
La demencia figura entre las principales causas de discapacidad y dependencia en adultos mayores en todo el mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2021 más de 57 millones de personas convivían con esta condición, y cada año se suman cerca de 10 millones de nuevos diagnósticos. Por otra parte, el herpes zóster, que se origina por la reactivación del virus varicela-zóster —el mismo responsable de la varicela—, afecta hasta a un tercio de los adultos a lo largo de sus vidas y su frecuencia aumenta con la edad, especialmente después de los 50 años.
Frente a este escenario, estudios recientes sugieren un vínculo relevante entre ambas enfermedades: la vacunación contra el herpes zóster podría asociarse con una reducción de deterioro cognitivo y demencia en la población de mayor edad.
Tanto la demencia como el herpes zóster impactan principalmente en adultos mayores y mujeres, no solo por su mayor prevalencia, sino también por la carga de cuidados que requieren. La demencia, que abarca distintos padecimientos —siendo el Alzheimer el más común—, se sitúa como la séptima causa de fallecimiento a nivel mundial y plantea desafíos significativos tanto para las familias como para los sistemas de salud.

Frente a este panorama, la ciencia ha comenzado a iluminar un vínculo crucial: la reactivación repetida del virus varicela-zóster podría contribuir al riesgo de demencia, y vacunarse contra el herpes zóster parece ser una de las pocas estrategias preventivas con potencial real para atenuar ese riesgo.
Así lo demuestra un estudio reciente a gran escala publicado en Nature Medicine y difundido por The Washington Post, que documentó que reducir los brotes del virus mediante vacunas puede traducirse en menos casos de deterioro cognitivo en la vejez, en especial entre mujeres y adultos mayores.
El virus de la infancia que puede impactar la mente adulta
Cuando el virus varicela-zóster causa la varicela en la infancia, permanece dormido en el sistema nervioso durante décadas. En la madurez, con el envejecimiento o la inmunosupresión, puede reactivarse como herpes zóster, una infección que, más allá del dolor y el sarpullido, se empieza a asociar de manera inequívoca a daños neurológicos.
“La gran pregunta era si esa reactivación solo generaba malestar físico o si también dejaba una huella duradera en el cerebro”, señaló Anupam Jena, internista del Hospital General de Massachusetts, en diálogo con The Washington Post.

El estudio publicado en Nature Medicine siguió las historias clínicas de más de 100 millones de estadounidenses y demostró que quienes tuvieron dos o más episodios de herpes zóster presentaron entre 7 % y 9 % más de riesgo de demencia en los años siguientes, frente a quienes solo atravesaron un brote.
La hipótesis: cada nueva reactivación desencadena una respuesta inflamatoria intensa, capaz de lesionar de manera sutil pero persistente áreas cerebrales ligadas a la memoria, la atención y el procesamiento cognitivo.
“La demencia está determinada por factores genéticos, metabólicos y ambientales, pero este hallazgo apunta a que reducir la carga viral en el tiempo —y evitar múltiples reactivaciones— podría convertirse en una herramienta concreta para mitigar el riesgo”, explicó Patrick Schwab, director senior de inteligencia artificial en GSK y coautor de la investigación.
Estudios complementarios, como el Baltimore Longitudinal Study of Aging publicados en Neurology, verifican que las infecciones herpéticas sintomáticas se asocian a pérdida acelerada de volumen de sustancia blanca —especialmente en el lóbulo temporal— y descenso progresivo de la capacidad atencional.
Si bien no todos los trabajos coinciden en la magnitud del efecto, la tendencia es clara: más episodios de herpes zóster equivalen a un mayor riesgo de deterioro cognitivo en la siguiente década de vida.
Los alcances de la vacuna
La gran novedad de los últimos años radica en que la vacunación contra el herpes zóster no solo protege contra los brotes dolorosos, sino que también reduce el riesgo de demencia de forma significativa. Al analizar a millones de pacientes, el trabajo en Nature Medicine documentó que las personas inmunizadas presentaron entre un 27 % y un 33 % menos riesgo de demencia en los tres años posteriores a la aplicación.
Este efecto varía según el tipo y la cantidad de dosis: quienes recibieron dos dosis del esquema recombinante Shingrix gozaron de una protección superior (27 % menos a los tres años; 17 % menos a los cinco años), y ese beneficio fue especialmente visible en mujeres de más de 80 años, que alcanzaron hasta un 39 % menos de riesgo a tres años de la vacunación.
La comparación con la anterior vacuna, Zostavax (hoy retirada en varios países), muestra ventajas adicionales: quienes recibieron ambas dosis de Shingrix presentaron un 18 % menos de riesgo que los inmunizados con Zostavax a cinco años de seguimiento. “Los resultados fueron realmente notables por su consistencia”, valoró Schwab. Otros estudios, revisados en Systematic Reviews & Meta-Analysis (2024), confirman una reducción global de hasta 32 % tras la vacunación.

