
El Parlamento Europeo ha dado este miércoles un paso decisivo hacia la prohibición del uso de denominaciones tradicionales de la carne —como hamburguesa, filete, salchicha o escalope— en productos que no contengan carne animal. La propuesta, aprobada por una mayoría de eurodiputados reunidos en Estrasburgo, establece que estos términos deberán reservarse “exclusivamente para productos que contengan partes comestibles de animales”, en lo que se interpreta como una victoria del poderoso lobby agrícola europeo.
La iniciativa aún deberá ser revisada por el Consejo y la Comisión Europea antes de convertirse en ley dentro del bloque de 27 países, pero ya ha desatado un intenso debate político, económico y social. Mientras los defensores de la medida argumentan que busca proteger la claridad del etiquetado y evitar confusiones entre consumidores, las empresas de alimentos vegetales denuncian que el cambio supondría un golpe económico y un retroceso en la lucha por una alimentación más sostenible.
El peso del sector agrícola y la defensa del lenguaje “cárnico”
La propuesta fue impulsada por la eurodiputada francesa Céline Imart, representante de una región eminentemente agrícola, quien defendió la necesidad de “preservar el significado histórico y cultural” de las palabras asociadas a la carne. “La gente puede comer tofu o hamburguesas de laboratorio si lo desea, pero eso no es carne”, declaró Imart durante el debate parlamentario. “Las palabras tienen significado. Un filete es carne, punto”.
El sector agrícola europeo lleva años presionando a Bruselas para que actúe contra lo que considera un uso engañoso de los términos cárnicos. Según sus representantes, llamar “hamburguesa” a un producto vegetal supone aprovechar indebidamente la reputación de los productos tradicionales. Los defensores de esta postura sostienen que la protección del vocabulario cárnico es equiparable a la que ya existe en el ámbito lácteo: desde 2013, la Unión Europea prohíbe el uso de la palabra leche para bebidas vegetales, lo que dio lugar a términos como “bebida de avena” o “bebida de soja”.
El contexto político, además, refuerza el peso del sector ganadero en la discusión. En muchos Estados miembros, los productores de carne se enfrentan a una reducción constante en la demanda y a crecientes críticas medioambientales. La Comisión Europea reconoció recientemente que el consumo de carne en la UE ha descendido de forma sostenida en los últimos años por el aumento de los precios, la oferta ajustada y las preocupaciones sobre la sostenibilidad. Las previsiones del Ejecutivo comunitario apuntan a una caída adicional del 5% o 6% en la próxima década.
La industria vegetal advierte de un impacto económico y de confusión al consumidor
Desde la industria de productos vegetales, las reacciones no se han hecho esperar. Rügenwalder Mühle, el mayor productor alemán de alternativas a la carne, ha alertado de que un cambio en la ley podría costarle varios millones de euros en reetiquetado y marketing. Su portavoz, Claudia Hauschild, subrayó que la empresa siempre ha sido transparente con los consumidores: “Resulta prácticamente imposible confundir un escalope vegano con uno de cerdo. Todos nuestros productos están claramente identificados como vegetales o veganos”.
Una encuesta realizada en 2020 por la Organización Europea de Consumidores respalda esta visión: la mayoría de los europeos no se siente confundida por la utilización de términos como hamburguesa vegetal o salchicha vegana, siempre que el envase indique claramente su origen no animal.
Las grandes cadenas de distribución también han entrado en la polémica. Supermercados como Aldi y Lidl, junto con empresas como Burger King y Beyond Meat, firmaron una carta abierta pidiendo a las instituciones europeas que no limiten el uso de las denominaciones. A su juicio, prohibir esos términos dificultaría la comprensión de los productos por parte de los consumidores y penalizaría a un sector en plena expansión.
En Alemania, país líder en producción de carne vegetal —con más de 126.000 toneladas fabricadas el pasado año, más del doble que hace cinco años—, la controversia ha llegado incluso al nivel gubernamental. El canciller Friedrich Merz zanjó su posición con una frase rotunda en televisión pública: “La salchicha no es vegana”.
No todos en el Parlamento comparten esa visión. La eurodiputada neerlandesa Anna Strolenberg criticó duramente la prioridad dada al asunto: “Con todo lo que está ocurriendo en el mundo, sorprende que el Parlamento Europeo dedique su tiempo a las guerras culturales de las hamburguesas. Deberíamos centrarnos en lo que realmente importa”.
La discusión no es nueva. En 2021, Francia ya trató de imponer una prohibición similar, que acabó en los tribunales. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que los países no pueden impedir el uso de términos como salchicha o hamburguesa en productos vegetales, al no estar jurídicamente definidos como exclusivos de la carne.
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