
El kéfir de leche es una alternativa natural para quienes buscan mejorar la salud digestiva a través de alimentos fermentados. Esta bebida, reconocida por su alto contenido de probióticos, facilita el equilibrio de la microbiota intestinal, lo que contribuye a una mejor digestión y absorción de nutrientes.
Su nombre, de origen turco, significa “sentirse bien”, y refleja el impacto positivo que ha tenido durante siglos en la dieta de los habitantes del Cáucaso, una región de Europa del Este conocida por la longevidad y el buen estado físico de sus pobladores.
De acuerdo con la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, la base del kéfir está en sus nódulos, también llamados “búlgaros”, estructurados como pequeños gránulos entre blancos y cremosos, formados por un consorcio de bacterias y levaduras.

En los nódulos predominan lactobacilos como Lactobacillus kefiri y la levadura Saccharomyces cerevisiae, responsables de transformar la leche y generar el característico sabor ácido de la bebida.
Este proceso de fermentación no solo modifica la textura y el sabor de la leche, sino que produce un amplio espectro de metabolitos y compuestos que aportan beneficios adicionales para la salud.
¿Cuáles son los beneficios del Kéfir?
Los probióticos presentes en el kéfir mantienen la flora intestinal en equilibrio y apoyan al sistema inmunológico, reduciendo la posibilidad de infecciones y facilitando la absorción de calcio, hierro y magnesio.
Su diversidad microbiana ayuda a que una sola especie no determine los efectos sobre la salud, sino que la combinación de distintas bacterias y levaduras actúe de manera sinérgica.

Cómo preparar kéfir de leche casero
Preparar kéfir de leche en casa requiere algunos utensilios sencillos: un tarro de vidrio, una cuchara y colador de plástico o madera, y una tela transpirable con goma para cubrir el recipiente.
El procedimiento inicia con la activación de los nódulos secos. Se colocan en el tarro limpio, se les añaden 200 mililitros de leche a temperatura ambiente y se cubre el recipiente.
La mezcla permanece 48 horas en un lugar cálido y protegido de la luz. Tras ese periodo, se cuela y se repite la operación con leche fresca hasta que los nódulos logran fermentar la leche y obtener la textura y aroma esperados, lo que puede necesitar alrededor de una semana.
Cuando los nódulos pasan a estar activos, se emplea entre 10 y 50 gramos de estos y se mezclan con un litro de leche.
Con el recipiente tapado, se deja en reposo durante un día en lugar seco y cálido, lejos de la luz. Al final, se cuelan los gránulos, y la bebida está lista para su consumo.
El kéfir preparado puede guardarse varios días bajo refrigeración y los nódulos enjuagados se reutilizan para nuevos lotes.
El kéfir contiene aproximadamente 105 calorías por ración y el consumo constante asegura que los probióticos puedan establecerse en el intestino, multiplicando los beneficios reportados, entre los que figuran la modulación de la presión arterial y el colesterol, así como propiedades antialérgicas y anticancerígenas.
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