
Durante cerca de un siglo, dos mitades de un fósil prehistórico permanecieron separadas en museos de distintos países, sin que se sospechara que juntas ocultaban el secreto de una nueva especie. Al examinar la colección del Natural History Museum de Londres, el paleontólogo Victor Beccari reconoció en un esqueleto fosilizado la pareja de una impresión presente en el Senckenberg Natural History Museum de Frankfurt.
Esta conexión, perdida desde la década de 1930, permitió identificar a Sphenodraco scandentis, un reptil arbóreo del Jurásico que habitó la Tierra hace unos 145 millones de años. El hallazgo, publicado en el Zoological Journal of the Linnean Society, revela una nueva especie y resalta el potencial de los museos para desenterrar secretos del pasado, según informó Smithsonian Magazine.
Una historia de separación y hallazgo
El origen de Sphenodraco scandentis se remonta a la década de 1930, cuando una losa fósil quedó dividida, con el esqueleto en una mitad y la impresión en la otra. “Parece que alguien decidió duplicar su ganancia vendiendo ambas mitades por separado”, afirmó Beccari en un comunicado difundido por Smithsonian Magazine. Como los compradores ignoraban la existencia de la otra parte, la relación entre los fragmentos se perdió durante décadas.
Al revisar reptiles fosilizados en Londres, Beccari se detuvo ante un ejemplar que le resultó familiar. Recordó la impresión de un animal similar observada en Frankfurt y, tras una investigación detallada, comprobó que ambos fragmentos correspondían al mismo fósil, separado durante casi cien años y almacenado en museos distintos. Esta reunión fortuita permitió el estudio completo del ejemplar.
El proceso de separación y venta de las mitades se atribuye a la práctica habitual de maximizar el valor económico de los hallazgos, aunque no existen registros precisos sobre estos hechos.

Sphenodraco scandentis: reptil del Jurásico arbóreo
El análisis integral permitió identificar a Sphenodraco scandentis como una nueva especie de rincocéfalo (rhynchocephalian), grupo de reptiles que coexistieron con los dinosaurios durante el Triásico, Jurásico y Cretácico. Aunque su aspecto recuerda al de los lagartos, los rincocéfalos constituyen un linaje distinto, emparentado de cerca con los escamosos, grupo que incluye a lagartos y serpientes.
En la actualidad, solo persiste una especie de rincocéfalo: el tuátara de Nueva Zelanda. En la era Mesozoica, estos animales adoptaron diversas formas y modos de vida, desde herbívoros hasta cazadores de insectos y habitantes de medios acuáticos. El estudio de los restos, comparados con tomografías computarizadas de lagartos actuales, permitió deducir aspectos de su biología.
Según Beccari, el animal poseía extremidades largas, cuerpo corto y dedos alargados, similares a los lagartos crestados (Bronchocela) y a los lagartos voladores (Draco). Estas características sugieren que S. scandentis pasaba la mayor parte del tiempo en los árboles, lo que lo convierte en el rincocéfalo arbóreo más antiguo conocido.
El descubrimiento amplía el conocimiento sobre la diversidad de los rincocéfalos y aporta información relevante sobre la evolución de los reptiles y la ocupación de nichos ecológicos en el Jurásico, gracias al hallazgo de un espécimen excepcionalmente bien conservado.

Solnhofen: un yacimiento clave para la paleontología
El fósil fue hallado en el yacimiento de Solnhofen, sur de Alemania, célebre por la conservación impecable de fósiles del Jurásico Tardío. En esa época, el área consistía en islas rodeadas por un mar subtropical, un entorno que favoreció la preservación de esqueletos casi completos y detalles anatómicos.
Numerosos fósiles de rincocéfalos fueron extraídos en esta región. “La zona de Solnhofen ha proporcionado muchos esqueletos completos y bellamente conservados de rincocéfalos, pero sus cráneos están a veces aplastados o parte del esqueleto sigue enterrado en la roca”, señaló Marc Jones, coautor del estudio y conservador de reptiles y anfibios fósiles en el Natural History Museum.
Durante mucho tiempo, los paleontólogos agrupaban ejemplares similares bajo nombres genéricos, sin analizar en detalle sus diferencias. “Todo lo que tenía extremidades largas [del Solnhofen Limestone] se llamaba Homoeosaurus, y todo lo que tenía extremidades cortas era Kallimodon”, explicó Beccari en declaraciones trasladadas por el museo y citadas por Smithsonian Magazine.
Este enfoque originó clasificaciones erróneas. El fragmento de Frankfurt, por ejemplo, se consideraba parte de Homoeosaurus maximiliani. El examen detallado de Beccari y su equipo demostró que dientes y huesos de cadera no coincidían con esa especie, lo que permitió corregir la identificación y describir a S. scandentis.

El potencial oculto de los fósiles históricos
El hallazgo impulsó a los investigadores a revisar colecciones de museos en busca de otros casos similares. “Estoy revisando fósiles existentes para buscar señales de que otras especies actualmente aceptadas podrían abarcar varios rincocéfalos”, señaló Beccari. Además, advirtió que aún existen numerosos ejemplares sin describir que podrían representar especies nuevas.
La investigación enfatiza el valor de examinar y analizar en profundidad los fósiles históricos, muchos descubiertos hace casi dos siglos. “Aunque muchos de estos fósiles se descubrieron hace casi dos siglos, todavía tienen mucho que enseñarnos”, aseguró Beccari.
El caso de Sphenodraco scandentis demuestra que los museos albergan tesoros científicos aún por descubrir. Tal como resalta Smithsonian Magazine, la revisión de colecciones históricas puede llevar tanto a la identificación de especies nuevas como a la corrección de errores antiguos en la clasificación de fósiles. Beccari concluyó que el potencial de los fósiles antiguos es considerable.
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