
“Usted presénteme como Evita Perón”, le dice en voz baja Roberto, de 12 años, a su profesor de escuela primaria en Madrid. Ese es el inicio de la primera temporada de Maricón Perdido, la serie creada por Roberto Higueras, más conocido como Bob Pop.
La comedia dramática, estrenada en 2021, nos retrata la adolescencia, juventud y vida adulta del propio autor en una España cambiante. Muestra en todo momento de qué manera fue la búsqueda de su identidad, que finalmente lo impulsa a transformarse en un escritor reconocido.
Las escenas van y vuelven al barrio de Chueca, y en los primeros minutos del primer capítulo podemos ver cómo el actor Gabriel Sánchez, que interpreta al protagonista en su infancia, tiene entre sus manos un vestido de novia perteneciente a la madre de su mejor amiga, Lola.

El joven está decidido a interpretar a Eva Perón, tal como la recuerda de la ópera rock de 1978 de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, para cumplir con la consigna de caracterizar un personaje famoso que los representara. Las luces del aula se apagan y Roberto, vestido de blanco delante de toda la clase, comienza a entonar “No llores por mí, Argentina”. En ese momento el espacio se transforma en un escenario frente a un teatro colmado de gente y la figura de su madre, que desde el palco, lo observa con total admiración. No es, en este caso, simplemente una canción de un musical.
A Evita la han interpretado en el mundo muchas mujeres como Elaine Paige, Patti LuPone, y Paloma San Basilio, mucho antes que Madonna. Desde la serie Glee, hasta Los Simpson, su figura aparece encarnada en esta canción. Más allá de que los datos y recursos históricos del musical son errados, la puesta en escena de la figura de una mujer empoderada, convencida y fuerte -aún en su debilidad física-, está lograda. Esa es la razón principal, entre otras, del porqué ha resultado, a nivel internacional, una suerte de refugio para la juventud que busca su identidad y un lugar en la sociedad.

Eva representa, desde el minuto cero, el deseo y la materialización posible de un presente inclusivo. Y así lo quiso demostrar Jaqueline Evans en noviembre de 1953.
Un año después de la muerte de Eva, la artista y referente cultural británica, participó en la Carrera Panamericana, el evento de rally más importante de México. La competencia fue considerada como una fusión entre las 24 Horas de Le Mans (por la intensidad conductiva) y la Mille Miglia (por los caminos recorridos). Allí Jaqueline, dio el toque de color abriendo paso a las mujeres en un circuito automovilístico. No era la primera vez que lo hacía, de hecho fue la única mujer que formó parte de las primeras competencias en el país azteca, que venían desarrollándose desde 1950.
Pero en 1953 tuvo un detalle que llamó la atención a todos los organizadores, no solo iba a ser nuevamente la única mujer presente en el torneo, sino que además “en representación de todas las mujeres del mundo” llenó su Porsche 356 con pintadas peronistas. El capot llevaba la imagen de Evita, y los laterales expresaban claramente la leyenda “En memoria de Eva Perón”.

El trabajo político de Eva Duarte por los derechos de las mujeres no se concentró solamente en nuestro país, por el contrario, el legado de ella se esparció a nivel mundial. Puntualmente, cuando Jaqueline compitió en la Panamericana del 53, México recién había promulgado el derecho femenino al sufragio, el mismo que Evita había impulsado seis años antes en Argentina. Si queremos, además, sumar un dato de color, el entonces presidente mexicano Adolfo Ruiz Cortines, firmó la promulgación de los derechos políticos de la mujer un 17 de octubre. Pero no es la intención buscar coincidencias, sino significados.
Eva es a la historia lo que el presente atemporal a la gramática española. Es una constante que logra unir a una artista inglesa de los 50′ que piloteaba un Porsche 356, con un escritor español de finales de siglo relatando el under madrileño. El punto de encuentro donde canalizaron sus reclamos personales a la sociedad, fue Eva Perón. En ella encontraron, como tantas otras personas, una figura que los acompañó, e interpretarla o portarla siempre, de alguna manera les quitó la sensación de soledad, y en cierto sentido, no sentirse aislados es la fuerza que permite cambiar la historia.
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