
La historia del exorcismo de Anneliese Michel, una joven alemana que falleció en 1976 tras meses de rituales religiosos y sufrimiento físico, ha marcado un antes y un después en la percepción pública sobre los límites entre la fe, la medicina y la responsabilidad legal.
El caso, ocurrido en la pequeña localidad de Klingenberg, por entonces Alemania Occidental, involucró a la familia Michel, dos sacerdotes católicos y un equipo médico, y terminó con la muerte de la joven de 23 años, hecho que derivó en un juicio que conmocionó a la sociedad alemana y al mundo.
Anneliese Michel nació en 1952 en Baviera, en el seno de una familia profundamente católica. Desde su infancia se destacó por su devoción religiosa y su vida tranquila. Sin embargo, a los 16 años, comenzó a experimentar episodios de convulsiones.

Los médicos diagnosticaron epilepsia del lóbulo temporal, una condición neurológica que puede provocar alucinaciones, pérdida de control muscular y alteraciones en la percepción. A pesar del tratamiento médico, los síntomas de Anneliese se intensificaron con el paso del tiempo.
Empezó a manifestar comportamientos inusuales, como evitar objetos religiosos, escuchar voces y afirmar que veía figuras demoníacas. La familia Michel, preocupada por el deterioro de la salud mental y física de Anneliese, buscó ayuda médica durante años. Los psiquiatras le recetaron diversos medicamentos antiepilépticos y antipsicóticos, pero la joven no mostró mejoría. Al contrario, sus episodios se volvieron más frecuentes y violentos.
Fue entonces cuando la familia comenzó a considerar la posibilidad de que el padecimiento se debiera a una causa sobrenatural. Anneliese, convencida de que estaba poseída, pidió a sus padres que buscaran la intervención de la Iglesia católica. El caso llegó a oídos de dos sacerdotes, Ernst Alt y Arnold Renz, quienes, tras observar el comportamiento de Anneliese y escuchar sus relatos, concluyeron que la joven podría estar bajo la influencia de fuerzas demoníacas.

La Iglesia católica, que en ese momento era muy cautelosa con la autorización de exorcismos, finalmente concedió el permiso para realizar el ritual bajo estrictas condiciones.
Entre septiembre de 1975 y junio de 1976, los sacerdotes llevaron a cabo 67 sesiones de exorcismo, algunas de ellas de hasta cuatro horas de duración. Durante esos rituales, Anneliese mostró signos de sufrimiento extremo. Los registros de audio y las notas tomadas por los presentes documentan gritos, rezos y declaraciones en las que la joven afirmaba estar poseída por varios demonios, entre ellos Lucifer, Judas Iscariote, Hitler, Nerón y Caín. En una de las grabaciones, Anneliese gritó: “¡Déjame en paz! ¡Déjame en paz!”, mientras los sacerdotes recitaban oraciones en latín.
Su estado físico se deterioró rápidamente. Dejó de comer y beber, perdió peso de forma alarmante y sufrió lesiones autoinfligidas. Al momento de su muerte, el 1 de julio de 1976, Anneliese pesaba solo 30 kilos. El hecho conmocionó a la comunidad local y atrajo la atención de los medios de comunicación.
La autopsia reveló que las causas del fallecimiento fueron desnutrición y deshidratación severas. Las autoridades iniciaron una investigación que culminó en un juicio por homicidio negligente contra los padres de Anneliese y los dos sacerdotes.
El proceso judicial, que tuvo lugar en 1978, se convirtió en un debate público sobre la responsabilidad de la Iglesia, la medicina y la familia en casos de enfermedad mental y creencias religiosas. Durante el juicio, la defensa argumentó que Anneliese había solicitado el exorcismo y que tanto los padres como los sacerdotes actuaron de buena fe, convencidos de que la joven estaba poseída.
El tribunal, sin embargo, determinó que los acusados no habían hecho lo suficiente para garantizar la salud física de Anneliese y que debieron buscar atención médica adecuada. Los cuatro fueron declarados culpables de homicidio negligente y recibieron sentencias de prisión en suspenso.
El caso de Anneliese Michel generó un intenso debate en Alemania y en el extranjero. Por un lado, algunos sectores religiosos defendieron la actuación de los sacerdotes y la familia, argumentando que la posesión demoníaca es una realidad reconocida por la Iglesia y que el exorcismo era necesario.

Por otro lado, la comunidad médica y científica subrayó la importancia de tratar los trastornos mentales con métodos clínicos y criticó la intervención religiosa en detrimento de la salud de la paciente.
A lo largo de los años la historia de Anneliese Michel ha inspirado libros, documentales y películas. La más conocida es El exorcismo de Emily Rose, una adaptación libre de los hechos ocurridos en Klingenberg.
El caso sigue siendo objeto de estudio en facultades de Medicina, Derecho y Teología, y plantea preguntas sobre los límites de la fe, la autonomía del paciente y la responsabilidad de las instituciones.
El impacto social del hecho se refleja en la percepción pública sobre los exorcismos y la salud mental. Tras la muerte de Anneliese, la Iglesia católica en Alemania revisó sus protocolos para la autorización de exorcismos, exigiendo una evaluación médica exhaustiva antes de considerar la intervención religiosa.
El caso también motivó cambios en la legislación alemana sobre la negligencia médica y la protección de personas vulnerables. La familia Michel, marcada por la tragedia, defendió hasta el final la creencia de que Anneliese había sido víctima de una posesión demoníaca.
Los padres —Josef y Anna— afirmaron que su hija había aceptado el sufrimiento como una forma de expiación por los pecados de otros. Los sacerdotes, por su parte, mantuvieron que actuaron conforme a su fe y a las directrices de la Iglesia.
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