
Durante la última década, los modelos de lenguaje de gran tamaño (LLM) se han transformado en protagonistas de la inteligencia artificial, no porque hayamos descubierto la fórmula exacta de la mente, sino gracias a avances como el aumento exponencial de la capacidad de cómputo y la automatización de algoritmos de entrenamiento.
La clave no fue descifrar todos los secretos de la inteligencia, sino aprovechar el poder de procesar enormes volúmenes de datos y ajustar automáticamente los comportamientos del modelo.
En lugar de programar cada tipo de respuesta, los ingenieros diseñaron sistemas capaces de aprender a partir de datos masivos. Este enfoque permitió que, sin necesidad de entender cada detalle matemático, emergieran comportamientos complejos e inteligentes.
Así, el desarrollo de la inteligencia artificial actual se basa en observar cómo los modelos mejoran a medida que procesan experiencia y refinan su funcionamiento, en vez de construir una mente humana desde cero.
Representación inicial del texto como números
El primer paso consiste en convertir el texto en números. Cada letra, espacio y signo de puntuación del texto original recibe un valor numérico. Por ejemplo, el fragmento “Había una v” se transforma en una secuencia de números, uno para cada símbolo. Esta lista, llamada input, sirve como base para todo el aprendizaje posterior.
Las computadoras requieren esta traducción porque solo pueden operar con datos numéricos, no con letras. Así, el contenido lingüístico se adapta al entorno matemático necesario para los siguientes procesos.

Configuración de la arquitectura del modelo
Después de traducir el texto, se configura la estructura interna del modelo. Puede imaginarse como una red formada por miles de millones de parámetros, que funcionan como casilleros donde se almacenan números llamados “pesos”.
Inicialmente, estos pesos se asignan al azar. Esto garantiza que cada parte de la red pueda especializarse en aspectos distintos del aprendizaje.
Se definen también las reglas matemáticas que combinan los números del texto con los pesos iniciales, las cuales indican, por ejemplo, cómo multiplicar ciertos números, sumar resultados e ignorar valores negativos, paso a paso. La arquitectura del modelo es el conjunto de estas operaciones, que permite transformar la entrada en una respuesta.
Este proceso de operaciones se repite muchas veces, para conectar múltiples parámetros entre sí y generar, al final, una lista de números que reflejan la probabilidad de aparición de cada palabra o símbolo tras el fragmento recibido.
Aprendizaje mediante descenso de gradiente
Terminado el montaje inicial del modelo, comienza el aprendizaje real. El principio fundamental es el “descenso de gradiente”, una técnica matemática que ajusta cada peso del modelo para mejorar progresivamente sus respuestas.

Al principio, el modelo responde de manera incoherente debido a la aleatoriedad inicial. Sin embargo, su estructura permite calcular la influencia de cada parámetro en la respuesta obtenida.
El gradiente indica en qué dirección y cuánto debe modificarse cada peso para mejorar la siguiente predicción. El sistema realiza estos ajustes de forma automática, a gran escala, recorriendo una y otra vez enormes volúmenes de datos.
Este ciclo nunca produce una perfección instantánea. El modelo debe repetir el proceso millones de veces, con ajustes minúsculos cada vez, hasta que aprende a reconocer patrones, anticipar textos y generar respuestas coherentes. Todo esto sucede de manera automática gracias a la potencia computacional disponible.
Generación de texto y probabilidades
Al finalizar el proceso de aprendizaje, el modelo es capaz de generar respuestas útiles a partir de texto nuevo. Cuando recibe una secuencia de números, realiza los cálculos aprendidos y entrega una nueva serie de valores que representan las probabilidades de que cada palabra o fragmento sea el siguiente en la secuencia.
Por ejemplo, si tras “Había una v” la opción más probable es la letra “e”, el modelo la añade y forma “Había una ve”. El sistema vuelve a preguntar qué letra sigue, repitiendo este mecanismo hasta completar la frase “Había una vez”. Así, el modelo es capaz de construir mensajes coherentes, uniendo decisiones probables en cadena.

El resultado final es el producto de millones de pequeñas decisiones, todas guiadas por el ajuste de los pesos internos aprendidos durante el entrenamiento.
Ajuste fino y alineación
Una vez el modelo puede generar texto, los ingenieros añaden una fase llamada “alineación” o ajuste fino. En esta etapa, el objetivo es refinar el comportamiento del sistema para que produzca respuestas útiles, respetuosas y seguras en contextos prácticos.
El modelo recibe ejemplos en formato “Pregunta: [consulta]”, “Respuesta: [contestación adecuada]”, y se le entrena a completarlos correctamente. Además de entregar datos precisos, el sistema aprende a evitar respuestas inadecuadas y mantener la cortesía en su interacción. Los ingenieros y evaluadores verifican las respuestas y refuerzan aquellas que cumplen los criterios de utilidad y respeto.
En este punto, los cambios en los parámetros buscan que el modelo actúe conforme a las expectativas de empresas y usuarios, lo cual filtra conductas inadecuadas o riesgosas.
Límites en la interpretación humana

Aunque se conoce el proceso para construir y entrenar estos modelos, todavía existen grandes incógnitas sobre su funcionamiento interno. Detrás de cada decisión hay miles de millones de pesos, pero no es posible identificar cuál de ellos origina habilidades específicas.
Los ingenieros saben que el modelo adquirió ciertas capacidades, pero a menudo descubren el alcance de esas habilidades solo cuando prueban el sistema en distintos escenarios prácticos.
Al igual que sucede con el ADN en biología, se entiende la base teórica, pero deducir cómo cada fragmento se transforma en una función concreta es aún un reto pendiente.
Extensión del aprendizaje a tareas complejas
Originalmente, los modelos se entrenaban para predecir la siguiente palabra en una secuencia. El avance les permite al momento resolver problemas lógicos, matemáticos o de razonamiento, y aplicar procesos similares a encadenar pasos y justificar decisiones.
Se les da la oportunidad de probar distintos caminos para resolver un problema; las mejores soluciones reciben mayor refuerzo a través de nuevos ajustes en los pesos. Este método, conocido como “cadena de razonamiento”, permite al modelo adquirir capacidades para analizar, deducir y argumentar de maneras que superan la simple imitación humana.
Lejos de ser una simple recopilación de reglas, los modelos de lenguaje de gran escala representan el resultado de probar, corregir y perfeccionar automáticamente sistemas capaces de interactuar con personas y resolver problemas complejos.
Aunque su lógica interna aún resulte en gran medida opaca, estas herramientas se han vuelto indispensables, porque aprenden de la experiencia masiva y evolucionan, y al hacerlo transforman la relación entre humanos y tecnología.
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