
El consumo de refrescos no ayuda a regular la presión arterial, sino que puede agravarla, especialmente en personas con hipertensión. Estos productos contienen ingredientes que pueden impactar negativamente en la salud cardiovascular, como altos niveles de azúcar, sodio y, en algunos casos, cafeína.
Una sola lata de refresco puede contener más de 30 gramos de azúcar, lo que equivale a una cantidad significativa que supera las recomendaciones diarias de consumo saludable.
Este exceso de azúcar está vinculado a problemas como hipertensión, síndrome metabólico y enfermedades cardiovasculares. Además, algunos refrescos incluyen sodio oculto, un componente que contribuye a la retención de líquidos y, por ende, al aumento de la presión arterial.
En el caso de las bebidas con cafeína, como las colas o las bebidas energéticas, esta sustancia puede provocar un aumento temporal de la presión arterial, lo que también representa un riesgo para quienes padecen hipertensión.

En cuanto a las personas con presión arterial baja, existe la creencia de que consumir refrescos puede “levantar la presión”. Si bien el azúcar presente en estas bebidas puede generar un aumento transitorio de la presión en casos de debilidad o deshidratación, no se trata de una solución adecuada ni de un tratamiento recomendado.
Este efecto es momentáneo y no aborda las causas subyacentes de la hipotensión. En estos casos, se sugiere optar por alternativas más saludables, como el suero oral, agua con una pizca de sal y azúcar, o agua de coco, además de buscar atención médica si los episodios de presión baja son recurrentes.
Para quienes padecen hipertensión, se recomienda evitar los refrescos, así como otros alimentos procesados, embutidos y productos con alto contenido de sal.
En su lugar, se sugiere consumir agua natural, infusiones sin azúcar o jugos naturales bajos en sodio. Estas opciones no solo son más seguras, sino que también contribuyen a mantener un mejor control de la presión arterial.

La presión arterial es un indicador clave de la salud cardiovascular. Se mide en dos valores: la presión sistólica, que representa la fuerza ejercida por la sangre cuando el corazón se contrae, y la presión diastólica, que mide la presión cuando el corazón está en reposo entre latidos.
Los valores normales oscilan entre 90–120 mmHg para la presión sistólica y 60–80 mmHg para la diastólica, expresándose como una relación, por ejemplo, 120/80 mmHg.
Mantener niveles saludables de presión arterial es esencial para prevenir enfermedades del corazón, los riñones y el cerebro. Por ello, es fundamental adoptar hábitos alimenticios y de hidratación que favorezcan la salud cardiovascular, evitando productos como los refrescos que, lejos de ser beneficiosos, pueden agravar problemas existentes o generar nuevos riesgos.
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