La salud mental universitaria se fractura entre la exigencia y la soledad: “No basta con lamentar una pérdida. Hay que actuar”

Las recientes muertes en universidades no son hechos aislados. Marcan un patrón de malestar emocional profundo que aún no encuentra respuesta suficiente en las instituciones educativas. Prevenir implica más que atención psicológica: demanda un cambio cultural

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El aumento de suicidios en
El aumento de suicidios en recintos universitarios revela una alarmante crisis de salud mental en jóvenes. - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los casos recientes de suicidios dentro de recintos universitarios vienen provocando una inquietud sobre la salud mental en los jóvenes. Las muertes ocurridas en la Universidad César Vallejo, en la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC) y en otros espacios como el metro de Lima reflejan un malestar más profundo, uno que no siempre encuentra lenguaje, pero que se manifiesta con fuerza. Cada caída, cada ausencia, puso en evidencia una falta de contención emocional sostenida, así como brechas institucionales que no han logrado cerrarse, a pesar del incremento de discursos sobre el bienestar.

Las imágenes de estudiantes que observan desde los patios las cintas policiales, los rostros de compañeros que apenas logran procesar lo que ocurrió, y la rapidez con la que las universidades intentan pasar página, configuran un escenario incómodo, pero revelador. No se trata solo de hechos aislados. Las cifras empiezan a marcar tendencias. El Sistema Informático Nacional de Defunciones reportó un aumento preocupante de suicidios entre 2023 y 2024, con 735 casos registrados en el último año frente a los 391 del anterior.

Las aulas universitarias, tradicionalmente asociadas al crecimiento académico, están siendo escenario de fracturas emocionales que atraviesan tanto a estudiantes como a docentes. La presión académica, la soledad y el miedo al fracaso coexisten con discursos sobre éxito y emprendimiento. Las consecuencias no siempre se traducen en indicadores académicos. Algunas veces, la manifestación más visible ocurre de forma abrupta, irreparable.

Infobae Perú recogió los testimonios de dos especialistas en salud emocional y educación universitaria: la magíster Rocío Espinel Cuba, docente de la PUCP y especialista en educación emocional, y Tanith Cubas Romero, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma del Perú. A partir de sus respuestas se abre una radiografía que va más allá de los números y propone mirar a las universidades no solo como centros de enseñanza, sino como comunidades con cuerpos dolientes y con urgencias emocionales.

En lo que va del año, el aumento de suicidios en espacios universitarios encendió una alarma que va más allá de protocolos o comunicados. Expertas en salud emocional coinciden: necesitamos comunidades más empáticas, docentes formados y estructuras que escuchen antes que lamentar. (Infobae Perú / Jazmine Angulo)

Un entorno académico tensionado

Durante los primeros meses del año, los casos registrados en universidades generaron una serie de reacciones inmediatas. Las instituciones activaron protocolos, reforzaron comunicaciones internas y ofrecieron espacios de orientación. Sin embargo, estos esfuerzos no lograron disipar el malestar. La pregunta sobre qué lleva a un estudiante o a un docente a tomar decisiones tan drásticas persiste.

“Estamos ante un problema complejo, no solo a nivel local, sino mundial. La pandemia dejó secuelas significativas y, al mismo tiempo, desarrolló una mayor conciencia emocional que, paradójicamente, también nos hace más conscientes de nuestra vulnerabilidad”, explicó Rocío Espinel. Su experiencia como educadora emocional le permite observar la escena con una mirada amplia. Asegura que la carencia de herramientas para afrontar situaciones personales difíciles es una de las razones por las que algunos jóvenes no logran sostener su permanencia en la universidad.

Para Espinel, la prevención es indispensable. “La gran apuesta de las universidades debe centrarse en generar espacios y recursos para formar a los docentes y fortalecer las áreas de bienestar. Debemos ser más conscientes de lo que sienten nuestros estudiantes: síntomas de ansiedad, estrés académico, crisis vocacionales, conflictos interpersonales”.

Los entornos universitarios, muchas veces orientados hacia el alto rendimiento, no siempre contemplan momentos para el respiro. La exigencia por destacar, cumplir objetivos y obtener resultados inmediatos puede desbordar incluso a quienes parecían estar preparados.

Aunque muchos reconocen la importancia de los servicios psicológicos dentro de las universidades, no todos entienden el papel de la educación emocional. Rocío Espinel, desde su experiencia, diferencia claramente entre el enfoque clínico y el enfoque educativo. “La educación emocional proporciona herramientas para la vida. Se empieza por la conciencia emocional, luego se aprende a autorregularse, a tener competencias sociales, a tomar decisiones autónomas y responsables, y a comunicarse de forma asertiva”.

