
La espinaca goza de buena fama en el mundo de la nutrición, pero no todo lo verde brilla. Aunque es fuente destacada de hierro, fibra y antioxidantes, este vegetal también tiene una cara menos conocida: puede provocar efectos secundarios que merecen atención, sobre todo si se consume en exceso o de manera incorrecta.
Uno de los principales riesgos está relacionado con su alto contenido de oxalatos, compuestos que interfieren con la absorción de minerales como el calcio y el hierro.
En personas propensas, una dieta rica en espinaca puede favorecer la formación de cálculos renales, particularmente los de oxalato de calcio, los más comunes. Aunque este efecto no es inmediato, sí es progresivo y suele pasar desapercibido hasta que el daño se manifiesta con dolor agudo o problemas urinarios.
Además, no todo el hierro vegetal es tan eficiente como parece. El tipo que aporta la espinaca, se absorbe con dificultad, especialmente si la dieta carece de vitamina C, que es la encargada de mejorar su asimilación. Así que, aunque Popeye la promocionara como fuente inagotable de energía, la realidad es más matizada.
En personas con predisposición a la gota o altos niveles de ácido úrico, el consumo excesivo de espinaca podría convertirse en un detonante de crisis. Esto se debe a su aporte de purinas, sustancias que el cuerpo transforma en ácido úrico. En exceso, este ácido cristaliza y se deposita en las articulaciones, generando inflamación y dolor intenso.
Tampoco se puede ignorar su posible interacción con ciertos medicamentos anticoagulantes. Al ser rica en vitamina K, esencial en la coagulación sanguínea, un alto consumo de espinaca podría alterar la eficacia de fármacos como la warfarina, afectando el equilibrio terapéutico en personas con tratamiento crónico.

Efectos de las espinacas en el aparato digestivo
Otro punto a considerar es su efecto sobre el aparato digestivo. Cuando se consume en grandes cantidades y de forma cruda, la espinaca puede provocar distensión abdominal, gases y malestar gastrointestinal. Esto se debe a la presencia de fibra insoluble y a su estructura celular resistente, que no siempre resulta fácil de digerir.
A pesar de todo lo anterior, la espinaca no deja de ser un alimento valioso cuando se incluye con moderación y dentro de una dieta balanceada.
Cocinarla ligeramente, combinarla con alimentos ricos en vitamina C o alternarla con otras hojas verdes puede minimizar estos riesgos y aprovechar mejor sus nutrientes.
La clave está en la proporción y en la información. Comer espinaca sin medida, con la idea de que todo lo natural es inocuo, puede ser un error. Lo saludable también puede tener efectos adversos, sobre todo si se ignora el contexto metabólico y las necesidades individuales.

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