
Históricamente, las tormentas más poderosas han presentado un límite en sus velocidades de viento, oscilando rara vez más allá de los 320 kilómetros por hora. Sin embargo, estudios recientes citados por National Geographic desafían esta percepción tradicional al sugerir que escenarios donde se superen estos límites podrían volverse más comunes en un futuro cercano. La interrogante crucial es hasta dónde puede llegar la fuerza de un huracán, especialmente bajo las circunstancias actuales de cambio climático.
La temporada de huracanes de 2025 inicia con reflexiones profundas sobre estos fenómenos naturales intensos. Un aspecto fundamental en esta discusión es el cambio climático y su influencia en el comportamiento de los huracanes. Entender cómo las diferentes variables meteorológicas, impulsadas por un calentamiento global imparable, afectan la formación y el desarrollo de estas tormentas es esencial.
Este contexto resalta la importancia de estar preparados para tormentas de una magnitud sin precedentes y examina los límites científicos de la potencia de un huracán, que podrían expandirse con las condiciones climáticas actuales.
Cada vez más, el mundo científico debate sobre la capacidad potencial de los huracanes modernos no solo para igualar, sino para superar los registros históricos. Este enfoque hacia lo extremo nos obliga a reconsiderar nuestra percepción de seguridad y nuestras estrategias de mitigación ante desastres naturales, especialmente cuando se pronostican temporadas cada vez más intensas en los años venideros.
El huracán Milton de 2024: un fenómeno de intensa potencia
En octubre de 2024, el huracán Milton se destacó por su rápida intensificación, convirtiéndose en una de las tormentas más severas registradas en la cuenca del Atlántico. Originado como una depresión tropical el 5 de octubre en el suroeste del Golfo de México, rápidamente escaló a categoría 5, con vientos máximos de 290 km/h. Aunque disminuyó a categoría 3 al tocar tierra en Florida, los vientos de hasta 190 km/h causaron devastación masiva, destruyendo más de 120 hogares y dañando infraestructura crítica como el Tropicana Field.

Milton fue la segunda tormenta de categoría 5 ese año, junto a Beryl, ubicando al 2024 entre los seis años desde 1950 con múltiples huracanes de máxima intensidad. Estos eventos han resaltado la conexión cada vez más evidente entre el calentamiento global y el aumento en la fuerza de los huracanes, indicando un posible futuro de tormentas más potentes y demandando una urgente reevaluación de nuestras estrategias de preparación y respuesta.
Impacto del calentamiento global en la intensidad de los huracanes
El calentamiento global y su influencia en la potencia de los huracanes se han convertido en focos de atención. Según Kerry Emanuel del MIT, la energía que impulsa estas tormentas proviene de las crecientes temperaturas del océano y del aire. Con el alza de los gases de efecto invernadero, el límite de velocidad del viento en los ciclones podría aumentar, acercándose a 350 km/h a finales del siglo si no se controla el cambio climático.
Estudios de Michael Wehner y James Kossin pronostican un aumento significativo en la probabilidad de tormentas extremas con un calentamiento global de dos grados, elevando el riesgo en regiones como Filipinas y el Golfo de México. Esto ha llevado a considerar la creación de una Categoría 6 para clasificar tormentas aún más devastadoras.
Propuesta de una Categoría 6: un enfoque en la intensidad y el riesgo
Con el aumento de la frecuencia y la intensidad de las tormentas, surge la necesidad de una reevaluación de la escala vigente. Los científicos Michael Wehner y James Kossin han sugerido la introducción de una Categoría 6 para huracanes con vientos máximos sostenidos de 310 km/h o más. Esta categoría reflejaría el incremento en el poder destructivo de estas tormentas frente a un clima en rápido cambio.

Actualmente, se utiliza la escala Saffir-Simpson, que clasifica a los huracanes del 1 al 5 según la velocidad del viento, pero no considera plenamente otros factores devastadores como las marejadas ciclónicas, inundaciones de agua dulce y salada agravadas por el cambio climático. Wehner señala que la escala ayuda a comunicar el riesgo creciente debido al cambio climático, destacando la importancia de considerar no solo los vientos, sino también los peligros asociados al agua, que representan tremendas amenazas.
La introducción de una nueva categoría podría mejorar la comunicación de riesgos y preparar mejor a las comunidades potencialmente afectadas, ayudando a captar plenamente el rango de peligros que pueden presentar los fenómenos más extremos.
Riesgos adicionales en huracanes de mayor intensidad
La creciente intensidad de los huracanes plantea desafíos más allá de las velocidades del viento, revelando limitaciones en la escala Saffir-Simpson. Aunque útil, esta escala no aborda completamente otros peligros críticos. La comunidad científica, incluyendo a expertos como Kerry Emanuel, advierte que, más que el viento, el mayor problema radica en el agua.
Inundaciones costeras, marejadas ciclónicas, y lluvias intensas son cada vez más exacerbadas por el cambio climático. Un ejemplo icónico es la súpertormenta Sandy de 2012, que al tocar tierra en Nueva York y Nueva Jersey no alcanzó ni siquiera la categoría 1, pero fue devastadora debido a su extensión espacial y su capacidad para provocar intensas inundaciones. Este caso subraya la necesidad de un enfoque que considere múltiples factores de riesgo, más allá de la mera velocidad del viento.
Emanuel destaca que “el aumento de la temperatura incrementará las precipitaciones en los huracanes”. La física simple predice mayores cantidades de lluvia, lo que exacerba los peligros asociados. Por tanto, se hace imperativo reevaluar las estrategias de alerta y respuesta ante los huracanes, para reflejar adecuadamente el espectro completo de amenazas que acompañan a estas poderosas tormentas.
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