El 40% de trabajadores peruanos declara tener un diagnóstico de salud mental y más de la mitad no recibe apoyo, según informe

Un estudio reciente reveló que la ansiedad, la depresión y el estrés encabezan los diagnósticos entre empleados, mientras la mayoría de empresas carece de programas efectivos de apoyo psicológico

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La salud mental es clave
La salud mental es clave para cumplir en forma correcta las funciones del trabajo (iStock)

Cuatro de cada diez personas trabajadoras en el Perú afirma tener o haber tenido un diagnóstico de salud mental. El dato forma parte del estudio “El desafío invisible: salud mental en el trabajo”, elaborado por Bumeran y Combo con 4 823 participantes en la región, 595 de ellos en el país.

Entre los diagnósticos más reportados figuran ansiedad generalizada (20%), ansiedad social (7%), TDAH (6%) y trastorno depresivo mayor (5%). En la comparación regional, los porcentajes de diagnósticos declarados también son altos en Chile (54%), Argentina (51%), Ecuador (46%) y Panamá (43%), lo que confirma que el tema forma parte del día a día laboral y no de percepciones aisladas.

El estudio consulta por la existencia de políticas internas de salud mental. En el Perú, 11% de las personas encuestadas indica que su empresa cuenta con políticas específicas; 53% señala que no existen y 36% no lo sabe. Aunque ese 11% es el registro más alto entre los países analizados, la cifra evidencia un amplio margen de implementación y de comunicación.

Crédito iStock
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En programas de bienestar, 62% afirma que su organización no ofrece iniciativas. Entre quienes sí reportan acciones, 11% menciona equipos de psicología, 11% capacitaciones sobre salud mental, 8% líneas de apoyo, 8% gimnasio, 7% “otros” y talleres de coaching, 3% clases de yoga y 1% equipos de psiquiatría disponibles.

La investigación indaga, además, en la comunicación de los diagnósticos dentro de las organizaciones. En el Perú, 75% no compartió su diagnóstico con su jefatura y 80% no lo comunicó al área de recursos humanos. Entre quienes sí lo informaron, 35% sostiene que la empresa no realizó ninguna acción, 21% recibió apoyo, 15% reportó “otro” y 9% señala que fue desvinculado tiempo después.

Consultadas sobre el interés institucional, 67% de las personas considera que a las organizaciones no les interesa la salud mental de su personal. A la par, 52% percibe estigma social asociado a la salud mental, un elemento que influye en la decisión de guardar silencio.

Estigma, agotamiento y descanso: señales de alerta

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Las emociones predominantes al recibir un diagnóstico se concentran en la tristeza (48%) y el miedo (45%). El desgaste también se refleja en el ausentismo: 26% afirma que, en algún momento, tuvo que faltar al trabajo por agotamiento o burnout. En el plano de las relaciones, 56% indica que su salud mental se deterioró a causa del vínculo con algún jefe o jefa, mientras 40% lo asocia a la relación con compañeros de trabajo.

La cultura de disponibilidad permanente aparece como un factor transversal: 55% declara trabajar más horas de las pactadas, 45% afirma que no limita su disponibilidad y 44% se considera siempre disponible.

El descanso insuficiente completa el cuadro. Seis de cada diez personas duermen entre cuatro y siete horas por noche; 32% llega a ocho horas; 5% supera las ocho; y 3% duerme entre una y tres. En paralelo, 76% sostiene que para desarrollar una carrera exitosa se debe sacrificar tiempo personal, lo que tensiona el balance vida–trabajo y refuerza la sobrecarga.

(Freepik)
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En los hechos, el informe muestra que el silencio convive con la percepción de que comunicar un problema de salud mental podría afectar la evaluación de desempeño o el desarrollo profesional, aun cuando el país exhibe el mayor registro de políticas declaradas de la región.

La encuesta recoge diferencias por país y aporta una línea de base para seguimiento. Chile y Argentina concentran las tasas más altas de diagnósticos declarados; el Perú combina una prevalencia significativa con baja institucionalización de programas y percepciones de escaso interés empresarial.

En todos los mercados analizados, la dificultad para hablar del tema con jefaturas y áreas de recursos humanos es un patrón, así como la idea de que el crecimiento profesional depende de estar disponible sin límites. En términos de soporte, la mayoría señala no contar con programas formales de bienestar, y cuando existen, se concentran en acciones puntuales de baja intensidad clínica.