
Por años, Olivia Williams insistió en que algo no andaba bien con su salud. La actriz británica, reconocida por interpretar a Camilla Parker Bowles en The Crown y por su papel en The Sixth Sense, convivió con una serie de síntomas debilitantes: fatiga persistente, diarrea crónica y dolores articulares.
Durante ese tiempo, su cuerpo advertía una amenaza grave, pero la medicina no supo escucharla. Lo que siguió fue una cadena de diagnósticos erróneos que derivaron en un retraso crítico en la detección de un tumor cancerígeno en el páncreas. Hoy, a casi siete años del hallazgo, Williams afirmó: “Nunca podré estar libre de cáncer”.
Una cadena de errores: cuatro años, diez médicos y ningún acierto
Entre 2014 y 2018, la actriz consultó con al menos diez especialistas. Ninguno logró interpretar correctamente el origen de sus síntomas. En su lugar, recibió diagnósticos que iban desde lupus hasta perimenopausia, pasando por trastornos gastrointestinales y, en el peor de los casos, presunciones de inestabilidad mental.
“Me dijeron que era menopáusica o que tenía síndrome del intestino irritable, o que estaba loca —utilizo esa palabra a propósito, porque un médico me derivó a una evaluación psiquiátrica—. Si alguien me hubiera diagnosticado bien durante esos años, una sola operación podría haber solucionado todo”, confesó Williams en diálogo con el periódico The Times.

Según su testimonio, llegó a pasar por aproximadamente 21 consultas médicas antes de que alguien detectara la verdadera causa: un tumor cancerígeno en el páncreas, una de las variantes más agresivas y de peor pronóstico del cáncer.
Un diagnóstico tardío que selló el futuro
En 2018, cuando finalmente se descubrió el tumor, se procedió a su extirpación quirúrgica. El tiempo perdido tuvo consecuencias irreversibles, y el retraso significó la imposibilidad de erradicar completamente la enfermedad.
Pese a la cirugía inicial, con el paso del tiempo aparecieron nuevas metástasis. Algunas fueron detectadas justo antes de las fiestas de Navidad; otras, en pleno verano. Sin embargo, muchas de ellas estaban demasiado cerca de vasos sanguíneos mayores, lo cual imposibilitaba su remoción mediante procedimientos quirúrgicos convencionales. “Durante tres años seguidos, simplemente nos quedamos observándolas crecer, lo cual es una sensación horrible”, relató con crudeza.
La lucha por vivir: radioterapia y resistencia emocional

Con las opciones quirúrgicas limitadas, Williams se sometió a cuatro rondas de Lutathera, un tratamiento de radioterapia interna dirigida que consiste en inyectar material radiactivo contenido en una caja de plomo. Este tipo de terapia busca destruir células tumorales desde el interior del cuerpo, con la esperanza de frenar o reducir su crecimiento.
El procedimiento, altamente especializado, no está exento de efectos colaterales. “Entré en una habitación del hospital King’s College y me inyectaron una caja de plomo con material radiactivo. Me volví radiactiva”, explicó con ironía.
Aunque se esperaba que este tratamiento pudiera otorgarle entre uno y tres años sin necesidad de más intervenciones, los resultados no fueron los esperados: las metástasis no desaparecieron. La actriz describe la experiencia emocional con una mezcla de esperanza inicial y angustia renovada: “Llego como un cachorro con cara de optimismo y alegría, y luego me dan una mala noticia y pienso: ‘¡Dios mío, caí otra vez!’”.
De paciente a activista: una voz por el diagnóstico precoz
Lejos de quedarse en el silencio, Williams transformó su experiencia en una causa pública. Hoy se convirtió en una firme defensora de la investigación contra el cáncer de páncreas y colabora activamente con la organización Pancreatic Cancer UK. Su objetivo es claro: impulsar el desarrollo de métodos de diagnóstico temprano, asequibles y no invasivos, para evitar que otros pasen por lo mismo.

“No busco compasión, busco una prueba temprana y económica”, enfatizó. “El cáncer de páncreas es tan rápido y tan impactante que la gente suele comparar la pérdida de un ser querido con la de un accidente de coche. Lo que podría cambiar eso es la detección temprana con una prueba tan simple como respirar en una bolsa en la consulta del médico de cabecera. Estamos muy cerca; solo necesitamos conseguirlo”.
El compromiso de Williams responde a una verdad ineludible: el cáncer de páncreas continúa siendo uno de los más letales debido, en gran parte, a su diagnóstico tardío. Según la actriz, un pequeño avance tecnológico podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas.
Una historia de advertencia
El testimonio de Olivia Williams no es solo una historia de enfermedad, sino también una denuncia implícita contra las fallas estructurales de los sistemas médicos, que a menudo descartan los síntomas persistentes de las mujeres, los minimizan o los atribuyen a causas psicológicas sin un examen exhaustivo. “No poder estar nunca libre de cáncer es un precio altísimo por una cadena de omisiones médicas”, sentenció.
Su experiencia, desgarradora pero valiente, deja una lección contundente: escuchar al paciente, creerle y actuar a tiempo puede cambiar —y salvar— una vida.
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