
La historia del Titanic fascinó al mundo desde su trágico hundimiento en 1912, pero pocos relatos alcanzan el nivel de asombro que ofrece la experiencia de Charles Joughin, el jefe de panaderos del barco. Su increíble supervivencia no solo desafió las probabilidades, sino también la lógica de la época. Mientras unos tres cuartos de los pasajeros murieron en las aguas heladas del Atlántico Norte, Joughin permaneció en el mar durante varias horas hasta el rescate, sin señales de congelación ni lesiones significativas. Su caso destaca por dos factores: su intervención activa para socorrer a otros y el rol que tuvo el consumo de alcohol en su supervivencia.
Charles Joughin nació en Inglaterra en 1878 y desde niño trabajó en barcos. Según el medio El Español, a los treinta y cuatro años, embarcó como jefe de panaderos en el Titanic. Se encontraba descansando fuera de servicio cuando el barco chocó contra un iceberg la noche del 14 de abril. Frente a la gravedad de la situación, Joughin decidió organizar a su equipo y les indicó que prepararan y subieran pan a la cubierta para ser repartido en los botes salvavidas. Luego regresó a su camarote, donde bebió una buena cantidad de whisky. Esta acción lo hizo sentir más animado para afrontar la emergencia y no caer en la desesperación.
De acuerdo a All That’s Interesting, Joughin no solo se refugió en la bebida. Tuvo un rol importante en los trabajos de evacuación y auxilio. Ayudó a mujeres y niños a alcanzar los botes, a veces forzando su ingreso cuando dudaban en partir. Lanzó al mar muebles y sillas para aumentar las probabilidades de supervivencia de los que debían lanzarse al agua. Aunque tenía lugar reservado en un bote, optó por cederlo y permanecer a bordo ayudando a otros hasta el final. Antes del hundimiento total, también se ocupó de repartir el pan destinado a los supervivientes.

El panadero presenció escenas caóticas: personas de tercera clase intentando llegar a la cubierta y familias enteras en estado de shock sin decidir si debían dejar el barco. Según BioBioChile, el hombre narró cómo muchas mujeres preferían no subir a los botes, convencidas de que el Titanic no se hundiría. Joughin consideró necesario intervenir, actuando como guía y animador, algo que también recuerda la memoria popular y que aparece en escenas de la película de James Cameron.
Conforme declaró años después, Joughin enfrentó el ingreso del agua en su cabina, volvió una vez más a beber y luego se dirigió hacia la popa del barco cuando este encaraba su hundimiento. Sujetándose de la baranda, fue uno de los últimos en abandonar el Titanic. En sus testimonios, dijo que experimentó la caída al océano con una calma que le pareció extraña, sin sentir el dolor inmediato y agudo provocado por el agua helada, una reacción frecuente entre otras víctimas. “Solo estaba flotando y moviendo los brazos”, explicó sobre ese instante.
De acuerdo a los registros, permaneció alrededor de dos horas y media en el agua. Durante este tiempo nadó hasta encontrar un bote volcado, donde varias decenas de personas ya se agrupaban. Intentó subirse sin éxito, pero un conocido le ofreció la mano y permaneció cerca hasta que otro bote, ya al amanecer, lo rescató. Al ser subido al RMS Carpathia, el barco que reunió a los sobrevivientes, presentaba los pies hinchados, pero no mostró signos graves de hipotermia. Dijo no haber sentido frío extremo, atribuyéndolo a los efectos del alcohol.

Según detalló BioBioChile, su supervivencia fue objeto de debate. Muchos consideraron que el whisky le brindó un “coraje líquido” y alivió su pánico, ayudándolo a actuar con decisión durante la emergencia y mantener la calma en el agua. Sin embargo, los expertos médicos precisaron que el alcohol en realidad dilata los vasos sanguíneos, lo que favorece la pérdida de calor corporal en medios fríos. Mayo Clinic advirtió que la sensación de calor es engañosa, y que el consumo de alcohol en situaciones extremas puede ser riesgoso, al disminuir la capacidad del cuerpo para generar escalofríos, que resultan vitales para reaccionar ante la hipotermia.
De acuerdo a los análisis históricos, lo que permitió a Joughin resistir no fue una protección física real contra el frío provocada por el alcohol, sino su estado anímico sereno, su aguda capacidad de tomar decisiones bajo presión y el hecho de permanecer el mayor tiempo posible sobre el buque antes de entrar en contacto con el agua. Además, su complexión delgada y su habilidad como nadador colaboraron a sortear el tiempo crítico hasta el rescate.
Joughin retomó su profesión después del desastre. Trabajó en barcos durante la Primera Guerra Mundial y hasta su retiro. Falleció en 1956, a los setenta y ocho años. Su caso sigue siendo un ejemplo de temple y altruismo en medio de una de las tragedias más recordadas del siglo veinte. Su actuación quedó inmortalizada en la literatura, el cine y la cultura popular.
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