial frente a los desafíos del cambio climático.
La University of Southampton subraya que los registros paleoclimáticos no solo son una ventana al pasado, sino también una advertencia sobre los escenarios posibles para Europa si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.
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