Según la especialista, incluso la dimensión espiritual, en un sentido amplio, puede tener un impacto en la estabilidad emocional. “No importa en qué creas o cómo la interpretes, pero esa capacidad de trascendencia también fortalece el bienestar”. La frase no busca imponer creencias, sino invitar a reflexionar sobre cómo ciertos componentes personales influyen en la construcción de sentido.

Los docentes como agentes clave

Expertos en salud mental subrayan
Expertos en salud mental subrayan la importancia de capacitar a los docentes para detectar signos de alerta emocional en los estudiantes - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Una de las ideas que más repite la especialista es la necesidad de formar a los profesores en primeros auxilios psicológicos. “El profesor no solo dicta clases: observa, acompaña, nota cambios en sus alumnos. Si alguien empieza a aislarse, si desaparece de las clases, si se le ve llorando o muy ansioso, es necesario intervenir”.

Espinel aclara que no se trata de convertir a los docentes en psicólogos, sino de dotarlos de herramientas básicas para detectar signos de alerta. “También es fundamental que las áreas de bienestar estén bien equipadas y articuladas con las facultades. Todos los actores de la comunidad —incluidos los agentes de seguridad— deberían tener nociones básicas para actuar ante una alerta emocional”.

Los momentos de mayor presión académica —como parciales o finales— deben identificarse como puntos críticos. Algunas universidades ya aplican evaluaciones psicológicas al ingresar, pero según Espinel, se requiere continuidad. “Si un estudiante deja de asistir a clases sin justificación, hay que actuar de inmediato”.

Para Tanith Cubas, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma del Perú, ofreció una perspectiva complementaria desde el punto de vista clínico y organizacional. Al revisar las cifras, la psicóloga señala que los factores que inciden son múltiples: “La ansiedad, la depresión, los problemas psicosociales, la falta de apoyo familiar y las dificultades económicas han confluido en situaciones que empujan a las personas a estos extremos”.

Para enfrentar este contexto, las universidades deben asumir un rol más activo. Cubas sostiene que, aunque Sunedu exige contar con consultorios psicológicos, el personal no siempre alcanza. “Necesitamos realizar diagnósticos más precisos, ya que las causas que llevan a una persona a sufrir depresión, ansiedad o problemas familiares varían enormemente. No se puede tratar a todos con una misma fórmula”.

Las universidades como espacios seguros

La salud mental universitaria se
La salud mental universitaria se fractura entre la exigencia y la soledad: “No basta con lamentar una pérdida. Hay que actuar”.

La noción de “espacio seguro” ha adquirido mayor relevancia en los últimos años. Ya no basta con garantizar infraestructura ni acceso a recursos tecnológicos. Las instituciones deben responder también al llamado emocional de sus integrantes. “Tenemos que pensar en universidades saludables, no solo desde lo físico, sino desde lo emocional. Eso incluye respeto, contención, escucha activa y una cultura que normalice hablar de lo que nos pasa”, señaló Cubas.

Desde su experiencia, también advierte una desconexión frecuente entre lo que se dice y lo que se hace. “Muchas veces, los comunicados institucionales se emiten después de una tragedia, pero no hay acciones estructurales que sostengan ese discurso. No se trata de decir que lamentamos una pérdida, sino de actuar para que no se repita”.

Las universidades que asumen este reto comprenden que el bienestar emocional es parte integral del proceso de aprendizaje. Sin salud mental no hay posibilidad real de desarrollar pensamiento crítico, creatividad o compromiso ciudadano. “Estamos hablando de una responsabilidad ética”, insistió la psicóloga.

La soledad como riesgo

A pesar de la conectividad
A pesar de la conectividad digital y los grupos de apoyo, muchos jóvenes universitarios enfrentan una soledad emocional que impacta su bienestar y rendimiento académico. - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Una de las palabras que más se repite en los testimonios estudiantiles es “soledad”. A pesar de los grupos de WhatsApp, las redes sociales y los trabajos en equipo, muchos jóvenes afirman sentirse solos. No es una soledad física, sino emocional. No tener con quién hablar de lo que duele, no sentir que hay alguien disponible para escuchar sin minimizar lo que ocurre.

“La mayoría de nuestros estudiantes no vive cerca de su familia. Muchos trabajan y estudian, otros tienen problemas económicos que no siempre se visibilizan. Esa carga silenciosa va creciendo hasta volverse insoportable”, explicó Tanith Cubas.

