
Quiero empezar definiendo la salud como un estado de completo bienestar físico, emocional y social. Porque cuando hablo de salud, no me refiero a esa que se mide con un termómetro o se diagnostica en una consulta rápida, sino que quiero pensar más allá de las consultas médicas y los hospitales, para entender que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino esa salud integral de bienestar absoluto que involucra todos los aspectos de nuestra vida: la esfera física, emocional y social.Para los profesionales de la salud, cada 7 de abril, es un recordatorio de nuestra vocación; para el resto, una invitación a reflexionar sobre algo que debería ser prioritario cada día. Pero, seamos honestos, ¿estamos realmente dándole a la salud el lugar que merece en nuestras vidas?
La invitación de hoy es clara y urgente: miremos más allá de lo evidente.Por lo general, el debate de la salud suele centrarse en el cuerpo físico, en tratar el síntoma o detectar la enfermedad.La consulta médica ante una dolencia, el acceso a tratamientos... estos temas dominan las conversaciones. Sin embargo, esta visión fragmentada nos lleva a descuidar otras dimensiones de la salud, como preguntarnos qué nos llevó a ese quiebre del equilibrio.
Males de nuestra época como la ansiedad, el aislamiento, la depresión y el burnout se han normalizado. La presión social, la incertidumbre económica y la sobreestimulación digital nos mantienen en un estado de alerta constante, erosionando nuestro descanso y nuestra conexión interna.
Aunque la concientización sobre la importancia de la salud emocional y el bienestar social ha avanzado, persisten prejuicios y barreras culturales. Hablar de salud mental o emocional, por ejemplo, sigue siendo un tabú en muchos ámbitos.
¿Qué rol ocupan los profesionales? En este contexto, nuestro rol como profesionales de la medicina se vuelve aún más complejo. La prevención, la educación y el abordaje integral del paciente deben ser nuestras nuevas herramientas.Como sociedad, debemos asumir un compromiso activo con nuestra propia salud y la de quienes nos rodean. Esto implica educarnos, romper estigmas y exigir políticas públicas que garanticen un acceso equitativo a servicios de salud de calidad. También significa valorar la prevención tanto del tratamiento, entendiendo que cuidar la salud no empieza en el consultorio, sino en nuestros hábitos diarios, nuestras relaciones y nuestra forma de vivir y conectarnos con lo que nos atraviesa en cada etapa de la vida.
Este 7 de abril, hagamos un pacto con nosotros mismos. Comprometámonos a darle a nuestra salud el lugar que merece. En Argentina, necesitamos construir una cultura que entienda la salud como un derecho y una prioridad. Una cultura que valore cada dimensión del bienestar humano y que reconozca a los profesionales de la salud (médicos) como aliados indispensables en este camino. Porque una vida plena y significativa solo es posible cuando cultivamos la salud en todas sus dimensiones. Es hora de empezar a construir un futuro donde la salud sea la prioridad, no la excepción. La salud que merecemos, la salud que nos permite florecer, está en nuestras manos.
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