
VIERNES, 13 de junio de 2025 (HealthDay News) -- El microbioma de una persona (las bacterias que viven de forma natural en la boca y el intestino) podría contribuir a la enfermedad de Parkinson, señala un estudio reciente.
Los cambios específicos en estas bacterias se asocian con el deterioro cognitivo en el Parkinson, informaron los investigadores en la edición del 9 de junio de la revista Gut Microbes.
En particular, las bacterias dañinas que pasan de la boca al intestino se vincularon con los pacientes de Parkinson que pasaron de problemas leves de memoria a una demencia en toda regla, encontraron los investigadores.
"Todavía no sabemos si las bacterias están causando el deterioro cognitivo o si los cambios en el cuerpo debidos al Parkinson permiten que estas bacterias crezcan, pero nuestros hallazgos sugieren que podrían desempeñar un papel activo en el empeoramiento de los síntomas", dijo el investigador principal, Frederick Clasen, investigador asociado del Laboratorio de Biología de Sistemas Cuantitativos del King's College de Londres. dijo en un comunicado de prensa.
El Parkinson es un trastorno cerebral asociado principalmente con problemas de movimiento como temblores, rigidez y dificultad con el equilibrio y la coordinación.
Pero a medida que la enfermedad avanza, los pacientes también son más propensos a desarrollar problemas de memoria, según el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento.
"El intestino humano y las comunidades bacterianas orales se vinculan cada vez más con las enfermedades neurodegenerativas", señaló en un comunicado de prensa el investigador sénior, Saeed Shoaie, líder del grupo del Laboratorio de Biología de Sistemas Cuantitativos del Colegio del Rey de Londres.
"Las alteraciones en el eje intestino-cerebro podrían desencadenar inflamación y respuestas inmunitarias que contribuyen al daño neuronal", añadió Shoaie. "Se ha descubierto que una bacteria común de la enfermedad de las encías como Porphyromonas gingivalis es un posible impulsor de la enfermedad de Alzheimer".
Para el estudio, se analizaron las bacterias intestinales y bucales de 114 personas, incluidos 41 pacientes de Parkinson con deterioro cognitivo leve y 47 pacientes de Parkinson con demencia.
Los investigadores descubrieron claras diferencias en los tipos y funciones de las bacterias entre los grupos.
En las personas con deterioro cognitivo, el intestino contenía más bacterias dañinas, incluidas muchas cepas que probablemente migraron allí desde la boca.
Se encontró que estas bacterias reemplazan las toxinas que pueden dañar el tejido intestinal, promover la inflamación y posiblemente afectar al cerebro, dijeron los investigadores.
"Estas toxinas podrían usarse como marcadores biológicos para identificar a los pacientes con un riesgo más alto de demencia en el Parkinson", dijo Clasen. "En el futuro, también podrían ser objetivos de nuevos tratamientos que protejan el cerebro al cambiar el entorno intestinal".
Los hallazgos también muestran la importancia de unas conductas de estilo de vida saludables para las personas con Parkinson, como comer una buena dieta y mantener la higiene oral, apuntaron los investigadores.
"A medida que las personas con Parkinson se vuelven cada vez más dependientes [de los cuidadores], las prácticas rutinarias como la higiene bucal y la ingesta nutricional podrían descuidarse", dijo Shoaie.
"Nuestros hallazgos sugieren que promover un microbioma saludable a través de un cuidado bucal constante, una dieta equilibrada y unas intervenciones probióticas potencialmente dirigidas podrían respaldar una mejor gestión de la enfermedad en el Parkinson", añadió Shoaie.
Las investigaciones futuras investigarán cómo estas bacterias y toxinas podrían afectar a la función cerebral, y si los cambios en el estilo de vida podrían ayudar a retrasar o prevenir la demencia en los pacientes de Parkinson, apuntaron los investigadores.
Más información
El Instituto Nacional sobre el Envejecimiento ofrece más información sobre la enfermedad de Parkinson.
FUENTES: King's College London, comunicado de prensa, 9 de junio de 2025; Microbios intestinales, 9 de junio de 2025.
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