
En el vertiginoso entorno laboral actual, donde prima la rapidez sobre la reflexión, los errores de comunicación se han vuelto una constante. Desde presentaciones genéricas creadas con retazos de otras anteriores hasta correos electrónicos improvisados que carecen de enfoque, el resultado suele ser el mismo: malentendidos, pérdida de tiempo y oportunidades desperdiciadas. Como menciona Time, frente a este panorama, una propuesta inspirada en la industria tecnológica sugiere un enfoque radicalmente distinto: aplicar el pensamiento de desarrollo ágil a la forma en que comunicamos.
Este método se basa en la analogía con el concepto de Producto Mínimamente Viable (MVP, por sus siglas en inglés), ampliamente utilizado en el diseño de productos. Así como las empresas tecnológicas prueban versiones simplificadas de sus creaciones para validar su valor con usuarios reales, es posible aplicar una lógica similar al campo de la comunicación. Nace así la idea de la Comunicación Mínimamente Viable (MVC), una herramienta para construir mensajes claros, memorables y centrados en la audiencia desde su versión más básica.
Cinco pasos para diseñar mensajes con impacto
El enfoque MVC se estructura en cinco etapas que buscan optimizar la comprensión, la relevancia y el impacto emocional de lo que se transmite. Su punto de partida no es el emisor, sino el receptor: ¿Qué necesita saber mi audiencia? ¿Cómo puedo facilitarle la comprensión y motivarla a actuar?
1. Comprensión de la audiencia

El error más frecuente al comunicar es empezar desde uno mismo: “¿Qué quiero decir?”, en lugar de “¿Qué necesita oír mi audiencia?”. La metodología MVC propone comenzar con una indagación profunda: ¿el público es experto en el tema o se enfrenta a él por primera vez? ¿Es favorable o escéptico ante el mensaje? ¿Cuáles son sus principales preocupaciones? Entender qué lo motiva y qué lo frena permite adaptar tanto el tono como el contenido.
2. Conciencia del contexto
Al igual que en el diseño de productos se analiza el mercado antes de lanzar una novedad, en comunicación se debe tener en cuenta el contexto de recepción. No es lo mismo presentar una propuesta en una reunión matinal, cuando la química cerebral favorece la colaboración, que al final del día, cuando la fatiga reduce la receptividad. También es fundamental considerar el canal y la secuencia: ¿en qué orden recibe el público los mensajes?, ¿cómo afectan eventos previos a su disposición?
3. Objetivo claro de comunicación
Un mensaje eficaz debe tener un propósito definido. Para MVC, este se desglosa en tres preguntas: ¿Qué quiero que la audiencia sepa?, ¿qué quiero que sienta?, ¿qué quiero que haga? Estos tres elementos —información, emoción y acción— constituyen el núcleo del impacto comunicacional. Sin ellos, el mensaje corre el riesgo de ser irrelevante o, peor aún, contraproducente.
4. Estructura efectiva del mensaje

Una vez comprendido el público y definido el objetivo, llega el momento de estructurar el mensaje. El modelo “¿Qué? ¿Y qué? ¿Y ahora qué?” es una herramienta útil: primero se expone el punto central, luego se explica por qué es relevante y finalmente se indican los pasos a seguir. Esta forma de organizar la información contribuye a que el contenido sea comprensible, concreto y recordable.
5. Retroalimentación e iteración
Ninguna versión inicial debería considerarse definitiva. Así como un prototipo de producto se prueba antes de su lanzamiento, un mensaje también puede —y debe— ser testeado. Compartir borradores, realizar encuestas rápidas o incluso recurrir a herramientas de inteligencia artificial puede ofrecer información clave para ajustar tono, estructura o contenido. Esta etapa permite corregir posibles malentendidos antes de que se conviertan en errores costosos.
Comunicación con propósito: menos ruido, más resonancia
Al aplicar este enfoque, no solo se optimiza la claridad del mensaje, sino que se garantiza que esté alineado con las necesidades reales del público. El MVC no propone “decir menos”, sino “decir mejor”: reducir el ruido informativo para aumentar la resonancia.
En un entorno saturado de contenidos, donde captar la atención es cada vez más difícil, la Comunicación Mínimamente Viable ofrece un marco concreto y probado para construir mensajes que no solo informan, sino que conectan y movilizan. Tal como ocurre en el desarrollo de productos, poner el foco en el receptor no es solo una cuestión de empatía: es, sobre todo, una estrategia eficaz.
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