
El trastorno de duelo prolongado (PGD, por sus siglas en inglés), recientemente reconocido en los manuales diagnósticos internacionales como el DSM-5-TR y el ICD-11, ha generado un amplio interés en la comunidad médica y científica.
Afectando aproximadamente al 7-10% de las personas en duelo, se caracteriza por una persistente e intensa añoranza o preocupación por el ser querido fallecido, acompañada de síntomas emocionales y funcionales que pueden extenderse más allá de los seis meses tras la pérdida.
Según un estudio realizado por The Lancet, este diagnóstico busca abordar una condición que, hasta hace poco, no contaba con un marco clínico claro, a pesar de sus graves implicaciones en la salud mental y física de los afectados.
De acuerdo con The Lancet, el trastorno de duelo prolongado se manifiesta típicamente entre los 6 y 12 meses posteriores a la muerte de un ser querido cercano.

Los síntomas principales incluyen un profundo dolor emocional, alteraciones en la identidad, pérdida de propósito y dificultades significativas para retomar las actividades cotidianas.
Además, este trastorno está vinculado a una serie de consecuencias negativas, como hipertensión, mayor riesgo de suicidio, insatisfacción con la vida y un uso elevado de servicios de salud.
Según Nature, los criterios diagnósticos incluyen la presencia de síntomas persistentes de añoranza o preocupación por el fallecido, junto con al menos tres de ocho síntomas asociados, como dificultad para aceptar la muerte, sentimientos de vacío, o una incapacidad para experimentar emociones positivas.

Estos síntomas deben causar un deterioro significativo en el funcionamiento social o laboral del individuo.
Impacto del COVID-19 en el duelo prolongado
La pandemia de COVID-19 ha exacerbado los desafíos relacionados con el duelo, según destacó el Instituto Nacional de Salud, de Estados Unidos.
Las restricciones sociales, la imposibilidad de realizar rituales funerarios tradicionales y el aislamiento han interrumpido los procesos normales de duelo, lo que podría aumentar los casos de trastorno de duelo prolongado.
Aunque aún se necesitan estudios longitudinales para evaluar el impacto total de la pandemia, las investigaciones iniciales sugieren que las pérdidas relacionadas con el COVID-19 han generado niveles más altos de duelo agudo en comparación con muertes por causas naturales en el mismo período.
El duelo prolongado en estudiantes universitarios: un grupo vulnerable

Un estudio publicado en Frontiers reveló que el 13,4% de los estudiantes universitarios que han experimentado la pérdida de un ser querido cumplen con los criterios para el trastorno de duelo prolongado.
Este porcentaje es similar al observado en adultos, pero destaca por su prevalencia y que enfrentan tasas más altas de pérdidas repentinas y violentas, así como barreras adicionales para acceder a recursos de apoyo.
Las consecuencias del trastorno en esta población incluyen dificultades académicas, aislamiento social, problemas de salud mental y, en casos extremos, abandono escolar.
El estudio también identificó que los estudiantes suelen buscar apoyo principalmente en amigos y familiares, aunque muchos no encuentran esta ayuda completamente efectiva.
Tratamientos y enfoques terapéuticos para el trastorno de duelo prolongado
La psicoterapia es el tratamiento principal para el trastorno de duelo prolongado, según informó The Lancet. El tratamiento de duelo complicado (CGT) ha demostrado ser particularmente eficaz, con un enfoque en la aceptación de la pérdida y la restauración de la capacidad para reanudar una vida significativa.

Este tratamiento incluye componentes de terapia cognitivo-conductual y teoría del apego, y se estructura en 16 sesiones que abordan temas como el manejo del dolor emocional, la reconexión con los demás y la adaptación a una vida sin el ser querido.
La inclusión del trastorno de duelo prolongado en los manuales diagnósticos ha abierto nuevas oportunidades para la investigación.
Según Nature, estudios recientes han comenzado a explorar los fundamentos neurobiológicos del trastorno, identificando alteraciones en regiones cerebrales como el núcleo accumbens, que está relacionado con los procesos de recompensa y apego.
Además, se están desarrollando herramientas de evaluación más precisas, como el Prolonged Grief Disorder-13 (PG-13), que permite medir la gravedad de los síntomas y monitorear el progreso en el tratamiento.
La identificación temprana, el acceso a tratamientos basados en evidencia y la investigación continua son esenciales para abordar esta condición y mitigar su impacto en las personas afectadas.
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