
En el reino animal, pocos fenómenos resultan tan sorprendentes como la capacidad de los pulpos y otros cefalópodos para transformar su apariencia en cuestión de segundos. Estos animales marinos no solo alteran el color de su piel, sino que también modifican su forma y textura con una rapidez sin igual, superando a cualquier otro ser vivo conocido.
Según especialistas de National Geographic, esta habilidad va mucho más allá del simple camuflaje y representa una de las adaptaciones evolutivas más sofisticadas del océano.
El secreto de esta transformación reside en la compleja biología de los cefalópodos, grupo que incluye a pulpos, sepias y calamares. Su piel está cubierta por millones de cromatóforos, células pigmentarias que funcionan como diminutos píxeles. Cada cromatóforo contiene un saco de pigmento rodeado por fibras musculares que, al contraerse o estirarse, expanden o reducen el punto de color, generando patrones visuales complejos.
Además, pulpos y sepias presentan papilas, pequeñas protuberancias y pliegues que pueden erguirse o aplanarse, permitiendo que la textura de su piel imite desde superficies arenosas hasta rocas irregulares o corales. En el caso de los calamares de aguas profundas, los fotóforos —células capaces de emitir luz— añaden una dimensión luminosa a su repertorio de señales visuales.
Camuflaje y mimetismo en el entorno marino
Esta maquinaria biológica permite a los cefalópodos mimetizarse con su entorno de formas sorprendentes. Un pulpo azul (Octopus cyanea), por ejemplo, puede adoptar tonos beige y blanco para confundirse con la arena, o volverse oscuro y rugoso sobre las rocas.

Las sepias se agrupan y ocultan sus brazos para asemejarse a penachos de algas, mientras que las crías de Sepia apama reproducen el movimiento de las algas marinas mediante ondas de pigmento en su piel. National Geographic destaca que cada especie puede desplegar hasta 30 patrones distintos, una versatilidad aún más enigmática si se considera que la mayoría de estos animales son daltónicos.
El camuflaje, sin embargo, es solo una de las razones por las que los cefalópodos cambian de apariencia. Cuando la supervivencia lo exige, estos animales recurren a estrategias de intimidación para ahuyentar a sus depredadores. Si un pulpo es descubierto mientras permanece oculto, puede oscurecer su cuerpo, estirar sus brazos y adoptar una postura que lo haga parecer más grande y amenazante. Las sepias llegan a crear formas similares a ojos en su manto para fijar la mirada en su atacante.
Un caso emblemático es el del pulpo de anillos azules, que exhibe destellos índigo sobre su piel amarilla como advertencia de su alta toxicidad.
Por otro lado, especies como el pulpo mimético (Thaumoctopus mimicus) imitan a animales peligrosos, como el pez león, extendiendo sus brazos y mostrando rayas para disuadir a posibles amenazas.
Estrategias de caza, comunicación y cortejo
La capacidad de engaño de los cefalópodos también se manifiesta en la caza. Algunas sepias, como la Sepia pharaonis, adoptan la apariencia y el movimiento de cangrejos ermitaños para acercarse a sus presas sin levantar sospechas.

Los calamares de arrecife del Caribe (Sepioteuthis sepioide) nadan hacia atrás y agitan sus brazos para simular ser peces loro herbívoros. Además, estos animales pueden proyectar patrones móviles —rayas, círculos, anillos oscuros— que confunden a sus presas.
Martin How, investigador de la Universidad de Bristol citado por National Geographic, compara este fenómeno con el acto de un mago que hipnotiza a su público, ya que la sepia logra acercarse a su objetivo sin ser detectada. En el caso del pulpo Octopus laqueus, se ha observado que utiliza patrones oscuros para crear una ilusión óptica que engaña a la presa sobre su posición real.
La comunicación visual entre cefalópodos alcanza niveles de sofisticación notables, incluso en las profundidades donde la luz solar escasea. Los calamares de Humboldt (Dosidicus gigas) emplean fotóforos para generar destellos luminosos que sirven de fondo a sus cambios de color, facilitando la coordinación de los bancos durante sus migraciones verticales.
Los machos de esta especie, así como los de sepia, utilizan señales cutáneas —destellos de colores o patrones de rayas— para demostrar dominio o ahuyentar rivales. Según How, algunas de las señales más complejas y sorprendentes se producen precisamente en las interacciones entre individuos de la misma especie.
El cortejo y la competencia por pareja también motivan espectaculares transformaciones. Los pulpos azules machos se tornan pálidos y exhiben rayas negras para atraer a las hembras, mientras que los calamares de arrecife del Caribe machos adoptan un rojo intenso.

En situaciones de competencia, los calamares gigantes australianos más pequeños imitan a las hembras para acercarse a ellas y aparearse sin ser detectados por los machos dominantes. Algunas sepias pueden incluso dividir visualmente su manto, mostrando un patrón de cortejo a la hembra y otro engañoso al rival.
Perspectiva científica y significado de los cambios de apariencia
A pesar de la abundancia de ejemplos, la ciencia aún debate hasta qué punto estos cambios de apariencia son intencionados. Tessa Montague, neurocientífica de la Universidad de Columbia, señala en National Geographic que no existe evidencia concluyente de que los pulpos sean conscientes de sus transformaciones.
Más bien, estos comportamientos podrían ser respuestas automáticas a estímulos internos y externos, resultado de la selección natural. Montague utiliza los patrones de color y textura para investigar los estados mentales de los cefalópodos, sugiriendo que la piel de estos animales refleja emociones como miedo, estrés, agresividad o deseo de aparearse.
Incluso se han estudiado los cambios de color durante el sueño para explorar la posibilidad de que los pulpos sueñen.
Así, la piel de los cefalópodos se convierte en una ventana dinámica a sus estados internos, revelando en cada destello y patrón una compleja interacción entre biología, comportamiento y evolución, como subraya National Geographic.
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