
La NASA dio un paso innovador al confiar en Katalyst Space Technologies la misión de rescatar el telescopio espacial Neil Gehrels Swift, cuya órbita descendió a niveles críticos y enfrenta el riesgo de desintegrarse en la atmósfera a finales de 2026.
Katalyst empleará el cohete Pegasus XL, desarrollado por Northrop Grumman, que será lanzado desde un avión a unos 12.000 metros de altitud. Esta colaboración representa un cambio de paradigma en la gestión de misiones espaciales, enfocándose en la alianza público-privada para salvar un observatorio científico clave, informó Space.com.
El telescopio Swift, en órbita desde 2004 y construido por Orbital Sciences, fue fundamental en el estudio de explosiones de rayos gamma, los fenómenos más energéticos del universo. Desde su lanzamiento, la altitud del observatorio cayó de 600 km a 400 km, acelerando su descenso por el aumento del rozamiento atmosférico.
Sin propulsores para corregir su trayectoria, la nave quedó expuesta a una reentrada inminente. La ausencia de una misión de reemplazo llevó a la NASA a buscar una solución urgente en el sector privado, según datos de Space.com.

Una operación con desafíos técnicos sin precedentes
En septiembre, la NASA adjudicó el contrato a Katalyst Space Technologies, que seleccionó el Pegasus XL como vehículo de lanzamiento. El cohete será lanzado desde el avión L-1011 Stargazer de Northrop Grumman.
El hardware necesario ya se encuentra prácticamente listo, afirmó Kurt Eberly, director de lanzamientos espaciales de Northrop Grumman, quien explicó que solo restan tareas de integración final y pruebas, además del desarrollo de la trayectoria y del software de guiado. El presupuesto total de la operación asciende a USD 30 millones, incluyendo el lanzamiento.
Está previsto que el Pegasus XL despegue en junio de 2026, una fecha considerada un compromiso firme por Kieran Wilson, vicepresidente de tecnología de Katalyst. Wilson subrayó que el equipo evaluará continuamente el estado de la órbita de Swift para adaptar la misión si es necesario, modificando la altitud objetivo o ajustando la inserción orbital.
Tras el lanzamiento, la nave de Katalyst se colocará en una órbita similar y, en el transcurso de dos o tres semanas, se acercará de manera gradual al telescopio. El vehículo de rescate, de 1,5 metros de altura y 350 kg de peso, inspeccionará a distancia el observatorio para obtener imágenes de alta resolución antes de intentar la captura con tres brazos robóticos.
La complejidad de la misión radica en que Swift no fue diseñado para intervenciones en órbita y sus instrumentos ópticos son extremadamente sensibles; no pueden exponerse al Sol, la Tierra o la Luna sin riesgo de daño.
Para afrontar estos desafíos, el equipo de Katalyst revisó fotografías previas al lanzamiento y consultó con expertos de la NASA y Northrop Grumman para identificar los puntos de sujeción más seguros. Wilson calificó este trabajo como “un esfuerzo de detectives”, que permitió definir un punto principal y varias alternativas para la sujeción.

Un hito para el futuro del mantenimiento y rescate satelital
Si la maniobra tiene éxito, la nave de Katalyst elevará a Swift nuevamente a su altitud original de 600 km, lo que, según Wilson, podría otorgar al telescopio una longevidad orbital similar a sus primeros 22 años de servicio.
Esta acción marcaría la primera vez que una nave privada captura y reubica un satélite gubernamental estadounidense no tripulado, estableciendo un precedente para futuras misiones de extensión de vida útil y mantenimiento de satélites, según Space.com. Si bien existen referencias anteriores, como las reparaciones al telescopio Hubble realizadas por astronautas, el caso de Swift es diferente porque no fue diseñado para estas intervenciones.
La operación representa un salto en complejidad para Katalyst, que anteriormente participó en el lanzamiento de dos satélites en 2024 a bordo de una misión compartida de SpaceX, experiencia en la que se probaron sistemas que ahora serán usados en el rescate de Swift. El calendario ajustado añade presión adicional, ya que el lanzamiento está previsto apenas ocho o nueve meses después de la adjudicación del contrato.
De acuerdo con Wilson, el éxito de la misión podría abrir la puerta a operaciones de rescate y mantenimiento más ágiles y frecuentes en el futuro, reduciendo drásticamente los plazos habituales de desarrollo y lanzamiento de este tipo de proyectos.
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