
Nuestra capacidad cognitiva cambia con el paso de los años. Está claro, no es lo mismo tener 20 o 30 años, que 60 o 70. Nuestro cerebro ya no funciona igual y no podemos exigirle ni esperar de él lo mismo. Sí, cambiamos, pero no perdemos. No es nada malo, solo diferente. Lo explica Arthur C. Brooks, profesor de liderazgo y de gestión en la Escuela de Negocios de Harvard, donde imparte cursos sobre liderazgo, felicidad y emprendimiento social.
Brooks, a través de un video de su cuenta de Instagram (@arthurcbrooks), explica que las personas antes de los 40 años tienen “inteligencia fluida”, que define como es la memoria de trabajo que es “la capacidad para enfocarse en la resolución de problemas, así que si eres inteligente y trabajas duro, te convierte en bueno en lo que haces por tu cuenta”. Es decir, se trata de la capacidad de la persona para adaptarse y enfrentar situaciones nuevas de forma ágil, sin que el aprendizaje previo y sin que la experiencia juegue un papel determinante para su manifestación. De este modo, asegura que cualquiera que tenga menos de 40 años es excelente en lo que hace como individuo y que alcanza su punto máximo alrededor de los 39 años.
Después de atravesar esta edad, explica que llega el cansancio: “Las personas tienden a agotarse a mediados de sus 40 porque lo que solía ser fácil ahora es difícil”. “Ahora -dice- se siente imposible y te cansas de no avanzar, y la gente tiende a pensar ‘Bueno, supongo que simplemente ya no me gusta’ y tratan de mantenerse al día con lo que alguna vez fueron buenos y con lo que los jóvenes aún son, y es muy deprimente para ellos”. Para Brooks, el remedido es cambiar el prisma.
De la inteligencia fluida a la cristalizada
El profesor considera que en este punto de la vida es importante razonar y entender qué es lo que está pasando. “La inteligencia fluida sí disminuye, pero hay otro tipo de inteligencia llamada inteligencia cristalizada que viene detrás y se eleva astronómicamente durante tus 40 y 50 años, se mantiene alta en tus 60, 70 y 80 años y más allá”, afirma. Esta inteligencia cristalizada no se fundamenta en la innovación en sí porque no constituye la memoria de trabajo ni capacidad de enfoque inagotable. Este tipo de desarrollo se basa en la capacidad en “el reconocimiento de patrones, el entrenamiento y la mentoría”.
Para Brooks es en este momento vital en el que “te vuelves realmente bueno”. Explica que esto se debe a que, ahora, el cerebro cuenta con “una enorme biblioteca”. Es decir, el conocimiento adquirido por la experiencia garantiza la agilidad “así que sé el innovador cuando tengas 30 y sé el instructor cuando tengas 60″. De modo que anima a tratar de aprender durante la juventud, porque la inteligencia cristalizada depende en gran medida del conocimiento obtenido. El potencial de desarrollo intelectual logrará un mayor o menor nivel de profundidad dependiendo de las experiencias educativas que se produzcan durante las primeras etapas de la vida.
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