
A simple vista, están en casa, en su habitación, con la puerta cerrada y la mirada fija en una pantalla.
Para muchos adultos, esa escena cotidiana representa una forma de seguridad. Pero, según especialistas, es una falsa sensación: “La soledad frente a una pantalla no es protección”, advirtió a Infobae la psicóloga infanto parental Clara Paritsis (MP 20409).
En el Día Internacional de Lucha contra el Bullying, vale la pena hacer foco sobre una de sus formas más extendidas y menos visibles: el ciberbullying.
“Lo digital no sólo replica el acoso: lo amplifica, lo hace más difícil de detectar y más complejo de detener”, señaló la especialista. Es que a diferencia del bullying tradicional, el ciberbullying no siempre necesita contacto presencial.
“Puede surgir como una continuidad del acoso que ya ocurre en espacios presenciales -como la escuela, el club o un grupo de amigos- pero también puede aparecer de manera aislada”, explicó.

Con ella coincidió la licenciada en Psicopedagogía María Zysman, fundadora de Libres de Bullying, quien subrayó: “A veces está ligado a la presencialidad y al conocimiento, y otras veces va por vías separadas”.
“El ciberbullying es el bullying en espacios digitales, o sea, se busca humillar a un compañero de distintas maneras -amplió-. Puede ser simplemente no dejándolo entrar a un grupo, o bien contando historias que no tienen que ver con la realidad, subiendo una foto de un momento que fue ridículo e incluso de su intimidad”.
Cada 2 de mayo se conmemora el Día Mundial contra el Bullying, una iniciativa impulsada por una organización argentina. Por su parte, la UNESCO estableció el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el Ciberbullying, que se celebra el primer jueves de noviembre. Ambas fechas buscan visibilizar y sensibilizar sobre las múltiples formas de violencia que pueden darse en el ámbito escolar, y cómo estas vulneran los derechos, la salud mental y el bienestar integral de niñas, niños y adolescentes.
Los efectos del ciberbullying: consecuencias emocionales profundas

Los efectos del ciberbullying no son meramente virtuales.
“El impacto del ciberbullying puede ser profundo: ansiedad, tristeza, baja autoestima, retraimiento social, insomnio, dificultad para concentrarse, pensamientos autolesivos”, enumeró Paritsis. Según ella, “el sufrimiento emocional que no se detecta a tiempo puede dejar huellas que perduren”.
Zysman aportó una mirada complementaria desde su trabajo con adolescentes: “Estamos viendo realmente el impacto en la ansiedad, en la autoestima, en el sentido de identidad”.
Y sumó una advertencia: “Una cosa es que alguien esté padeciendo algo y algún adulto lo vea, lo registre y lo ayude y busque soluciones, y otra cosa es sufrir y que nadie detecte o nadie entienda ese dolor”, afirmó al señalar el profundo impacto que tiene la falta de reconocimiento adulto frente al sufrimiento emocional que provoca el ciberbullying.
El rol de los adultos: entre la negación y el juicio

“Durante años circuló la idea de que por haber nacido en la era digital, los chicos ‘ya saben’ cómo manejarse. Pero saber usar una app no es lo mismo que saber cuidarse, y esa suposición muchas veces deja a los chicos solos frente a situaciones complejas, sin guía ni acompañamiento”, enfatizó Paritsis respecto a las herramientas con que cuentan padres y docentes para abordar este tipo de violencia. Su diagnóstico es claro: muchos adultos “no tienen las herramientas necesarias para acompañar a niñas, niños y adolescentes en sus experiencias digitales”.
Zysman sumó: “Los padres, docentes, entrenadores no siempre cuentan con estrategias, con formas, los invade el enojo, la negación, y esto es un poco lo que se vio en la serie Adolescencia. Hay mucha negación en relación al mundo digital de los chicos”, señaló al describir las dificultades que enfrentan los adultos para acompañar a niñas, niños y adolescentes en el entorno virtual.
Su experiencia le indica que, ante el primer signo de conflicto, la reacción suele ser punitiva. “Los chicos no piden ayuda porque lo único que sabemos hacer los grandes cuando tienen problemas es quitarles el celular”, lamentó.
Cómo prevenir el bullying

