
La música es una forma de expresión que puede brindar refugio ante situaciones de estrés, con canciones que reflejan esos sentimientos y, a su vez, aportan una sensación de confort. Sin embargo, otras pueden servir como escape en momentos de agobio, con melodías alegres y rimas simples.
De esta manera, las canciones más escuchadas pueden funcionar como un termómetro que marca el ánimo colectivo y los cambios en la sociedad.
Un estudio publicado en Scientific Reports revela cómo las crisis sociales modifican el tipo de música que se escucha. El equipo examinó los cambios en las letras de los temas más populares de Estados Unidos y rastreó los efectos de momentos como la pandemia por el COVID-19 en las listas de éxitos.
Cómo se nota la evolución del tono y la complejidad en las letras más escuchadas
El análisis se basó en más de 20.000 canciones incluidas en el Billboard Hot 100, una lista de éxitos semanal en Estados Unidos, a lo largo de cincuenta años (1973-2023). Según los autores, durante este periodo hubo un aumento sostenido de palabras vinculadas al estrés, una disminución general del tono positivo y una tendencia a que las letras sean más simples y repetitivas.

Esto significa que las canciones más populares incluyeron cada vez más temas asociados al estrés y menos frases alegres, mientras que su estructura se volvió menos compleja. El estudio explica que una letra “simple” es aquella que repite palabras y frases, algo que puede medirse mediante herramientas informáticas a partir del análisis de cuántas veces se repiten secuencias dentro de un texto.
Sobre este punto, la Lic. Nuria Sierra, musicoterapeuta y especialista en Psicoprofilaxis clínica y quirúrgica, advierte que esta simplificación lírica podría responder a un cambio en el lenguaje y la inmediatez del consumo actual: “Antes existía la entrada de la metáfora, pero para encontrarla uno tiene que pensar algunos segundos. Ahora, la metáfora no entra porque choca con la satisfacción instantánea que dan las redes y lo consumible; todo tiene que ser cada vez más sencillo de entender”.
La experta planteó: “Se pierde la atención y la posibilidad de espera, por lo que ya no se escuchan discos enteros como concepto. La gente busca un tema que dure menos de tres minutos o uno que se repita constantemente, porque eso da la satisfacción de lo conocido y cierta tranquilidad al no salir de ese lugar familiar”.
El trabajo también investigó cómo distintos eventos sociales extremos influyen en esas tendencias. Lejos de lo esperado por los científicos, la aparición del COVID-19, junto con la cuarentena, coincidió con una baja en la cantidad de palabras y frases negativas y estresantes en la música elegida por los oyentes, y con un repunte de la positividad. Los autores identificaron que este efecto fue poco común a lo largo de las últimas décadas y que el ataque del 11 de septiembre del 2001 tuvo un efecto similar, aunque menos pronunciado.

El equipo recolectó las 100 canciones más escuchadas cada semana en las listas de Billboard de 1973 a 2023. Así lograron una gigantesca base de datos de más de 266.000 entradas, que después limpiaron para eliminar repeticiones, temas sin letra y canciones en otros idiomas. El corpus final constó de 20.186 letras distintas.
Para saber qué tanto una canción habla de estrés, se usó un algoritmo capaz de contar palabras y frases asociadas a tensión o preocupación. Para medir si el mensaje general de la letra es positivo o negativo, emplearon otra herramienta que asigna valores según el tono emocional del texto. Por último, la simplicidad de cada canción se calculó con un método automático que identifica repeticiones constantes: un texto muy repetitivo, como los estribillos pegadizos, se considera más simple.
Qué dicen estos resultados sobre la música y la sociedad
Estos hallazgos muestran que la música no solo refleja el ánimo general de la sociedad, sino que también puede servir como una herramienta para aliviar las emociones. Cuando ocurren crisis colectivas, las personas tienden a buscar canciones que transmiten más optimismo o menos tensión, en lugar de elegir temas que acompañen el malestar que atraviesan.
Los autores sugieren que, en tiempos difíciles, la música actúa como un escape emocional y ayuda a regular el estado de ánimo, lo que confirma que los oyentes, generalmente, seleccionan melodías y letras que les permiten enfrentar mejor los momentos de incertidumbre y estrés.

Sin embargo, Sierra matiza que esta búsqueda es altamente subjetiva: “La música es muy particular en el vínculo con cada persona. Lo que a uno lo relaja y le da tranquilidad, como el jazz, a otro puede ponerlo incómodo. No todo el mundo busca el mismo sonido para reducir el estrés temporalmente”.
Los autores concluyen que la música popular cumple una doble función: expresa el estado emocional colectivo y, al mismo tiempo, puede ser utilizada para buscar alivio. Así, durante grandes crisis, las personas parecen preferir canciones más optimistas o menos estresantes, tal vez como una forma de evasión o regulación emocional. El artículo destaca que otros estudios reafirman que “escuchar música alegre ayudó a reducir el estrés y mejorar el ánimo durante los meses de confinamiento por el COVID-19, sobre todo entre quienes atravesaban mucho estrés crónico”.
No obstante, no todas las crisis generan la misma respuesta de evasión. Sierra destaca que el contexto sociocultural es clave y pone como ejemplo la crisis de 2001 en Argentina: “Allí, lo que se escuchaba tenía mucho que ver con una catarsis colectiva, una música que hablaba explícitamente de lo que estaba pasando, en lugar de buscar solo la relajación”.

Asimismo, la especialista aclara que las listas de éxitos no siempre reflejan la totalidad de la experiencia del oyente, ya que en el ámbito privado el consumo no es constante ni lineal: “Cuando la gente entra en la intimidad de su vida, hay variantes; busca diferentes estilos según el momento. Está lo que te acompaña para ir a correr y lo que te ayuda a bajar si te sentís estresado. Esas elecciones personales hacen a la historia de vida de cada uno, más allá de lo que se venda masivamente”.
El equipo recalca los límites de su trabajo: los datos provienen exclusivamente de la música popular de Estados Unidos y solo se analizaron textos en inglés. Sierra coincide en que el estudio está “muy sesgado” hacia la sociedad norteamericana y sus complejidades particulares. Debido a esto, los autores proponen ampliar la investigación a otros países y estilos musicales, así como incorporar la parte instrumental de las canciones, no solo las letras, para entender mejor la relación entre música y emociones colectivas.
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