Álvaro Bilbao, neuropsicólogo: “Esto es lo que hago para que los niños de 2 a 4 años me hagan caso”

A esta edad, la mayoría de los niños comienzan a explorar los límites de la autoridad de sus padres, por lo que conviene tener en cuenta ciertas estrategias

Guardar
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao explica
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao explica tres estrategias para que los niños pequeños hagan caso. (Montaje Infobae con imágenes de Freepik y @soyalvarobilbao/TikTok)

La crianza en los primeros años de vida suele ser tan intensa como desafiante. Muchos padres descubren que, entre los 2 y los 4 años, sus hijos comienzan a explorar el mundo con una mezcla de curiosidad, energía y deseo de independencia que pone a prueba la paciencia y las habilidades de comunicación de los adultos. Es la etapa de los “¿por qué?”, de los pequeños desafíos a la autoridad y de los enfados que parecen no tener fin. En este periodo, lograr que los niños hagan caso (ya sea a la hora de recoger los juguetes, comer o simplemente vestirse) puede convertirse en una batalla diaria.

No se trata únicamente de obediencia, sino de aprender a guiar, poner límites claros y, al mismo tiempo, fomentar la autonomía de los más pequeños. La dificultad radica en encontrar el equilibrio: demasiada rigidez puede generar rechazo, mientras que la permisividad absoluta abre la puerta a la frustración y al descontrol.

Ante esta realidad, cada vez más familias buscan el apoyo de profesionales especializados en el desarrollo infantil. Así, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, ha publicado recientemente en su cuenta de TikTok (@soyalvarobilbao) un vídeo en el que explica cuáles son las estrategias que él, como padre de tres niños, pone en práctica para que le hagan caso.

Susurros en lugar de alzar la voz

En primer lugar, el experto señala que una de las estrategias más efectivas es descender al nivel del menor. Muchas veces, llevados por la frustración, los padres tratan de imponer autoridad elevando la voz, cuando en realidad la clave está en lo contrario: hablar más bajo. “Digo su nombre, porque los nombres siempre me funcionan, y bajo la voz cada vez más”, explica Álvaro Bilbao susurrando.

Un padre hablando con su
Un padre hablando con su hijo. (Freepik)

Esa bajada de tono genera un efecto inmediato en la atención infantil: “Los niños tienen que poner más atención a un adulto que susurra que a uno que grita”, apunta, asegurando que este simple gesto les obliga a focalizarse en el mensaje. El secreto no está en el volumen, sino en la capacidad de captar curiosidad y concentración. “Esa atención que me están prestando facilita la colaboración”, resume, recordando que no se trata de obedecer por miedo, sino de aprender a escuchar desde la calma.

La importancia de validar las emociones sin cambiar el rumbo

“Dos: utilizo la técnica validar y continuar”. El neuropsicólogo insiste en que los niños pequeños necesitan sentir que sus emociones son reconocidas, aunque eso no signifique ceder a sus demandas. “Valido sus sentimientos, pero sin detenerme, continúo con lo que estamos haciendo, bien sea poner el zapato o caminar hacia la escuela”. Se trata de acompañar la emoción sin bloquear la acción.

Para ello, el neuropsicólogo emplea un ejemplo cotidiano: “Ya, no te apetece ir al cole, ¿verdad? Es que a veces cuesta un poquito, cariño”. Con frases de este tipo, el adulto muestra empatía, pero mantiene el rumbo de la rutina. La clave está en evitar confrontaciones largas que terminan en berrinches y, en cambio, transmitir al niño que su malestar es comprendido, al mismo tiempo que se avanza hacia el objetivo. Así, se logra que cooperen sin forzar ni imponer en exceso.

No entrar en argumentos extensos

No razono mucho con ellos, especialmente si están activados emocionalmente”, explica Álvaro Bilbao con respecto a la última estrategia. El especialista advierte que a los niños de entre dos y cuatro años aún les cuesta manejar la frustración y controlar sus emociones, por lo que los argumentos extensos o las discusiones lógicas suelen ser inútiles.

Algunas actitudes que tenemos, pueden ser señales de lo que somos según los psicólogos

“Explico las cosas una vez para que entiendan y vayan desarrollando su capacidad de razonamiento”, señala, pero subraya que insistir o abrir un debate solo genera más resistencia. Lo importante es transmitir seguridad y claridad, “así perciben que yo tengo claro el camino y es más fácil que me sigan”.

De este modo, el adulto actúa como referente firme y confiable, evitando enredos verbales que confunden y prolongan la tensión. La idea es educar con límites coherentes y simples, mostrando al niño que hay una dirección clara que seguir.