Ambas especialistas coincidieron en que la solución no es el control absoluto, sino la educación. “Proteger no es controlar cada movimiento digital, sino acompañar y educar”, afirmó Paritsis. Para ella, la prevención comienza “mucho antes del primer clic”: enseñando empatía, respeto, consentimiento y autorregulación.
Zysman, por su parte, puso el foco en la ética: “La mejor protección es trabajar con ellos en lo que implica la mentira que es el mundo digital”. Para lograrlo, dice, hay que enseñar que “no todo se puede decir, no todo se tiene por qué leer, no todo se tiene por qué compartir”. Y remarcó: “Uno no es responsable de lo que recibe en su teléfono, pero sí es responsable de lo que envía”.
Señales que los adultos no siempre ven

Los indicadores pueden ser sutiles, pero están. “Algunas señales son evidentes, otras más sutiles: cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, aislamiento, miedo al uso del celular, alteraciones del sueño o del apetito”, detalló Paritsis.
Zysman los tradujo en escenas domésticas: “Son chicos que se apagan, que están muy nerviosos, que cambian su forma de vincularse con los padres y con los adultos, que se muestran nerviosos, ansiosos. En casa podemos ver que no se pueden desprender de sus dispositivos, pero al mismo tiempo si tiene una notificación o se esconden para abrirlo, o esconden el dispositivo, borran siempre su historial, etc”, describió sobre las señales de alarma que pueden indicar una situación de ciberbullying.
Según Paritsis, estar alerta a estas manifestaciones es clave porque “no siempre los chicos se animan a hablar: el miedo a perder el acceso a sus dispositivos, la vergüenza o la sensación de que ‘los adultos no entienden’ suelen cerrar la puerta al diálogo y hacer que el sufrimiento quede en silencio. El sufrimiento no siempre se grita. A veces se esconde en la pantalla, en el ‘todo bien’ que responden en automático”, sostuvo respecto a que el silencio puede ser el síntoma más elocuente.
Y en ese sentido propuso una vía concreta: “No necesitamos ser expertos en tecnología. Necesitamos estar disponibles. No desde la desconfianza ni desde el control, sino desde el interés genuino”.
Cuando la violencia se vuelve costumbre

“Muchos chicos se relacionan a través de juegos que promueven la violencia como forma de entretenimiento”, observó Paritsis. A eso se le suman “vínculos digitales cargados de ironía, burla, humillación pública o exposición sin consentimiento”.
Zysman agregó una advertencia puntual: “No puede ser aceptado que a un celular llegue un sticker de un compañero en una situación íntima”. El problema es que, con el tiempo, se pierde el límite: “Después los chicos no encuentran en los vínculos entre pares ninguna ganas de verse, de estar”.
La raíz del problema, coincidieron ambas, es social. “Detrás del ciberbullying hay mucho más que un conflicto entre pares”, sostuvo Paritsis. “Hay un entramado social que incluye falta de diálogo, de regulación, de contención y de modelos adultos emocionalmente disponibles”.
Un vínculo puede cambiarlo todo

“Lo que más necesitan los chicos no es un dispositivo con control parental. Es un vínculo con adultos que estén atentos a su mundo interior”, aseguró Paritsis.
En tanto Zysman remató con un llamado a la confianza mutua: “Tenemos que encontrar la manera de estar presentes, de colaborar, de contener, de acompañar estas dificultades sin privarlos de algo que ya les dimos (en relación al celular), que es importante para ellos claramente, y hallar la manera de convertirnos en sus personas de confianza para ser los primeros a quienes pidan ayuda en lugar de tratar de resolver cosas solos, lo que muchas veces termina complicándolos más”.
Ambas insistieron en que aún hay tiempo para actuar. “No se trata de hacerlo perfecto. Se trata de estar disponibles, de acompañar, de abrir espacio al diálogo”, afirmó Paritsis. Y concluyó con esperanza: “La escucha, el vínculo y la presencia adulta tienen un enorme poder reparador”.
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