
“La inteligencia artificial va a cambiarlo todo”, afirmó con contundencia Demis Hassabis en una entrevista para The Times. Desde su oficina en Google DeepMind, observa el ajetreo de la ciudad con la certeza de quien lleva décadas impulsando la revolución tecnológica.
La historia de Hassabis no es la de un empresario convencional, sino la de un niño prodigio que dejó el ajedrez para programar, rechazó millones en la industria de los videojuegos y hoy lidera una de las divisiones más influyentes de Google. Su visión es clara: en los próximos años la IA podría curar enfermedades, resolver la crisis energética y redefinir el papel de la humanidad en el mundo.

Un prodigio del ajedrez que quería más
Desde temprana edad, Hassabis destacó en el ajedrez, siendo a los 12 años el segundo mejor jugador de su edad en el mundo. Sin embargo, pronto comprendió que lo que realmente le interesaba no era el juego en sí, sino el proceso detrás de la toma de decisiones. Con el dinero ganado en torneos, compró su primera computadora y aprendió a programar. “Quería entender cómo funcionaba la inteligencia”, recordó el CEO.
Educado en casa, completó sus estudios de secundaria a los 16 años y en lugar de seguir el camino tradicional de un ajedrecista profesional, decidió aplicar su talento a la informática y la inteligencia artificial. Fue así que comenzó el proceso de creación del modelo que hoy lidera.

Inicios en los videojuegos y salto a Cambridge
A los 17 años, Hassabis entró en la industria de los videojuegos tras ganar un concurso de programación en Bullfrog, la compañía de Peter Molyneux. Pese a su juventud, desarrolló el código de Theme Park, un juego de simulación que se convirtió en un éxito global.
Impresionado, Molyneux le ofreció un millón de libras para que se quedara, pero Hassabis rechazó la oferta. Se matriculó en Cambridge, donde estudió informática y posteriormente realizó un doctorado en neurociencia. Su meta no era diseñar juegos, sino comprender la inteligencia humana lo suficiente como para replicarla en máquinas.
Creación de DeepMind y visión de la inteligencia artificial
En 2010, junto a Shane Legg y Mustafa Suleyman, fundó DeepMind con el objetivo de desarrollar inteligencia artificial general (AGI). Su enfoque era audaz: una IA que no solo dominara tareas específicas, sino que pudiera aprender y adaptarse como un ser humano.
Los primeros avances llegaron en juegos como Pong y Go, donde su IA demostró habilidades estratégicas superiores a las de los humanos. Este éxito atrajo a inversores como Elon Musk y en 2014, Google compró la empresa por 400 millones de libras.
Uno de los hitos más importantes de DeepMind fue la solución del problema del plegamiento de proteínas, un desafío científico de 50 años de antigüedad. Este avance le valió a Hassabis y su equipo el reconocimiento del Premio Nobel, al permitir grandes avances en la investigación biomédica.

Futuro de la IA y la humanidad
Para Hassabis, la IA transformará cada aspecto de la vida humana. “No habrá nada que un humano pueda hacer que una computadora no haga mejor”, advirtió. Aunque reconoce los beneficios, también plantea una cuestión existencial: ¿qué será de la humanidad cuando las máquinas puedan hacer todo?
“Vamos a necesitar nuevos filósofos. Este sería el momento perfecto para que apareciera un nuevo Kant”, adelantó el desarrollador. Además cree que el verdadero desafío será encontrar un nuevo propósito en un mundo donde el trabajo deje de ser esencial.
Entre las posibilidades que contempla están la exploración del espacio, la fusión del cerebro humano con la IA o un mundo de “abundancia radical”, donde la tecnología elimine las limitaciones materiales. “Si logramos eso, podríamos alcanzar el máximo florecimiento humano”, afirma. Sin embargo, admite que el riesgo es tan grande como la oportunidad. “Durante los próximos diez años creo que habrá un florecimiento asombroso de la creatividad, impulsada por la IA. Para quienes comprenden y dominan estas herramientas, será una especie de superpoder”, afirmó.

La importancia de que la IA no se concentre solo en Silicon Valley
Aunque DeepMind es parte de Google, Hassabis insistió en mantener su sede en el Reino Unido. “Me gusta la cultura de innovación que tenemos aquí”, aseguró el líder de la compañía. Cree que Gran Bretaña tiene un talento científico excepcional y que la IA no debe ser monopolizada por un solo país o empresa.
Rechazó trasladar DeepMind a California, incluso tras la compra de Google, argumentando que la IA impactará a toda la humanidad y que su desarrollo debe reflejar diferentes perspectivas. Sobre estó, destacó: “Es importante que haya otras voces involucradas, no solo un puñado de personas en un rincón de California”.
También aboga por una regulación global, similar a la Agencia Internacional de Energía Atómica, para garantizar un desarrollo responsable de la IA. Sin embargo, se muestra escéptico sobre la posibilidad de que esto ocurra en el corto plazo.

Un futuro incierto, pero inevitable
Hassabis entiende que sus predicciones pueden parecer radicales, pero insiste en que el cambio ya está en marcha. “Hace diez años nadie hubiera creído que podríamos predecir la estructura de todas las proteínas de la naturaleza. Hoy parece obvio”, destacó.
Para él, la inteligencia artificial no es solo una herramienta, sino el inicio de una nueva era. Una etapa en la que la humanidad deberá adaptarse, definirse y quizás, encontrar un nuevo propósito. “Somos una especie increíblemente adaptable”, concluyó sobre su postura. En su voz, más que miedo, hay una certeza intachable.
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