
Un fenómeno invisible, silencioso y capaz de alterar el campo magnético terrestre fue confirmado por la ciencia: los huracanes espaciales existen y pueden afectar sistemas tecnológicos esenciales, incluso cuando el clima espacial parece estable.
Así lo revela un estudio publicado en julio de 2025, que documenta el primer huracán espacial observado sobre el polo norte magnético en 2014. Según Space.com, este hallazgo desafía la visión tradicional, que restringía la amenaza solo a tormentas solares visibles para la infraestructura tecnológica global.
A diferencia de los huracanes terrestres, que se forman con nubes y lluvias en la atmósfera, los huracanes espaciales son estructuras electromagnéticas compuestas por plasma: partículas cargadas que giran bajo la influencia del campo magnético de la Tierra. Estas tormentas tienen un centro tranquilo, similar al ojo de un huracán convencional, pero en lugar de precipitaciones, muestran un débil resplandor auroral y plasma desplazándose a alta velocidad.

Detección y características del huracán espacial
El fenómeno fue detectado por primera vez en 2014 mediante imágenes del Programa de Satélites Meteorológicos de Defensa de Estados Unidos (DMSP). El patrón espiral, centrado sobre el polo norte magnético, presentaba brazos curvados, un núcleo oscuro e iluminado por una aurora inusual. Dos satélites, el DMSP F17 y el Swarm B de la Agencia Espacial Europea (ESA), cruzaron la tormenta con apenas minutos de diferencia.
Los datos obtenidos por ambos dispositivos mostraron un sistema activo en la ionosfera, caracterizado por flujos rápidos de plasma, variaciones de densidad y corrientes eléctricas ascendentes, en un mecanismo semejante al motor convectivo de un huracán, pero de naturaleza electromagnética.
Para comprender el impacto, el equipo liderado por Sheng Lu, de la Universidad de Shandong, utilizó información adicional de la red canadiense CHAIN, que vigila la ionosfera en el Ártico. Los investigadores observaron que las señales de GPS atravesando las zonas externas de la tormenta sufrían centelleo de fase: un parpadeo ocasionado por la turbulencia del plasma, lo que interfiere con las ondas de radio. Un satélite GPS, identificado como PRN 11, registró una perturbación de 0,81 en el índice de centelleo, nivel suficiente para afectar notablemente la precisión de la localización.
Al mismo tiempo, magnetómetros instalados en Groenlandia registraron cambios abruptos y localizados en el campo magnético, con variaciones de hasta 400 nanoteslas. Tales valores normalmente corresponden a tormentas geomagnéticas menores. Los autores, citados por el medio, sostuvieron que “estas perturbaciones son comparables en magnitud a las observadas durante tormentas geomagnéticas”, lo que resalta el potencial disruptivo de estos eventos aun en ausencia de actividad solar llamativa.

Formación bajo condiciones tranquilas
Uno de los aspectos más sorprendentes del huracán espacial de 2014 es que tuvo lugar en medio de condiciones extremadamente tranquilas. “El huracán espacial se formó durante condiciones muy tranquilas. La actividad solar era baja”, señaló Sheng Lu en declaraciones retomadas por Space.com. Usualmente, las tormentas geomagnéticas y las auroras intensas ocurren cuando el campo magnético interplanetario (IMF) se orienta hacia el sur, circunstancia que permite la entrada de partículas solares a la magnetosfera.
Sin embargo, en este caso, el IMF estaba orientado al norte, una configuración que habitualmente bloquea la actividad geomagnética. Por este motivo, este tipo de huracanes puede pasar inadvertido para los sistemas estándar de monitoreo y resultar más habitual de lo que se asumía.
El mecanismo de formación difiere del de las tormentas solares convencionales. El estudio sugiere que, en vez de acceder a la magnetosfera por la vía principal, la energía del viento solar ingresa a través de los lóbulos magnéticos situados en la parte trasera del escudo magnético terrestre. Mediante un proceso llamado reconexión de lóbulos, la energía se canaliza directamente a la región polar, generando flujos circulares de plasma y corrientes eléctricas que provocan el huracán espacial justo sobre el polo.

Implicaciones tecnológicas y vigilancia espacial
Estos hallazgos superan el interés puramente científico. El aumento de la dependencia de los sistemas de navegación por GPS, comunicaciones satelitales y rutas aéreas polares hace que comprender disturbios de alta latitud como los huracanes espaciales sea fundamental.
Estos eventos, al no ser detectados por los principales índices geomagnéticos, representan un riesgo oculto para infraestructuras tecnológicas vitales. Como advirtió Space.com, “no todas las tormentas provienen del sol”, lo que exige que los pronosticadores amplíen el rango de vigilancia y no se limiten a los indicadores tradicionales.
Aunque el estudio no asegura que los huracanes espaciales sean recurrentes, sí plantea la posibilidad de una mayor frecuencia de lo que antes se reconocía, en parte porque suelen pasar inadvertidos. La combinación de datos satelitales y terrestres permitió su identificación, pero la detección sistemática sigue siendo un desafío para la comunidad científica y tecnológica.
En un entorno donde la tecnología se expande hacia los cielos polares, lograr identificar tempestades ocultas como los huracanes espaciales puede marcar la diferencia para proteger los sistemas de los que depende la vida moderna, incluso cuando el sol parece estar en calma.
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