“Mi cuerpo está siendo rebotado de un lugar a otro y mi mente recién está tratando de alcanzar el ritmo”, explicó Lewis Pullman en una entrevista con Esquire, sobre su experiencia en la recientemente estrenada Thunderbolts. Aunque el destacado actor de 32 años parece estar al centro del torbellino Marvel, confesó sentirse “super poco heroico”.
Conocido por su papel en Top Gun: Maverick y proyectos como Salem’s Lot o 478, el actor vive un momento de ebullición en su carrera. Su debut en el universo cinematográfico de Marvel, interpretando a Robert “Bob” Reynolds, alias The Sentry, lo coloca en una posición de visibilidad global.
Pullman no toma su oportunidad a la ligera y afirmó: “Estoy abrumadoramente consciente de lo que significa para los fans”. En medio de vuelos intercontinentales, trajes a medida y entrevistas sin pausa, el actor encontró un tiempo para reflexionar sobre el peso del personaje, las emociones del set y hasta los dilemas de la vestimenta superheroica.

Salto al universo Marvel
“Es algo intimidante de asumir, porque maduró hasta convertirse en su propio universo”, admitió el intérprete estadounidense al referirse al ingreso en el MCU. Desde el primer momento, sintió la presión de respetar el legado de los cómics. Sobre esto, profundizó: “Quería hacer justicia a lo que la gente amaba del personaje, mientras recordaba que al pasar de la página a la pantalla uno también tiene que aportar su identidad”.
El actor reconoció que su enfoque inicial fue purista; representar a Sentry desde lo que consideraba admirable en los cómics. Sin embargo, pronto comprendió que el desafío era mayor. “Este es mi trabajo y por eso me contrataron: para aportar partes de mí mismo donde haya espacio para eso”, compartió.
La complejidad de Bob Reynolds
Interpretar a Bob (Sentry), uno de los personajes más complejos del universo Marvel, significó adentrarse en un terreno inestable. “Es casi como un caleidoscopio. Según el ángulo, ves distintos fragmentos de su psique”, explicó. Para Pullman, el reto fue habitar todos esos rincones sin revelar demasiado de forma anticipada: “Tal vez se lo entienda mejor en un segundo visionado; ahí podrías captar mejor esas sutilezas”.
El personaje navega entre la luz y la oscuridad con una intensidad emocional inusual para el género. Y eso, de acuerdo con el artista, fue tratado con seriedad por el director: “Jake (Schreier) estaba afinadísimo emocionalmente. Caminaba la delgada línea entre hablar de temas grandes como la salud mental y entretener al público”.
La película, busca provocar reflexión tanto como diversión. “Querés seguir con esos personajes después de que se apagan los créditos. Son como nuevos amigos que te dejan pensando”, planteó Pullman.

Aprendizajes dentro del set
Trabajar con figuras como Florence Pugh y David Harbour fue para Pullman una fuente de inspiración continua. “Fue un elenco divertido, pero todos son increíblemente buenos en lo que hacen”, señaló. Aprendió que hacer cine no debe vivirse como una pausa de la vida, sino como parte de ella y subrayó: “No tenés que sufrir para hacer algo bueno, me llevó tiempo darme cuenta de eso”.
Asimismo, el intérprete destacó especialmente la habilidad de Pugh para cambiar de registro en segundos. “Estábamos riéndonos entre tomas y de golpe su cara se transformaba, todo rastro de la risa desaparecía”, reveló. Además, ese dominio actoral se convirtió en un objetivo para él: “Ahí es donde quiero llegar”.
Esa relación emocional con el proyecto fue clave para Pullman. “Creo que los mejores directores se lo toman de forma muy personal, pero también dejan espacio para los vínculos”, destacó. En el caso de Jake Schreier, encontró esa doble cualidad: respeto por el material original y una necesidad visceral de hacer esta película. A propósito de esto, agregó: “No había nadie mejor para contar esta historia”.

Vestimenta, incomodidad y control en grabación
Entre las confesiones más inesperadas de Pullman está una que pocos se atreven a preguntar: “Nadie habla del entrenamiento de control de vejiga que requiere ponerse uno de estos trajes”. El proceso tardaba hasta 30 minutos al principio, aunque lo redujo a 10 gracias a la ayuda de Ryan Dempsey, su asistente personal.
La parte complicada fue no beber líquidos durante horas. “Tenés que aprender a monitorear cuán lejos estás de orinarte encima como adulto”, indicó. El primer traje incluía un cierre, pero el director lo rechazó por razones estéticas. “Jake me dijo: ‘Es raro que tenga un cierre’. Y no tenía argumentos para refutarlo”, concluyó el artista sobre la complejidad de su papel.
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