
El nombre de Vincent van Gogh será eternamente recordado por el enorme e influyente legado de sus más 2.000 piezas, de las que alrededor de 900 eran pinturas: su talento más conocido. Y es que, todos tenemos en mente aquel bodegón de girasoles o La noche estrellada, que marcaron un hito en el arte occidental a pesar de haber pasado desapercibido toda su vida. Aun así, el difícil e inestable carácter que penetraban en todas sus obras han sido fundamentales para el desarrollo del postimpresionismo y del arte moderno.
Años después de la muerte del célebre pintor a los 37 años (29 de julio de 1890), en 1945 cuando Europa se encontraba en las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, el sobrino del célebre pintor neerlandés, Vincent Willem van Gogh, protagonizó un episodio insólito. En plena escasez alimentaria, intercambió dos dibujos originales de su tío por 35 paquetes de mantequilla y un poco de carne, incluyendo tocino.
El destinatario fue Pieter Visser, propietario de un negocio de quesos situado en Heiloo, al norte de Ámsterdam, según ha podido comprobar The Art Newspaper. El intercambio se produjo el 30 de marzo de ese año, en un contexto marcado por el llamado “Invierno del Hambre”, cuando los ocupantes alemanes bloquearon el suministro de alimentos a los Países Bajos. En este contexto, se estima, además, que unas 20.000 personas murieron de inanición durante ese periodo. Algo que no pudo esquivar la familia de V.W. van Gogh, residente en la localidad de Laren, pues enfrentaron una situación bastante crítica.
Un fusilamiento como motivo del intercambio

La situación económica familiar empeoró drásticamente tras la detención de Theodor, el hijo mayor de V.W. van Gogh, el 1 de marzo de 1945. El motivo: fue acusado de colaborar con la resistencia y, una semana más tarde, un pelotón alemán le ejecutó. Su muerte no fue la única esa semana, pues el país fue testigo de una masacre en la que se fusilaron a 263 prisioneros holandeses en represalia por un atentado fallido contra el jefe de las SS, Hanns Rauter.
De esta manera, ante el deterioro de la economía familiar, Visser se vio obligado a concretar tres semanas después el traspaso de las obras. Según los archivos encontrados, la pintora Charley Toorop, admiradora de Van Gogh, fue la intermediaria en el acuerdo, que coincidió casualmente con el que habría sido el 92 cumpleaños de Van Gogh.
Sendos dibujos fueron realizados por Van Gogh entre diciembre de 1884 y mayo de 1885 en Nuenen, al sur de Holanda. En ese entonces, el artista vivía con sus padres y trabajaba en representaciones del mundo rural. Los dos dibujos muestran el perfil de una campesina, posiblemente Gordina de Groot, aunque la identidad no ha sido confirmada.
Aunque el camino de estos pergaminos fue largo, uno de ellos, en concreto Cabeza de campesina, perfil izquierdo, fue subastado el pasado 3 de julio por Sotheby’s. Según su página web, la vendieron por 483.473,76 euros, lo que sugiere que el conjunto de los dos dibujos podría llegar a tener un valor de un millón.
El rastro de las obras tras el intercambio

Tras el fallecimiento de Pieter Visser en 1957, los dibujos pasaron a manos de su viuda, Ida Maria Visser-Omes, quien los vendió un año más tarde al marchante E.J. Van Wisselingh, en Ámsterdam. Posteriormente, las obras fueron adquiridas por el coleccionista estadounidense Lawrence S. Pollock, con base en Dallas. A lo largo de las décadas, las piezas fueron separadas. Cabeza de campesina, perfil derecho, pertenece actualmente a otra colección privada. En cuanto a Cabeza de campesina, perfil izquierdo, fue subastada en Sotheby’s en 2001 y en Christie’s en 2012, alcanzando en esa última ocasión los 722.500 dólares.
De acuerdo con la cesta alimentaria entregada a los Van Gogh, hoy equivaldría a unas 100 libras, mientras que los dibujos tendrían un valor mil veces mayor. Algo que se sabe a día de hoy, gracias a la colaboración de la compañía Visser Kaas, que sigue operativa en la actualidad como productor destacado de queso holandés, especialmente Gouda. Fundada en 1916, la firma mantiene sede en los Países Bajos y ha reconocido públicamente el episodio. Ese gesto ha permitido reconstruir no solo una historia familiar ligada a uno de los artistas más influyentes del mundo, sino también una postal de las privaciones sufridas durante la guerra, donde incluso los trazos de Van Gogh podían convertirse en alimento.
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