Sin embargo, la protección no es indefinida: “Cuando la acción vacunal se atenúa, tanto la incidencia de herpes zóster como el riesgo de demencia tienden a repuntar, lo que sugiere que podríamos necesitar dosis de refuerzo a mediano o largo plazo”, aclaró Schwab.
La vacunación es segura, ampliamente disponible y está recomendada por la OMS para mayores de 50 años y pacientes inmunosuprimidos. “Uno quiere tener cinco años más para jugar con sus nietos y cinco años más para conducir muy bien. Eso no tiene precio”, resumió la neuróloga A.M. Barrett del Sistema de Salud VA de Massachusetts.
A la hora de comparar el efecto con otras vacunas recomendadas en adultos mayores, como la de la gripe o el tétanos, los estudios muestran que la protección observada frente a la demencia es más robusta con las vacunas contra el herpes zóster.
Un estudio liderado por Maxime Taquet en la Universidad de Oxford, por ejemplo, destaca que quienes recibieron Shingrix vivieron, en promedio, 164 días más sin un diagnóstico de demencia en los seis años siguientes a la inmunización, frente a quienes recibieron otras vacunas. Este beneficio, aunque parezca modesto, cobra enorme relevancia a escala poblacional, considerando la magnitud y el avance continuo de la epidemia de demencia.

Todavía hay preguntas abiertas sobre mecanismos biológicos: ¿la vacuna previene la enfermedad o solo retrasa su aparición?, ¿por qué es más efectiva en mujeres? “La hipótesis dominante es que al reducir la frecuencia de la reactivación viral y la inflamación asociada, se atenua la cascada que lleva al daño neuronal crónico”, concluyen los autores en Nature Medicine. No obstante, la investigación sigue en marcha para determinar si dosis de refuerzo podrían mejorar y prolongar el efecto protector.
Debate científico e interrogantes abiertos
No todos los trabajos coinciden en la magnitud y generalización de estos hallazgos. Un gran estudio danés publicado en Neurology (2022), que abarcó a más de 1,2 millones de adultos, no halló un riesgo aumentado de demencia tras sufrir herpes zóster, excepto en los casos —muy infrecuentes— de infección del sistema nervioso central.
“Contrariamente a nuestra predicción, observamos que el herpes zóster se asoció incluso con una pequeña disminución relativa del riesgo de demencia, aunque la diferencia, en valores absolutos, resulta poco relevante”, concluyó Sigrun Schmidt, autora principal.
Los metaanálisis más recientes apuntan a un equilibrio: hallan un aumento del 14 % en el riesgo de demencia pos-herpes zóster, atenuación moderada por los antivirales y un mayor impacto preventivo con la vacunación.

También advierten sobre sesgos de selección, diferencias por zonas geográficas y múltiples factores de confusión, aunque los estudios más robustos utilizan controles activos y ajustan por centenares de variables para minimizar estos efectos.
“Todavía no sabemos si la vacuna previene o simplemente retrasa la aparición de la demencia, ni por qué beneficia especialmente a las mujeres”, señala John Todd, investigador de la Universidad de Oxford. El consenso actual entre expertos es que el virus varicela-zóster y las respuestas inmunitarias e inflamatorias repetidas son un factor de riesgo modificable, pero no el único ni necesariamente el determinante en todos los casos.
Existen diferencias regionales y demográficas en los resultados: algunos trabajos en Asia encuentran elevaciones más marcadas del riesgo que los europeos, posiblemente asociados a factores genéticos, diferencias en acceso a tratamiento o patrones epidemiológicos propios.
Además, científicos subrayan que aunque la vacunación muestra efectos protectores, estos podrían verse influidos por el hecho de que las personas que deciden vacunarse tienden a tener mejores conductas de autocuidado y mayor contacto con el sistema de salud. “Lo que vemos puede estar parcialmente mediado por variables que aún no logramos medir o controlar del todo”, advierte Patrick Schwab.

Persiste la incertidumbre sobre cuánto tiempo dura la protección y si la vacuna logra evitar la aparición de la demencia o simplemente retrasa su desarrollo. Los datos a largo plazo muestran que, tras la vacunación, las curvas de riesgo empiezan a separarse, pero tienden a unirse otra vez cuando la eficacia disminuye, tal como se observó con Zostavax tras más de diez años de seguimiento. Esto señala la importancia de diseñar estrategias flexibles para los sectores de mayor riesgo.
Todavía resta aclarar si el efecto protector de la vacuna es igual de fuerte para todos los tipos de demencia —como Alzheimer, vascular o frontotemporal—, y en qué grupos poblacionales sería más recomendable focalizar las campañas de inmunización para lograr un mayor impacto a nivel social.
Reconocer, prevenir y actuar: guía práctica sobre herpes zóster y demencia
Herpes zóster: síntomas y prevención
- Dolor, picazón, hormigueo o adormecimiento que precede el sarpullido; ampollas en una banda lateral del cuerpo o rostro. En algunos casos, fiebre, dolor de cabeza y fatiga.
- Si afecta la zona ocular, es una urgencia: consultar de inmediato.
- La vacuna recombinante Shingrix está indicada a partir de los 50 años, incluso en quienes ya tuvieron herpes zóster.

Demencia: señales de alerta y recomendaciones
- Olvidos frecuentes, dificultad para seguir conversaciones, desorientación, cambios de humor, problemas para realizar tareas cotidianas.
- Mantener la mente y el cuerpo activos, socializar, comer sano y controlar los factores de riesgo vascular protegen el cerebro a largo plazo.
- Consultar ante cualquier signo de deterioro cognitivo, para diagnóstico temprano y mejores oportunidades de cuidado.
Cuándo consultar
- En el caso del herpes zóster: sarpullido doloroso y ampollas en adultos mayores: acudir pronto, el tratamiento antiviral precoz mejora el pronóstico.
- Demencia: al notar signos de pérdida de memoria o cambios de comportamiento en familiares o uno mismo, buscar orientación médica.
- El apoyo emocional, social y las redes de contención son clave para quienes conviven con la demencia.
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