
La creencia de que la felicidad sigue una “curva en U” a lo largo de la vida, con un repunte en la vejez tras una crisis en la mediana edad, ha sido ampliamente difundida en libros de autoayuda, artículos de divulgación y políticas públicas. Sin embargo, un reciente estudio alemán, basado en más de treinta años de datos longitudinales, desafía este paradigma.
De acuerdo con la investigación publicada en European Sociological Review y analizada por Muy Interesante, la felicidad no experimenta un rebote automático al llegar a la vejez, sino que desciende de forma constante, con un leve repunte antes de la jubilación, seguido de una caída significativa en los años posteriores.
Un análisis más riguroso de la satisfacción vital
El estudio, dirigido por Fabian Kratz y Josef Brüderl, utilizó el German Socio-Economic Panel, una de las mayores bases de datos longitudinales del mundo, con más de 70.000 personas observadas desde 1984.
A diferencia de estudios anteriores que comparaban grupos de diferentes edades en un solo momento, este análisis siguió a los mismos individuos a lo largo de su vida adulta. Esto permitió captar los auténticos cambios en la satisfacción vital, dejando de lado las diferencias generacionales, culturales y económicas entre cohortes.

El hallazgo central, según Muy Interesante, es sólido: la felicidad no remonta con la edad. El estudio detectó un descenso gradual del bienestar desde la juventud hasta los 50, con una ligera mejora entre los 55 y 64 años, tal vez vinculada a la proximidad de la jubilación, pero después de los 65 años, la satisfacción vital cae con fuerza. La popular “curva en U” se revela como una ilusión estadística.
Uno de los factores clave que mantuvo viva esta creencia fue la confusión metodológica: muchos estudios compararon personas de diferentes edades sin distinguir entre el efecto del envejecimiento y las diferencias generacionales.
Además, la existencia de un “sesgo de forma funcional” llevó a algunos investigadores a imponer el modelo de curva en U, condicionando los resultados antes de analizar los datos reales. Al analizar la evolución individual, el nuevo estudio alemán evitó este error y priorizó los cambios internos reales.

El “sobrecontrol” de variables como la salud o los ingresos resultó en otro sesgo. Al ajustar por estos factores, que suelen ser consecuencia del envejecimiento, se eliminaba parte del verdadero efecto de la edad sobre el bienestar.
Como señala Muy Interesante, el estudio demuestra que estos enfoques estadísticos pueden fabricar cualquier resultado: desde un aumento, hasta una caída o una curva en U perfectamente modelada.
¿Qué muestran realmente los datos longitudinales?
Gracias al German Socio-Economic Panel, los investigadores observaron que la satisfacción vital cae de manera persistente desde la juventud hasta finales de los 50, con una reducción media de medio punto (en escala de 0 a 10).
Hay un leve repunte alrededor de los 60 años, probablemente relacionado con el alivio laboral o la expectativa de retiro, para luego dar paso a una caída más abrupta después de los 65. No se hallaron pruebas de un resurgimiento estable en la vejez.
Este patrón, denominado “trayectoria en pendiente”, coincide con estudios longitudinales de Reino Unido y Australia, que tampoco encuentran un mejoramiento mágico del bienestar en la vejez.
La ilusión de una vejez más feliz, según el estudio, está amplificada por el “sesgo de supervivencia”: las personas más felices suelen vivir más y responden más a las encuestas, mientras que quienes experimentan mayor declive tienden a abandonar los estudios o fallecen, sesgando así los resultados de los análisis transversales.

Otros sesgos, como el de composición o el sobrecontrol estadístico, también distorsionaron la evidencia. Al corregirlos, la famosa curva en U desaparece y solo queda un declive moderado, una breve pausa y un marcado deterioro emocional en los últimos años.
Implicaciones para el bienestar y las políticas públicas
Lejos de un mensaje pesimista, el estudio invita a reflexionar sobre cómo mantener el bienestar en la vejez. Si la tendencia general es un descenso en la felicidad, el reto es identificar y fortalecer los factores que pueden amortiguar esa caída: salud, redes sociales, sentido de propósito y seguridad económica.
Desde el ámbito de las políticas públicas, esto implica romper con el mito del “final feliz automático” y diseñar estrategias que incluyan la lucha contra la soledad, mayor participación comunitaria, atención a la salud mental y prevención de la dependencia física.

Como recuerda Muy Interesante, el bienestar en la vejez no ocurre solo; necesita apoyo concreto y oportunidades reales para prosperar.
Por último, el estudio alemán destaca la relevancia de la rigurosidad metodológica en la investigación social. Comprender correctamente la evolución de la felicidad a lo largo de la vida permite abordar mejor los desafíos del envejecimiento y crear políticas públicas más adecuadas a la realidad de las personas mayores.
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