
Desde las peligrosas “dietas milagro” hasta el surgimiento de polémicos fármacos como Ozempic o Wegovy, millones de personas en todo el mundo intentan mantenerse en un peso saludable. En España, el sobrepeso y la obesidad afectan ya a más de la mitad de la población, en torno al 55%, según los últimos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2023.
La prevalencia de la obesidad no ha dejado de crecer en los últimos años y son cada vez más las voces que piden reconocerla como una enfermedad metabólica que ayude a eliminar el estigma. Puesto que la obesidad no es un problema estético, sino una enfermedad multifactorial, el abordaje a ella debe realizarse desde un enfoque multidisciplinar, con un equipo de medicina interna, nutricionistas, psicólogos...
La dificultad a la hora de tratar esta compleja enfermedad es que “no depende únicamente de la alimentación o del ejercicio”, aclara Sayoa Alzate, biomédica experta en metabolismo e investigadora científica en Pronokal Group. Se estima que son hasta 100 los factores de riesgo que pueden desencadenar que una persona desarrolle obesidad, lo que aúna cuestiones biológicas, genéticas, hormonales y conductuales.
“Cuando una persona pierde peso, el cuerpo activa respuestas compensatorias, como el aumento de la grelina, la reducción de la leptina y la disminución del gasto energético, que favorecen la recuperación del peso perdido. Por eso, muchas intervenciones basadas únicamente en restricciones temporales fracasan a largo plazo”, explica Alzate para Infobae España.
Los fármacos, aliados estratégicos contra la obesidad
El surgimiento de medicamentos como Ozempic, Wegovy o Mounjaro han despertado todo tipo de opiniones entre gran parte de la población. En declaraciones anteriores a Infobae España, el doctor Daniel J. Drucker, reconocido por ser uno de los padres de la semaglutida (principio activo de estos fármacos), tildaba esta situación de “muy injusta”: “Nadie juzga a un enfermo de cáncer, pero sí a las personas obesas. Mucha gente no entiende por qué hay personas que siempre tienen hambre y no pueden dejar de comer. Creen que es por falta de voluntad o por un carácter que no es lo suficientemente fuerte, porque caen en una tentación. Es muy fácil criticar cuando no saben que los cerebros de las personas con obesidad están conectados de manera diferente y que existe un fuerte componente genético”, expuso.
En la comunidad científica, son muchas las voces que se alzan en favor de estos medicamentos, puesto que se ha demostrado que “reducen el peso un 20% y mejoran la mayoría de las complicaciones relacionadas”, aseguró el doctor Francisco Tinahones, expresidente de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), en el marco de la Reunión Nacional de la misma.
Para la investigadora, este tipo de fármacos “pueden ser especialmente útiles en personas con obesidad que presentan hambre persistente, dificultades para regular la ingesta debido a una vida social activa o comorbilidades que se agravan con el exceso de peso”. Dichos medicamentos actúan modulando los circuitos neuroendocrinos del apetito, aumentando la saciedad y reduciendo la sensación de hambre.
Pese al reconocimiento de la eficacia de los medicamentos con semaglutida para bajar de peso, estos deben ir en todo momento acompañados de un estilo de vida saludable. “En PronoKal Clinics se integran dentro de un programa estructurado que incluye nutrición personalizada, ejercicio adaptado, coaching conductual y seguimiento médico continuo”, cuenta Sayoa Alzate.
El peligro del efecto rebote
Uno de los mayores hándicaps de los fármacos desarrollados con semaglutida es su efecto rebote una vez que se deja de tomar. La investigadora explica que, durante la pérdida de peso, suele disminuir el gasto metabólico basal, especialmente si no se ha protegido la masa muscular (el principal motor del metabolismo en reposo). Si, al suspender el fármaco, la persona tiene menos masa magra, su cuerpo consume menos energía y resulta mucho más fácil recuperar peso. Alzate alerta además que “algunos fármacos pueden reducir el apetito hasta el punto de provocar una ingesta proteica insuficiente, favoreciendo la pérdida de músculo si no hay una pauta adecuada”.
Por ello, los fármacos no son suficientes por sí solos, ya que deben combinarse con estrategias que mantengan la masa muscular, como una alimentación rica en proteínas de calidad y ejercicio adaptado, junto con cambios de hábitos básicos, aunque sean progresivos. “En PronoKal, integramos todo esto en un plan estructurado que permite mantener el metabolismo activo y consolidar hábitos que evitan el rebote cuando se suspende el tratamiento farmacológico”, concluye Alzate.
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