Una estudiante dice que le duele la cabeza, trata de dormir y su compañera de cuarto la encuentra “completamente delirante”: casi pierde la vida por una bacteria

Durante su primer año en la Universidad de Surrey, Eliana Shaw-Lothian, que entonces tenía 18 años, dijo que había estado luchando con intensos dolores de cabeza que derivó en algo más grave

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Eliana Shaw-Lothian, portadora de una
Eliana Shaw-Lothian, portadora de una bacteria, casi pierde la vida ante lo que terminó siendo una meningitis (Fuente: Instagram)

Esta es la historia de Eliana Shaw-Lothian, una bailarina y estudiante de la Universidad de Surrey. A sus 18 años empezó a sentir recurrentes dolores de cabeza. Con el tiempo, a esto se le sumaron otros síntomas: vómitos y rigidez en los músculos y articulaciones. Una noche, su compañera de piso la encontró delirando y en seguida llamó a una ambulancia. Al traslado en el hospital le siguió el diagnóstico de los expertos: meningitis. El medio digital People, recoge su testimonio: “mi último recuerdo fue pensar que necesitaba ir al hospital. Mi siguiente recuerdo fue despertar allí tres días después”.

La meningitis: una enfermedad silenciosa

La meningitis es una enfermedad con una alta probabilidad de mortalidad. Se trata de una inflamación de las meninges. Las meninges son capas de membranas que protegen el cerebro y la médula espinal. Esta enfermedad se produce por infección. Puede ser causada por bacterias o virus, o incluso parásitos y hongos. La transmisión suele tener lugar de forma directa con una persona previamente infectada, por ejemplo al toser o estornudar o mediante las gotitas respiratorias. Tras la infección, los síntomas se suelen manifestar de forma progresiva: fiebre, dolor de cabeza intenso, rigidez en distintas zonas corporales como la nuca, mareos y vómitos y fotosensibilidad.

Eliana Shaw-Lothian en el hospital
Eliana Shaw-Lothian en el hospital (Infobae Argentina)

Para cuando llegó al hospital, Eliana cumplía con todos estos síntomas. Ante su estado tan grave, los médicos decidieron inducirle un coma. La conectaron a un respirador y le colocaron una sonda de alimentación hasta que empezó a mostrar signos de recuperación de la infección. “Despertar fue aterrador”, confesó la joven. Cuando le explicaron que era portadora de una meningitis bacteriana y que había estado al borde de la muerte, sintió una mezcla de incredulidad y miedo. No podía creer que algo tan silencioso y rápido hubiera puesto en riesgo su vida. Los médicos le explicaron que la rapidez con la que habían iniciado el tratamiento con antibióticos y la decisión de inducirle un coma habían sido clave para salvarla.

El futuro de Eliana

Han pasado dos años desde que Eliana fue diagnosticada con meningitis. La estudiante universitaria y bailarina recuerda los primeros momentos de su enfermedad y la vorágine que supuso aquello para su salud. Su vida estuvo marcada por un antes y un después: las consecuencias de la enfermedad y la recuperación, con toda clase de contratiempos. Ya no solo a nivel físico, sino a nivel psicológico. Fue un proceso tan lento que en muchos momentos resultó complejo y desesperante. “Me ha costado mucho recuperarme de esta enfermedad y procesar lo que pasé”, explica accediendo a una parte de su memoria donde el dolor aún permanece. Tal vez, ese dolor le acompañe toda la vida. “A pesar de seguir con líquido en el corazón y problemas de concentración, he retomado mi vida universitaria en la medida de lo posible”, explica la joven arrojando esperanza sobre su futuro.

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Dos años después, la estudiante universitaria enfrenta las secuelas de su enfermedad, incluyendo pérdida de audición y ciertas dificultades motoras. A pesar de ello, se ha unido al grupo de baile de su escuela y ha retomado la competición. “Uno desea volver a la normalidad y retomar lo que solía hacer lo antes posible”. Al mismo tiempo, busca concienciar a otros sobre la importancia de reconocer los síntomas de la meningitis y entender que la recuperación es un proceso complejo. Identificar a tiempo los signos de alerta puede salvar vidas, especialmente en el entorno universitario, donde residir con compañeros desconocidos puede aumentar el riesgo de contagio y retrasar la detección de la enfermedad.