
Desde la ventana de su despacho en el Institut de Recerca de Sant Pau de Barcelona, Jara observa el proceder oportunista de las urracas. Estos animales, dotados de una inteligencia extrema (son hasta la fecha la única ave conocido capaz de reconocer su propia imagen frente a un espejo), abordan los nidos de otros pájaros y roban sus huevos. En este caso, de las tórtolas.
Las urracas apenas tienen presencia en el valle del Guadalquivir, cuna de la investigadora Jara Cárcel y a donde aspira volver para continuar haciendo ciencia. Esta joven sevillana de Coria del Río, de padre panadero y madre costurera, volverá a hacer las maletas para mudarse a París en septiembre con el objetivo de proseguir con su pionera investigación.
La prometedora carrera científica de la doctora Jara Cárcel Márquez le ha granjeado la Beca Spotahome para estudiar en el prestigioso Paris Brain Institute la genética del ictus, una enfermedad que supone la segunda causa de muerte en todo el mundo y la primera causa de discapacidad. En España, cada año lo sufren más de 70.000 personas.
Tras graduarse en Biotecnología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Jara se interesó por la genética, que se convertiría en el objeto de su especialización. Hace un par de años, la joven coriana se doctoró en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona, tras pasar también unos meses en Milán. Gracias a su curiosidad innata (“siempre he intentado entender qué ocurría a mi alrededor”, cuenta), su investigación puede suponer una revolución en la lucha contra el ictus.
Ciencia para anticiparnos al ictus
Quizá el mayor desafío de los accidentes cerebrovasculares sea su impredecibilidad, puesto que “el ictus lo vemos cuando ya está ocurriendo”. El trabajo de esta andaluza se centra, así, en descubrir por qué algunas personas tienen mayor riesgo de sufrirlo, de qué manera la epigenética influye en la activación de la enfermedad.
Comprender las señales de alerta podría ser útil para adelantarnos a los accidentes cerebrovasculares, que no dejan de ser “una enfermedad bastante compleja que tiene un impacto muy significativo”. El ictus ocurre cuando el flujo sanguíneo que va hacia el cerebro se interrumpe, privando al tejido cerebral de oxígeno y nutrientes esenciales.
Aunque las secuelas pueden ser las mismas, las causas de la enfermedad son distintas: “Los ictus de causa isquémica ocurren por la obstrucción de un vaso sanguíneo, y es lo que coloquialmente conocemos como embolia o trombo. Por otro lado, conocemos también aquellos que llamamos derrame, que es porque se rompe un vaso sanguíneo en el cerebro”, explica la doctora Cárcel en una entrevista con Infobae España.
En España, el ictus es la segunda causa de muerte, la primera en mujeres. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), el 50 % de quienes lo padecen fallecen o quedan con secuelas discapacitantes. Estas van desde dificultades para hablar, para caminar, problemas con la memoria o también “cambios emocionales que muchas veces no se conocen, como pueden ser la apatía o la depresión“.

El ictus, una enfermedad que no avisa
El ictus no avisa. O, al menos, aún no hemos aprendido a leer las señales encriptadas de aviso. Es por eso que únicamente lo detectamos cuando la persona lo está sufriendo. “Si una persona tiene una parálisis facial, le decimos que sonría para ver si la sonrisa es simétrica o asimétrica. O se le pide que levante los brazos, porque si no puede, es señal de alerta. También ocurre que suelen tener un discurso inconexo”, narra.
La científica recuerda que, aunque las señales de alerta más comunes suelen ser similares en hombres y mujeres, algunos signos pueden ser propios de cada género: “En las mujeres es más frecuente la confusión, las ganas de vomitar y la cefalea en trueno, que es un dolor de cabeza muy fuerte”.
Si esto sucede, se debe llamar rápidamente al 112 para activar el Código Ictus. Este protocolo de actuación, presente en todos los hospitales de España, se pone en marcha ante la sospecha de accidente cerebrovascular para garantizar una atención rápida y eficaz. Según el Servicio de Urgencia Médica de la Comunidad de Madrid (Summa 112), en 2024 se atendieron 1.906 llamadas por ictus. O lo que es lo mismo: una llamada cada 26 segundos.
La genética del ictus es un componente a tener en cuenta, pues si tenemos un familiar que ya lo ha sufrido, las probabilidades de padecerlo nosotros son mayores. “Pero esto no es así al 100 %, en la ciencia no existen las verdades absolutas”, matiza la sevillana. Son muchos los factores de riesgo que contribuyen al riesgo del accidente cerebrovascular, como la presión arterial, la diabetes, el colesterol, los problemas cardíacos, el tabaco, el alcohol y el estrés. Muchos de ellos son modificables mejorando nuestros hábitos y optando por un estilo de vida más saludable.
“Hacemos oro de lo que tenemos”
El equipo liderado por la joven investigadora cuenta con datos de 400 pacientes; de cada uno de ellos se han analizado cerca de siete millones de posiciones genéticas. Y aunque todos estos datos clínicos tienen un enorme peso computacional, el mayor desafío sigue siendo el económico: “Hacemos oro de lo que tenemos”, cuenta resignada a este medio.
La inversión económica en la ciencia ha de pensarse, evidentemente, para la investigación, pero sin olvidar a quienes la ejercen. La de Coria del Río se lamenta de que su contrato tiene una duración de dos años, sin tener todavía idea de “cuál va a ser el siguiente paso”. La inestabilidad de los investigadores en España es todavía un hándicap para la estabilidad del sector y el progreso de la ciencia.
La doctora Cárcel, que lleva ya nueve años en la ciudad condal, espera volver pronto a Sevilla y seguir haciendo ciencia en su tierra, en Andalucía: “Siempre nos dicen que tenemos que irnos de España y yo creo que no, que lo que hay que hacer es quedarse pero con buenas condiciones. Aquí no hace falta talento, hace falta arroparlo”. En 2024, Jara ganó el galardón a Coriana del Año. Hasta la fecha, el premio que más ilusión le ha hecho.
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