
La Navidad es una de las festividades de carácter religioso más importantes y esperadas por la mayoría de personas. Hoy en día es es reconocida y celebrada en casi todo el mundo; sin embargo, no llegó al continente americano sino hasta que Cristóbal Colón arribó trayendo consigo las costumbres y cosmovisión europea.
En Perú ocurrió algo similar, la llegada de los españoles marcó el inicio de un cambio en cuanto a la forma de vida de los habitantes del territorio nacional. Con el paso del tiempo y la opresión ejercida, muchas prácticas propias fueron desapareciendo y transformándose, pero también se incluyeron algunas nuevas, como la celebración de la Navidad, que finalmente se volvió parte de nuestra cultura y está llena de alegría, pero también de una larga historia.
Navidad en el Virreinato
El proceso de conquista en Perú tuvo lugar aproximadamente entre los años 1524 y 1533, donde se selló casi por completo el triunfo español con la muerte del último inca, Atahualpa. Una vez sometido el Tahuantinsuyo, España empezaría a formar en el país su nuevo centro administrativo, que eventualmente sería uno de los más importantes en la región.
Pese al triunfo, era necesario para la corona imponer no solo su dominio, sino también sus ideas y costumbres por encima de la cosmovisión andina que predominaba en el Perú. Naturalmente, esto incluía al cristianismo como la única religión elegible para los indígenas.

La capital fue fundada el 18 de enero de 1535, doce días después de la fiesta conocida como Epifanía, y es llamada también ‘La ciudad de los reyes’. Aunque parece hacer alusión a los monarcas españoles, en realidad el nombre tiene que ver con los tres reyes magos que la historia señala fueron a conocer a Jesucristo durante su nacimiento. Lima lleva en su escudo tres coronas que resaltan bajo la representación de la estrella de Belén, y fue consagrada desde sus inicios a los tres reyes del oriente, ligándola para siempre a las celebraciones navideñas.
¿Cómo se celebraba?
Lo cierto es que el virreinato continuó estableciéndose con el paso de los años y esta celebración tomó poco a poco su lugar dentro de la vida de los indígenas. Su llegada estaba marcada por la cantidad de normas que se debían cumplir para celebrarla como era debido, pero también por el pago de tributos que se realizaba.
Algunas de las prácticas establecidas fueron, por ejemplo, el ayuno, que debía realizarse durante la vigilia de Navidad y era obligatoria salvo excepciones dictaminadas por algún médico o vicario; y el trabajo, que también se veía interrumpido durante la celebración. Los encomenderos, corregidores y curacas debían velar por el cumplimiento de estas normas.
Diferente fue el caso de los altares y nacimientos armados dentro de las casas, iglesias, hospitales, entre otros, ya que más bien hacían un llamado a la reflexión y oración en familia. Es importante mencionar que no todas las personas podían hacerse con las figuras para armar el pesebre, ya que su precio era muy elevado, por ello solían heredarse o llegar a instituciones religiosas. Según un artículo de la Universidad de Piura, el convento y hospital de Santa Ana de los betlemitas recibió donaciones de las efigies de María y José para armar el misterio en sus instituciones.
Por otro lado, la celebración de la navidad no se restringía únicamente a la noche del nacimiento de Jesús, sino que se extendía en una temporada que consistía de varias fechas festivas que empezaban el 8 de diciembre con el Día de la Purísima Concepción, donde se celebra el nacimiento de la virgen María con la preparación de altares con sahumerios y flores. Los invitados usaban sus mejores trajes, rezaban, escuchaban al fraile de turno y cantaban villancicos. Luego empezaba la fiesta, según relata Ricardo Palma en su tradición ‘El mes de diciembre en la antigua Lima’.
Luego, el 13 de diciembre tenía lugar el Día de Santa Lucía, patrona de los ciegos, los pobres y los niños enfermos. La fecha marcaba el inicio de la preparación para Navidad.
Navidad en la época republicana
Muchas de las tradiciones y costumbres mencionadas se mantuvieron con el paso del tiempo e incluso con la llegada de la independencia y la nueva república. El pesebre siguió siendo una de las piezas más representativas de la Navidad, tal es así que muchos artesanos indios y mestizos se volvieron especialistas en realizar figurillas de menor calidad para los hogares que no tenían suficiente presupuesto para armar su misterio.
Según detalla Ricardo Palma, los nacimientos que se armaban en las casas eran motivo de fiesta doméstica. Los personajes que los adornaban estaban hechos de pasta o madera y eran “más o menos graciosos”.
Por otro lado, explica que las personas solían entrar al salón donde se exhibía el misterio desde las siete hasta las once de la noche. Cada uno de ellos “era más visitado y comentado que ministro nuevo”, precisa.
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