
La estimulación del sistema olfativo mediante ondas de radio demostró potenciar de forma temporal la capacidad para percibir olores, según los resultados de un experimento reciente. Un equipo de investigadores liderado por Yongwoo Jang en la Universidad Hanyang de Seúl exploró una vía alternativa a los tratamientos convencionales, recurriendo a la bioelectrónica para abordar las disfunciones olfativas.
El estudio, difundido por Research Gate, indica que el sentido del olfato, además de influir directamente en la percepción del gusto, resulta esencial para la seguridad cotidiana, ya que su deterioro puede impedir la detección de riesgos como fugas de gas. Diversos factores, entre ellos el envejecimiento, lesiones o enfermedades neurológicas, pueden dañar el nervio olfativo y reducir o eliminar la capacidad de oler. La pérdida olfativa también se reportó con frecuencia tras infecciones por Covid-19, un fenómeno que puso en primer plano un problema hasta entonces considerado secundario dentro de la medicina general.
En la práctica clínica actual, los casos graves de disfunción olfativa suelen tratarse mediante cirugía, mientras que las afecciones más leves se abordan con terapias químicas, como la exposición repetida a aromas en el hogar. En diálogos recogidos por New Scientist, Jang señaló que “en la práctica clínica actual, la disfunción olfativa grave puede tratarse con cirugía, mientras que los casos más comunes dependen de terapias basadas en productos químicos, como la exposición repetida a aromas en casa”.

El investigador subrayó que, a diferencia de otros campos médicos donde los dispositivos terapéuticos evolucionaron con rapidez, el tratamiento de los trastornos olfativos permaneció anclado en métodos tradicionales. Ante esta situación, el equipo propuso el uso de electroceúticos, es decir, la estimulación bioelectrónica como terapia. Estos enfoques se encuentran en auge en diversas ramas de la medicina y buscan reemplazar o complementar los fármacos con impulsos eléctricos o electromagnéticos capaces de modular la actividad de nervios y tejidos específicos.
El reto principal residía en la localización profunda del sistema olfativo dentro del cráneo, lo que imposibilitaba la estimulación eléctrica directa. Por ello, según precisó New Scientist, los científicos optaron por emplear ondas de radio. Este tipo de radiación no ionizante, utilizada desde hace décadas en comunicaciones y en aplicaciones médicas como la fisioterapia, permite penetrar tejidos sin necesidad de intervenciones invasivas.
Para evaluar la eficacia de este enfoque, reclutaron a 28 voluntarios sin alteraciones olfativas. Cada participante recibió una exposición de cinco minutos a una potencia de 15 vatios, generada por una antena cuadrada de cinco centímetros de lado, situada a 10 centímetros de la cabeza.
“La estimulación en sí no es percibida directamente por el paciente”, señaló Jang, aunque advirtió que una exposición prolongada puede provocar una leve sensación de calor en la zona de aplicación. Este detalle es relevante porque sugiere que la técnica, en dosis controladas, podría resultar segura, aunque requiere estudios adicionales para descartar riesgos a largo plazo.

La evaluación de la capacidad olfativa se realizó mediante el test Sniffin’ Sticks, ampliamente utilizado en la práctica clínica. Esta prueba consiste en detectar la presencia de n-butanol, un alcohol generado durante la fermentación de azúcares, en diferentes diluciones.
Tras la intervención, los resultados difundidos en Research Gate mostraron que los participantes obtuvieron mejoras significativas en la detección de olores en comparación con sus registros previos al tratamiento. Este efecto positivo se mantuvo durante aproximadamente una semana. Según Jang, las personas con problemas olfativos podrían requerir sesiones periódicas para mantener los beneficios, de forma semejante a lo que ocurre con terapias de rehabilitación sensorial o motora.
Actualmente, el equipo prepara nuevos estudios para aplicar este método en pacientes con disfunción olfativa. Además, el dispositivo ha sido perfeccionado para ofrecer una estimulación más focalizada, lo que podría traducirse en mejoras aún mayores en la capacidad olfativa. Los investigadores esperan comprobar si el mismo principio puede aplicarse en personas que sufrieron pérdida total del olfato, un cuadro clínico complejo y con opciones de tratamiento muy limitadas.
Más allá del impacto inmediato en quienes padecen disfunciones olfativas, la investigación abre un debate sobre el futuro de la bioelectrónica en la medicina sensorial. El olfato, frecuentemente relegado en comparación con la vista o el oído, se revela aquí como un campo de exploración con implicancias tanto en la calidad de vida como en la seguridad pública. Si la técnica demuestra ser eficaz y segura en fases más avanzadas, podría transformarse en una herramienta de uso extendido, complementando los abordajes actuales y ofreciendo una alternativa a quienes no responden a las terapias tradicionales.
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