
Sentirse decaído o experimentar cambios en el estado de ánimo puede estar más vinculado a la ingesta de lo que se cree. La relación entre la dieta y la salud mental ha cobrado relevancia en la investigación científica. Según Harvard Health, el cerebro requiere un suministro constante de nutrientes de calidad para funcionar de manera óptima.
Dietas ricas en azúcares refinados y alimentos procesados no solo afectan la regulación de la insulina, sino que también favorecen la inflamación y el estrés oxidativo, factores que se han vinculado con un mayor riesgo de trastornos del ánimo.
Aunque durante años la medicina no reconoció plenamente este vínculo, la psiquiatría nutricional ha demostrado que lo que se consume influye directamente en el estado de ánimo y el comportamiento.
Alimentos asociados a tristeza y depresión
Entre los alimentos más asociados a la tristeza o la depresión, los refrescos y jugos de fruta industrializados ocupan un lugar destacado.

En un informe realizado por WebMD, revisado por la médica Jabeen Begum, se advierte que, al carecer de la fibra presente en la fruta entera, los jugos se convierten en una fuente de azúcar que eleva rápidamente los niveles de glucosa en sangre, provocando subidas y bajadas de energía que pueden afectar negativamente el ánimo.
Por otro lado, los refrescos, tanto azucarados como dietéticos, presentan riesgos similares: los primeros por su alto contenido de azúcar y los segundos por la presencia de edulcorantes artificiales como el aspartame, que se ha relacionado con síntomas depresivos y de ansiedad.

El consumo habitual de alimentos ultraprocesados también preocupa a los especialistas. Un análisis liderado por la prestigiosa universidad de Harvard, encontró que las personas que ingerían al menos nueve porciones diarias de estos productos tenían un 50% más de probabilidades de desarrollar depresión en comparación con quienes los evitaban.
Entre los ultraprocesados se incluyen productos de bollería, snacks, comidas rápidas y cereales refinados. Además, la nutricionista Lily Soutter explicó a Yahoo que comidas como pizza, hamburguesas con papas fritas, aunque placenteras al momento, suelen dejar una sensación de malestar posterior debido a su alto contenido en grasas, harinas refinadas y sal, y a la escasez de nutrientes beneficiosos para el cerebro.

Los fritos, en particular, han sido objeto de estudios recientes. Una investigación de 2023, publicada por la revista PNAS, reveló que el consumo regular de ese tipo de alimentos, especialmente papas, se asocia con un 12% más de riesgo de ansiedad y un 7% más de riesgo de depresión.
Esto se atribuye tanto a la formación de compuestos como la acrilamida durante la fritura, como al uso de aceites industriales ricos en ácidos grasos omega-6, que favorecen la inflamación y carecen de los efectos protectores de los omega-3.
Por otro lado, el impacto de los azúcares añadidos y refinados va más allá de los postres evidentes. Según contó la psiquiatra nutricional de Harvard, Uma Naidoo, consultada por CNBC, estos azúcares están presentes en productos inesperados como aderezos, salsas y hasta papas fritas.
Su consumo excesivo exacerba la inflamación y puede generar ansiedad y cambios bruscos de humor. Además, el efecto adictivo del azúcar dificulta reducir su ingesta, perpetuando el círculo de malestar emocional.
Los aceites industriales, como los de maíz, soja, girasol y palma, han proliferado en la industria alimentaria por su bajo costo, pero su alto contenido en omega-6 y la ausencia de omega-3 los convierten en un factor de riesgo para la depresión, según CNBC.
En ese sentido, optar por alternativas como el aceite de oliva virgen extra, puede ser la opción más saludable de todas.
Los edulcorantes artificiales, presentes en productos “light” o “sin azúcar”, tampoco están exentos de riesgos. La nutricionista explicó en la entrevista con CNBC que el aspartame y otros sustitutos del azúcar pueden alterar los neurotransmisores que regulan el ánimo y, en algunos casos, aumentar la probabilidad de síntomas depresivos.
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