
Aunque cerrar la canilla mientras una persona se lava los dientes es un gesto ambientalmente responsable, no alcanza para frenar el deterioro del agua: el 90% de su consumo se decide en los campos y las industrias.
Sin embargo, muchos de los actos más comunes y aparentemente inofensivos dentro del hogar están en el centro de una crisis silenciosa. En el Día Mundial del Agua, los expertos coinciden en que la crisis se agrava con cada litro de aceite que baja por el desagüe, cada manguera que riega una vereda, cada medicamento vencido tirado por el inodoro.
Y aunque la ciudadanía se esfuerza por cambiar, la estructura de producción y consumo continúa operando con una lógica que ignora los límites del agua.
Siete hábitos que contaminan y malgastan el agua

- Tirar aceite usado por el desagüe. Después de freír unas papas o una milanesa, muchas personas aún optan por verter el aceite en la pileta. Es un error con impacto profundo: según la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), un solo litro de aceite usado puede contaminar mil litros de agua. En Argentina se generan 124 millones de litros anuales, pero menos de la mitad se recicla. Este residuo, al llegar a los ríos, forma una capa superficial que reduce la oxigenación y afecta a todo el ecosistema acuático.
- Arrojar medicamentos por el inodoro o la basura. La eliminación incorrecta de fármacos lleva sus compuestos activos directamente a las vías fluviales. Un estudio del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) halló rastros de productos farmacéuticos en el 80% de los cursos de agua del país. Estos contaminantes afectan a peces, invertebrados y potencialmente a la salud humana.
- Descartar productos químicos por cañerías. La pintura sobrante, los pesticidas o los fertilizantes son residuos habituales en los hogares, pero cuando se eliminan sin tratamiento adecuado, contaminan el agua. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) estima que un galón (3,7 litros) de aceite de motor puede contaminar hasta un millón de galones de agua. La mezcla de sustancias tóxicas degrada cursos de agua y napas subterráneas.
- Consumir y desechar plásticos de un solo uso. El plástico se infiltra en todos los ecosistemas hídricos. Según un estudio de Environmental Science & Technology, se hallaron microplásticos en placentas humanas, lo que refleja su nivel de penetración. Y apenas el 8% del plástico producido es reciclado, como advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), lo que agrava su acumulación en océanos y ríos.
- Lavar autos o veredas con manguera. Aunque algunos municipios, como la Ciudad de Buenos Aires, regularon el uso de mangueras para limpieza, aún es común ver autos lavados con agua a presión. Esta práctica gasta cientos de litros que podrían ser reemplazados por el uso de baldes.
- Dejar correr el agua durante la higiene personal. Durante la ducha, al cepillarse los dientes o afeitarse, dejar el agua corriendo puede malgastar entre 10 y 20 litros por minuto. Consultada por Infobae, María Victoria Periago, investigadora independiente del CONICET y directora de investigación y formación en Fundación Mundo Sano sugirió prácticas simples: cerrar la canilla entre pasos, aplicar champú con el agua cerrada, abrir solo para enjuagar. En un contexto de escasez creciente, cada litro cuenta.
- Tirar residuos por la pileta o el inodoro. Además del aceite y los fármacos, muchos hogares descartan restos de comida, grasas o productos de limpieza por la pileta. Estos residuos afectan la eficacia de las plantas potabilizadoras y pueden agravar problemas en zonas sin acceso a infraestructura adecuada, como ocurre en diversas regiones del país.
El agua bajo presión: contaminación y consumo global

Cada persona dispone, en promedio, de 580 metros cúbicos de agua dulce al año, según la FAO. En total, se extraen 3.600 km³ anuales para consumo humano. Sin embargo, la forma en que se reparte ese uso revela una verdad incómoda: el 69% se destina a la agricultura, el 21% a la industria y solo el 10% al uso doméstico. En América Latina, esta última cifra es aún menor: 8%.
En paralelo, más de 2.000 millones de personas carecen de acceso a agua potable, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), muchas veces por contaminación de escorrentías agrícolas o desechos industriales.
El panorama se agrava con amenazas invisibles como los microplásticos, hallados no solo en alimentos marinos sino también en agua embotellada y tejidos humanos, y los residuos farmacéuticos, que están alterando la química de los ecosistemas acuáticos. La contaminación no solo reduce la cantidad de agua disponible, sino también su calidad, generando un desafío multidimensional.
Plásticos y agricultura: las grandes responsables

El uso doméstico representa una porción menor del consumo total, pero recibe gran parte del discurso sobre responsabilidad ambiental. Mientras tanto, los principales factores de contaminación siguen siendo estructurales. La agricultura, además de consumir más de dos tercios del agua dulce disponible, es responsable de gran parte de la contaminación difusa: fertilizantes, pesticidas y residuos de cosechas llegan a los ríos.
En el caso del plástico, el foco se puso en el reciclaje ciudadano, cuando en realidad el problema comienza en el diseño del envase. “Solo el 8% del plástico puede reciclarse”, indican desde la FAO. La mayor parte del plástico utilizado en productos y embalajes tiene una composición no reciclable. Y aunque existen iniciativas como las ecobotellas y la separación de residuos, el ciudadano promedio tiene muy poco margen de acción frente a un modelo de producción basado en materiales descartables.
La regulación a las grandes industrias plásticas y alimentarias sigue siendo débil, lo que perpetúa la situación. La contaminación por plásticos ya no es solo una amenaza marina: es un problema transversal que afecta desde las reservas de agua hasta la salud humana.
Entre la conciencia y la impotencia

A pesar del escenario complejo, la respuesta ciudadana es notable. Iniciativas como la campaña “Reciclá tu Aceite”, impulsada por la empresa DH-SH en Argentina, recolectó más de 33.000 toneladas de aceite usado desde 2017. Según la responsable de Ambiente de la empresa, Antonella Druetta, estas acciones evitaron la contaminación de más de 36 millones de metros cúbicos de agua, el equivalente a 14.500 piletas olímpicas.
Además, hoy existen más de 400 puntos verdes en 11 provincias y más de 120 convenios con municipios.
En este contexto, la conciencia sobre el uso racional del agua en el hogar crece. El ahorro en duchas, la reutilización de agua de lluvia y la elección de productos ecológicos forman parte de una nueva cultura ambiental. Pero el efecto de estas prácticas está acotado por la dimensión estructural del problema.
Como coinciden los expertos, “el problema real pasa por otro lugar”. La ciudadanía puede y debe actuar, pero sin políticas que regulen a los mayores consumidores y contaminadores, el esfuerzo individual seguirá siendo importante, pero insuficiente.
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