
A través de un estudio publicado en la revista Nature, un grupo de científicos japoneses llevó adelante una serie de simulaciones con el objetivo de reconstruir cómo habría sido la apariencia cromática de los océanos de la Tierra durante distintas etapas de su evolución geológica. La investigación se centra especialmente en el Eón Arcaico, un período que se remonta a varios miles de millones de años, cuando la vida tal como se conoce actualmente estaba aún en sus primeras manifestaciones biológicas.
“En las condiciones de bajo oxígeno en esa era remota, el color predominante en los océanos habría sido el verde”, aseguran los expertos. Esta tonalidad estaría vinculada a una combinación específica de compuestos químicos y formas de vida primitivas que interactuaban con la luz solar de un modo diferente al actual.
El cambio de color en los océanos
La tonalidad azul profunda que los caracteriza no es una mera cuestión estética o superficial. Científicos señalan que este color funciona como una señal visual de los equilibrios químicos y biológicos que rigen el planeta. En otras palabras, el color de las masas oceánicas puede interpretarse como una manifestación observable de procesos fundamentales que ocurren tanto en la atmósfera como en los ecosistemas marinos.
Según el informe, “el color de nuestros océanos está vinculado a la química del agua y a la influencia de la vida”. Esta afirmación implica que, ante alteraciones significativas en la composición de los océanos o en la actividad biológica predominante, la tonalidad observable puede cambiar de forma sustancial.
Este principio no solo ofrece una herramienta para analizar el pasado terrestre, sino que además permite construir hipótesis sobre escenarios futuros o sobre la posibilidad de detectar signos de vida en otros planetas mediante la observación de sus colores oceánicos.
“Podemos imaginar diferentes colores del océano sin recurrir demasiado a la ciencia ficción... A escalas de tiempo geológicas, nada es permanente y, por lo tanto, los cambios en el color de nuestros océanos son inevitables”, sintetiza The Conversation en su lectura del estudio.

El Gran Evento de Oxidación: una transformación bioquímica
Durante los primeros miles de millones de años de existencia del planeta, los océanos estuvieron dominados por condiciones anóxicas —es decir, con una concentración muy baja de oxígeno—. En ese contexto, comenzaron a proliferar organismos fotosintéticos primitivos, cuyas actividades desencadenaron lo que la comunidad científica denomina el Gran Evento de Oxidación. Este fenómeno marcó un punto de inflexión en la historia de la Tierra, al aumentar de forma sustancial los niveles de oxígeno tanto en los mares como en la atmósfera.
Las consecuencias de esta transformación fueron múltiples, pero una de las más visibles habría sido el cambio de color en las masas oceánicas. La acumulación de oxígeno modificó los procesos químicos que determinan la forma en que la luz solar interactúa con el agua y los elementos disueltos en ella. Una evidencia geológica de este cambio se conserva en las llamadas formaciones de hierro en bandas: estructuras sedimentarias donde se alternan capas de hierro depositado bajo condiciones de bajo oxígeno con capas de hierro oxidado, de color rojo.
Esta alternancia no solo revela una modificación en la química del planeta, sino que también sugiere que el color del océano podría haber pasado de tonalidades verdosas a tonos más oscuros o rojizos conforme aumentaba la oxidación.
Posibles tonalidades oceánicas para el futuro
A partir de los hallazgos del estudio de Nature, diversos artículos científicos plantearon escenarios plausibles sobre cómo podrían cambiar los colores de los océanos bajo diferentes condiciones atmosféricas y biológicas. Uno de los factores claves sería la cantidad de azufre disuelto en el agua marina.
De acuerdo con lo que se explica, una intensa actividad volcánica combinada con bajos niveles de oxígeno podría favorecer la aparición de bacterias de azufre púrpura. En tal caso, estos adquirirían una tonalidad púrpura, resultado de los pigmentos que estos microorganismos producen.
Otra posibilidad es la emergencia de océanos de color rojo. Esto podría suceder en climas cálidos y tropicales, donde el hierro presente en las rocas meteorizadas se oxida fácilmente y es arrastrado hacia el mar. También podría estar vinculado a la proliferación de algas rojas, impulsadas por la contaminación con nutrientes, especialmente en zonas costeras afectadas por escorrentías ricas en nitrógeno.
A largo plazo, y a medida que el Sol continúe su evolución, su brillo y radiación ultravioleta podrían intensificarse. Este cambio incrementaría la evaporación y promovería el desarrollo de microbios anaeróbicos que generen pigmentos de colores inusuales. Así, en regiones costeras o en aguas estratificadas, los océanos podrían pasar a mostrar tonalidades marrones, verdes o púrpuras, desplazando progresivamente los azules intensos que predominan hoy.
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