La neuropsicóloga Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni, aseguró que “todos tenemos pensamientos intrusivos” y que “no somos lo que pensamos, sino lo que hacemos con nuestros pensamientos”.
Sus declaraciones buscaron aportar calma y desmitificar el fenómeno de esas ideas, muchas veces violentas, sexuales o disruptivas, que irrumpen sin aviso en la mente y generan preocupación o culpa.
“Se espera que una persona sana tenga alrededor de diez pensamientos intrusivos por día”, afirmó Crivelli, diferenciando este fenómeno de los cuadros patológicos y llamando a la sociedad a dejar de estigmatizar estas experiencias mentales.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Maru Duffard y Ramón Indart.

En ese contexto, Crivelli explicó los orígenes neurocientíficos de los pensamientos intrusivos, su papel evolutivo como mecanismo de protección ante amenazas potenciales y el error frecuente de intentar suprimirlos o interpretarlos como signos de enfermedad mental. Además, se refirió a la relación entre estos pensamientos y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), estableciendo las diferencias entre experiencias habituales y patologías.
Según Crivelli, los pensamientos intrusivos son “pensamientos que aparecen de manera invasiva, sin que nosotros lo planeemos, y son perturbadores. Suelen tener contenido violento, sexual, disruptivo, o simplemente no están alineados con nuestros valores, y aparecen de forma recurrente”.
Insistió en que el hecho de tener estas ideas no indica en absoluto un trastorno: “Lo importante es saber que son parte de la normalidad. Todos tenemos pensamientos intrusivos. Pueden ir desde simples impulsos, como imaginar empujar a alguien por la escalera, hasta fantasías menos inquietantes, como querer despeinar al jefe en plena charla o gritar en un concierto silencioso”.
La experta reiteró varias veces que “es parte de la salud mental” experimentar estos pensamientos: “Es esperable y saludable. Se calcula que una persona sin patologías puede tener cerca de diez pensamientos intrusivos por día”.

Resaltó que “algunas personas tienen más, pero no hay que alarmarse”. Crivelli explicó que la mente funciona en capas y a menudo, aún cuando se está interactuando con otros, se despliegan escenarios imaginarios o pensamientos desconectados del momento presente: “Que tu mente divague o imagine cosas extrañas, mientras hablas con alguien, también forma parte de lo normal”.
El diálogo se enriqueció con ejemplos cotidianos: “Los pensamientos intrusivos no necesariamente implican acciones que uno desea cometer. También pueden aparecer preocupaciones absurdas, como dudar si se dejó una canilla abierta o si la perilla del gas estaba bien cerrada. Este tipo de dudas pueden surgir en cualquier momento del día”.
Sin embargo, la neuropsicóloga remarcó que existe una frontera entre los pensamientos intrusivos comunes y aquellos ligados al TOC: “Cuando estos pensamientos se vuelven recurrentes, insistentes y perseverantes, los llamamos obsesiones. Las obsesiones son esas ideas imposibles de desalojar de la mente, que generan temor y llevan a realizar actos o rituales, denominados compulsiones, que suelen ser repetitivos y carecen de lógica, pero alivian momentáneamente el malestar, como lavarse las manos siete veces u abrir y cerrar la puerta ocho veces para asegurarse de que todo esté en orden”.

Crivelli aclaró que el cerebro humano genera de manera constante ideas y proyecciones: “Tenemos entre seis mil y seis mil quinientos pensamientos por día. El cerebro está siempre trabajando. Una red neuronal, llamada red por defecto, permanece activa e impulsa nuestra imaginación, recuerdos y proyecciones a futuro. Esa misma red genera pensamientos positivos, negativos e intrusivos”, sostuvo.
Incluso detalló que este sistema cerebral actúa como un mecanismo de protección: “Muchos de estos pensamientos cumplen un rol evolutivo, ayudando a identificar amenazas potenciales y preparándonos para responder ante ellas”.
La especialista desarmó varios mitos sobre el significado de estas ocurrencias mentales: “No somos nuestros pensamientos. Somos lo que hacemos con ellos. No hay que hacerse cargo de todo lo que la mente elabora; hay que distinguir entre la ocurrencia mental y la acción”.

Invitó a normalizar incluso las fantasías disruptivas y a reconocer el papel creativo que puede tener la divagación: “Tener fantasías, del tipo que sean, no debe preocuparnos. Son parte de la creatividad y el funcionamiento normal del cerebro. Nos permiten soñar, crear e imaginar soluciones”.
Crivelli también fue categórica respecto al error de intentar reprimir los pensamientos intrusivos y el conocido fenómeno psicológico de la “paradoja del elefante rosa”: “Cuanto más tratamos de suprimir una idea, más persiste. Es un fenómeno estudiado por Wegner en los años sesenta, que demostró cómo el esfuerzo por no pensar en algo refuerza la presencia de ese pensamiento. Por eso, lo peor es darle entidad o pelearse con ellos: hay que relativizarlos, dejarlos pasar y entender que son pasajeros”.
En diálogo con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, la neuropsicóloga se detuvo en el impacto emocional y físico que pueden generar estos episodios: “Ante un pensamiento intrusivo, hay una reacción de alerta, incluso con síntomas físicos. Es clave poder reconocer que es una reacción normal, en especial bajo estrés, fatiga o falta de sueño, momentos en los que la red neuronal por defecto puede estar más activa”.

Crivelli puso ejemplos personales y de la vida doméstica para ilustrar cómo los pensamientos intrusivos pueden generar miedo, sobre todo cuando se relacionan con la seguridad de seres queridos: “A las madres puérperas, por ejemplo, les ocurre con frecuencia pensar en accidentes o situaciones violentas. Es muy común que una madre piense: ‘¿Y si hago tal cosa accidentalmente?’. Aparecen ante el cansancio o el estrés, y es totalmente normal”.
La conductora abordó la dificultad para deshacerse de estos pensamientos incluso durante situaciones sociales o laborales exigentes: “En una reunión, uno puede estar luchando por concentrarse en el trabajo mientras una idea perturbadora insiste en aparecer”. Crivelli respondió: “Son involuntarios y recurrentes, pero suele ser cuestión de tiempo para que se desvanezcan. Si reconocemos que a veces aparecen más cuando estamos bajo presión o dormimos poco, tomaremos distancia”.
Sin embargo, la jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni subrayó que la persistencia excesiva de estos pensamientos o la necesidad de realizar rituales compulsivos para calmarse sí puede requerir consulta profesional: “El trastorno obsesivo-compulsivo es una enfermedad y se diferencia radicalmente del fenómeno normal de los pensamientos intrusivos. Solo cuando las obsesiones y compulsiones interfieren en la vida cotidiana hablamos de un cuadro clínico”.
Tampoco es extraño, según Crivelli, recibir pensamientos de contenido sexual no deseado: “Muchas veces surgen imágenes mentales sobre personas en contextos inadecuados o situaciones imposibles. No hablan de deseos reales ni de patologías. Son simplemente ocurrencias automáticas que no dicen nada sobre la personalidad o moral de quien las tiene. El problema surge cuando no se pueden dejar pasar y se transforman en fuente de angustia o culpa”.
La columna completa de la doctora Lucía Crivelli
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