Un dolor agudo que atraviesa la frente tras un bocado de alimento frío es una sensación conocida por millones de personas. Este fenómeno, denominado “dolor de cabeza por helado” o “brain freeze” (conocido popularmente como “cerebro congelado”), va más allá de una molestia trivial y posee un trasfondo neurológico que ha suscitado el interés de la comunidad científica.
Según José Miguel Soriano del Castillo, catedrático de Nutrición y Bromatología en la Universidad de Valencia, en The Conversation, este tipo de cefalea revela mecanismos fisiológicos de gran sofisticación y podría tener implicaciones médicas aún poco exploradas.

El mecanismo detrás del dolor de cabeza por helado
El dolor de cabeza por helado, conocido médicamente como “cefalea por estímulo frío”, se manifiesta de forma intensa y breve en la región frontal o en las sienes, generalmente tras el contacto de alimentos o bebidas muy frías con el paladar o la parte posterior de la garganta.
La Clasificación Internacional de Trastornos de Cefalea lo atribuye a un cambio brusco de temperatura en la boca, que provoca primero vasoconstricción (disminución del diámetro de los vasos sanguíneos por contracción muscular, lo que reduce el flujo sanguíneo y aumenta la presión arterial) y luego vasodilatación en los vasos sanguíneos locales.

El nervio trigémino, encargado de conectar el rostro con el cerebro, juega un papel predominante. Al detectar el descenso abrupto de la temperatura, interpreta el estímulo como una amenaza térmica y, en consecuencia, envía una señal de dolor al cerebro.
Lo notable es que, aunque la acción se produce en la boca, la sensación dolorosa se percibe en la frente o en las sienes. Esta confusión se debe a un fenómeno llamado “dolor referido”, que también se observa en otros tipos de dolor visceral. The Conversation destacó que este mecanismo revela la sofisticación de las respuestas neurovasculares del organismo frente a estímulos extremos.
Relevancia médica y neurológica: más allá de una molestia pasajera
Las investigaciones recientes empezaron a considerar el “brain freeze” como una herramienta para comprender otros trastornos neurológicos y abrir nuevas vías clínicas. Un artículo de 2010 en la revista Critical Care Medicine sugirió que los mecanismos involucrados en la cefalea por estímulo frío pueden inspirar métodos, como la hipotermia terapéutica, para proteger el cerebro tras un paro cardíaco.
Estas reacciones neurovasculares rápidas contribuyen a regular la presión intracraneal, el flujo sanguíneo cerebral y los reflejos autonómicos. En palabras de Soriano del Castillo: “Un helado puede activar rutas que los médicos intentan replicar de forma controlada en cuidados intensivos”.

Por otra parte, una revisión científica de 2023 analizó el papel del nervio trigémino y el ganglio esfenopalatino en la cefalea por helado, estructuras también implicadas en migrañas, cefaleas en racimo y neuralgias faciales. Los estudios señalan que la reacción al frío podría indicar hipersensibilidad en el sistema trigémino, característica de personas con tendencia a cefaleas.
Además, la relación entre el “brain freeze” y la migraña es notable. Quienes tienen antecedentes de migraña muestran una prevalencia mucho mayor de cefalea por estímulo frío, lo que sugiere que la reacción podría funcionar como un marcador clínico de sensibilidad trigeminal aumentada, compartida con otras cefaleas incapacitantes.
¿A quién afecta más el dolor de cabeza por helado?
El dolor de cabeza por helado es común, aunque su prevalencia varía según la edad y otros factores. Datos recogidos por The Conversation indican que entre el 15% y el 37% de la población general experimentó este dolor, pero la incidencia asciende al 40,6%–79% en niños y adolescentes.
Un estudio en Alemania con estudiantes de entre 10 y 14 años, sus padres y profesores, reflejó que el 62% de los menores y el 31% de los adultos alguna vez sufrieron cefalea por helado. Esta diferencia se explicaría por la adquisición de estrategias para evitar el dolor, mayor estabilidad neuronal frente al frío con el paso de los años y características anatómicas que hacen a los niños más susceptibles a la estimulación rápida de los receptores del frío.

La relación con la migraña es especialmente clara: personas con antecedentes migrañosos alcanzan prevalencias de dolor de cabeza por helado entre el 55,2% y el 73,7%, muy superiores a quienes padecen cefaleas tensionales (23%–45,5%). En individuos con antecedentes de cefalea punzante, la prevalencia llega al 94%.
Otros factores de riesgo incluyen traumatismos craneales y especialmente la historia familiar. Los hijos de padres afectados tienen un riesgo mucho mayor; si la madre la ha experimentado, la probabilidad para el hijo se multiplica por 10,7, y si es el padre, por 8,4.
Estos datos muestran que el “dolor de helado” refleja procesos neurológicos complejos y no solo una anécdota ligada al consumo de frío.
¿Resulta peligroso el “brain freeze”?
En términos generales, el dolor de cabeza por helado es benigno y autolimitado. Existe, sin embargo, un caso clínico excepcional: según un informe de 1999 publicado en el American Journal of Forensic Medicine and Pathology, un hombre joven colapsó después de beber agua fría. La causa de muerte fue un reflejo vagal extremo, no un “brain freeze” clásico, sino una reacción autonómica descontrolada en un contexto de calor extremo y vulnerabilidad fisiológica.
A su vez, The Conversation enfatizó que se trató de una situación aislada y sin implicaciones para la población general: el consumo de helado o bebidas frías no representa un riesgo real para la salud.

Estrategias sencillas para prevenir y aliviar el dolor
Aunque el “brain freeze” habitualmente no reviste gravedad, puede ser molesto. Aplicar medidas simples y eficaces permite reducir su aparición y aliviar el malestar, según The Conversation. La ingesta lenta de alimentos o bebidas frías es el método más efectivo, ya que evita un estímulo térmico demasiado brusco.
Otra medida útil consiste en impedir el contacto directo del frío con el paladar superior. Para lograrlo, se puede utilizar una pajita, mantener el líquido sobre la lengua unos segundos antes de tragar o controlar la velocidad con la que se consume un helado.
Si comenzó el dolor, presionar la lengua contra el techo de la boca contribuye a restaurar la temperatura y aliviar el malestar en pocos segundos.
El dolor de cabeza por helado es, pese a su carácter cotidiano e inesperado, una reacción normal del sistema nervioso frente a un estímulo térmico intenso. Como recordó The Conversation, el interés científico alrededor de sus mecanismos y posibles aplicaciones clínicas persiste, lo que demuestra que las experiencias más comunes pueden aportar valiosa información sobre el cerebro humano.
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