La atención a la salud mental no puede desvincularse de los contextos sociales. Los jóvenes universitarios no viven en burbujas. Lo que ocurre en sus casas, en sus barrios, en sus cuerpos, influye directamente en su capacidad de responder a las exigencias académicas.

Para Rocío Espinel, uno de los errores más comunes al enfrentar una crisis emocional es querer resolverla de inmediato. “A veces la persona solo necesita ser escuchada. Escuchar implica no interrumpir, no juzgar, no tratar de minimizar lo que siente. Esa escucha auténtica puede salvar vidas”.

La docente recuerda varios casos en los que el acompañamiento oportuno logró evitar situaciones límite. “Un estudiante con crisis de pánico al borde del colapso fue contenido porque un profesor se dio cuenta de que algo no andaba bien. Le habló, le ofreció ayuda, lo acompañó al consultorio. Esa intervención marcó la diferencia”.

La clave está en comprender que nadie está exento de atravesar momentos críticos. La salud mental no es un estado fijo, sino un proceso dinámico. En ese proceso, el entorno puede contribuir a la recuperación o al deterioro. De ahí la necesidad de contar con una comunidad empática, entrenada y disponible.

La urgencia de cambiar la narrativa

Las especialistas subrayan la importancia
Las especialistas subrayan la importancia de cambiar la narrativa sobre la salud mental, promoviendo el autocuidado, la prevención y un enfoque más humano en la educación. - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Ambas especialistas coinciden en que es necesario modificar la narrativa pública sobre la salud mental. “Hay que dejar de asociarla exclusivamente con enfermedad o con debilidad. Hablar de salud emocional es hablar de humanidad, de autocuidado, de resiliencia”, afirmó Espinel.

El lenguaje también influye. Los medios de comunicación, las redes sociales y las propias universidades deben evitar enfoques sensacionalistas o culpabilizantes. “Cuando se informa sobre un suicidio, se deben seguir protocolos éticos. No se debe especular ni convertir el hecho en espectáculo. Cada palabra importa”, agregó Cubas.

La prevención no solo implica talleres o charlas, sino también ajustes estructurales: cargas académicas razonables, horarios equilibrados, revisión de políticas de evaluación y espacios físicos adecuados. “Todo eso influye en la salud mental, aunque no siempre se vea de inmediato”, señaló Cubas.

Por ello, es fundamental que el diseño curricular contemple pausas, momentos de reflexión y oportunidades para el diálogo. El aprendizaje no se limita a la acumulación de contenidos. También pasa por la capacidad de construir relaciones significativas, de afrontar la frustración y de encontrar sentido en lo que se hace.

La comunidad como cuidado mutuo

Las universidades deben evolucionar hacia
Las universidades deben evolucionar hacia un modelo que integre la dimensión emocional como parte fundamental de la experiencia educativa. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Al finalizar la entrevista, Rocío Espinel compartió una reflexión que resume el enfoque necesario: “No se trata solo de atender a quien está mal, sino de construir una comunidad donde todos cuidemos de todos. Una comunidad que escuche, que acoja, que no ignore las señales”.

Las universidades tienen el reto de transitar de un modelo centrado exclusivamente en la productividad académica hacia un modelo integral. Uno que reconozca la dimensión emocional como parte sustancial de la experiencia universitaria. No es una tarea sencilla ni inmediata. Requiere inversión, formación, voluntad política y cambio cultural.

Cuidado de la salud mental

Cabe destacar que, para recibir orientación y mayor información sobre el cuidado de la salud mental, desde el Ministerio de Salud (Minsa) recomiendan acercarse a cualquiera de los centros médicos comunitarios a nivel nacional o marcar a la línea gratuita 113, opción 5, que, entre enero y agosto del 2023, atendieron 1.697 llamadas relacionadas con neuropatologías.

Números de emergencia a nivel nacional

  • Central policial: 105
  • Policía de carreteras: 110
  • Bomberos: 116
  • Sistema de Atención Médica Móvil de Urgencia (SAMU): 106
  • Defensa Civil: 115
  • Cruz Roja: (01) 266-0481

Cabe mencionar que las personas que viven en las regiones Áncash, Ayacucho, Huancavelica, Huánuco, Junín, La Libertad, Loreto, Madre de Dios, Amazonas, Piura, Tacna, Tumbes, Ucayali, Lambayeque, Pasco y Lima Región, pueden llamar a la línea 106.

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